¿Debemos enseñar a morir?

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La educación formal o informal en nuestra cultura occidental nos enseña habilidades, conocimientos, creencias, temores, etc.. Nos enseña, por ejemplo, a vivir mejor; nos acerca al arte; nos instruye sobre cómo debemos cuidar nuestra salud; cómo ser feliz, etc., etc. Sin embargo, existe un vacío tan grande como la incertidumbre de la existencia del hombre que casi nadie enseña (salvo la religión): ¿cómo morir? Esta realidad, deja de lado, tal vez, el tema más trascendente de todo ser humano sin tratamiento alguno. Situación que conlleva un constante autoengaño que tarde o temprano lo vamos descubriendo y cuando somos conscientes de ello no tenemos ni el conocimiento ni la habilidad para poder comprenderlo, peor aún, para sobrellevarlo.

¿Debemos enseñar a morir? Esta es la cuestión fundamental que debería ser tema de maestros, especialmente en la educación de niños y jóvenes. La sociedad no debería esperar a que las personas lleguen a la adultez para hablar sobre el tema. No obstante, hay que reconocer que este cometido está lejos de poder hacerse realidad. En primer lugar, por la sociedad en la que vivimos. Es decir, la educación no formal nos enseña subliminalmente que el único objetivo de nuestras vidas es acumular cosas, alcanzar posiciones, ser “mejor” que los demás. En segundo lugar, lamentablemente, nuestra cultura no concibe otra racionalidad que la de hombre versus naturaleza. Esto es, el hombre es diferente a la naturaleza, pues nosotros “somos la diferencia en esta existencia”: el hombre piensa, el animal, no; el hombre siente, las plantas, no.

Enseñar a morir no debería ser asumido como un tema intratable. Si alguien lo asume así, se debe a que está razonando en el contexto anteriormente descrito. Pero si nos ubicamos en otra racionalidad, se entiende como una necesidad. Me explico:

Los hindúes manifiestan que la materia se confunde con el espíritu. Por lo tanto, el hombre es más que simples moléculas ordenadas. Ellos creen que todo tiene animación y que los hombres no se diferencian de las cosas. Los chinos conciben a la realidad como flujo y cambios perpetuos. Dichos cambios no corresponden a un caos, sino a una evolución con sentido donde todo sucede por mutaciones encauzadas dentro de las leyes naturales del movimiento. Estas y otras tendencias orientales comprenden al hombre como parte de la naturaleza y no como el explotador de la naturaleza. Ahora bien, enseñar a morir en este tipo de concepción, resulta la consecución natural de una forma de entender al mundo. Morir no es más que un estado natural del vivir. La muerte se entiende como un eslabón más de la compleja continuidad de la naturaleza.

En nuestras aulas, hay que propiciar nuevas miradas del mundo, nuevas concepciones de la vida para poder entender la muerte. Hay que empezar por describir al mundo como un lugar más allá del lugar en el que estamos para vivir. Hay que comprender a nuestro entorno como una extensión de nosotros mismos. Hay que enseñar y comprender que la muerte no es más que la oportunidad de vida para otros. Hay que ver en la vida el inicio de la muerte. Hay que enseñar que no somos inmortales.

*Este post es una colaboración de Joel Calua Torres, director de Humanidades de la Universidad Privada del Norte.

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1 respuesta

  1. Limberg Zuñe Chero dice:

    Interesante. Nunca había tratado esto en clase con mis alumnos. Motivo de discusión y seguro que tomará forma e interés por saber más de este tema. Gran aporte.

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