Aun cuando tenga un carácter intangible, es innegable que la comunicación gestionada por profesionales juega un papel decisivo en las organizaciones. Es importante que las instancias públicas tengan en cuenta esta realidad para comunicar de manera efectiva.
De un tiempo a esta parte hemos presenciado hechos y circunstancias que nos sirven para reflexionar sobre cómo se trabaja la comunicación profesional, en todo nivel, y cuán importante es la labor de los comunicadores.
Quienes decidimos emprender un trabajo profesional en comunicación nos enfrentamos muchas veces al desconocimiento de las empresas o del público en general sobre el valor y la necesidad de la comunicación en la vida diaria de personas, empresas y países.
Con frecuencia el trabajo del comunicador o comunicólogo, como señalan diversos autores -entre ellos Joan Costa-, es menospreciado debido a que trabajamos utilizando herramientas “naturales” como el lenguaje. Pensar que los procesos de comunicación pueden ser diseñados o gestionados por otros profesionales o que se median naturalmente es condenar los objetivos al fracaso más rotundo.
La máxima o idea de que “todo comunica”, que generalmente se usa para señalar el hecho de vivir rodeados de signos y símbolos que contienen significados, significantes y que a través de ellos podemos comprender nuestra realidad y a los demás, se asume para pensar que “todos pueden comunicar profesionalmente”.
A nivel de empresas conocemos casos en los cuales el desconocimiento de los procesos de comunicación o del trabajo profesional de la comunicación ocasionaron pérdidas no solo monetarias, sino de imagen y reputación, factores que permiten que los negocios perduren y generen valor más allá de los indicadores financieros.
La imagen y la reputación no es ajena a las personas privadas ya que nuestro buen nombre e imagen permite que se construya una idea de lo que somos, de nuestras capacidades y confiabilidad. Lo mismo y en mayor magnitud ocurre a nivel de instituciones públicas y en el Estado, aparte de que debemos unir estos conceptos con el de institucionalidad.
El Estado y sus ejes de gobierno en todos los niveles no pueden ser ajenos al trabajo responsable y profesional de la comunicación realizado por comunicólogos. Hoy en día en el mundo empresarial la figura estratégica del director de comunicación cobra mayor relieve. Este puesto evidencia que la comunicación debe estar pensada y ejecutada partiendo de las necesidades y planificación estratégica de una empresa ya que los esfuerzos de comunicación -interna y externa- deben ser parte del día a día de su desempeño. Si esto se trabaja a nivel empresarial, el Estado no puede sino reconocer la necesidad imperiosa del manejo de la comunicación en todos sus ámbitos.
Es indudable que en las instancias de gobierno contamos con profesionales competentes y servidores públicos de carrera, pero se evidencia la falta de una planificación estratégica y ejecución coherente con el objetivo general y específico de las diversas áreas del Estado, las cuales deben ser mejorar la vida de todos los peruanos.
Resulta claro que no contamos con una estrategia integral de comunicación desde que no existe una oficina central. La comunicación se dispersa en áreas asignadas en ministerios, gobiernos locales y otras instancias. Tampoco se cumple con contratar profesionales de la comunicación para estas áreas, ni se cuenta o no se convoca la asesoría de un profesional de la comunicación para el manejo de la prensa, los contenidos y las relaciones del Estado con medios y con la población.
Es equivocado pensar que un comunicólogo es la persona que habla más bonito, escribe bien o maneja un equipo de registro. Nuestro trabajo tiene en cuenta las características estéticas del mismo porque debe cuidar el fondo y la forma, pero sobre todo tiene en cuenta el logro del objetivo, el uso de recursos adecuados -tanto materiales como humanos- y que los mensajes sean comprendidos y la población los interiorice. Por ello la necesidad de trabajar en función de planes para que los medios y voceros posibiliten tal objetivo.
Nuestro país es amplio y diverso, una variable que vuelve compleja la ecuación. Con una institucionalidad precaria, altos índices de corrupción y falta de transparencia, carecer además de una estrategia clara de comunicación significa seguir propalando discursos diferenciados que no calzan con las realidades e imaginarios nacionales, seguir aumentado la brecha de desinformación y desatención del Estado a los ciudadanos permitiendo que otros espacios no oficiales cubran ese campo, generando suspicacias sobre lo que se hace y utilizando recursos con diferentes intensidades para una misma misión, entre otras distorsiones. La comunicación es la base de la democracia y los profesionales de la comunicación estamos comprometidos con ese objetivo.
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