Competitividad y valores: dos fortalezas sustanciales que requiere un profesional para mejorar el mundo

Nuestro rector Andrés Velarde expone la importancia de que todo profesional desarrolle competitividad y valores con equivalente solidez para lograr las mejoras y transformaciones que la humanidad aguarda.

Elegir una carrera no es tan sencillo como parece. Es verdad que la vocación -esa voz interior que a cierta edad y de manera insistente nos recuerda lo que nos gusta y las habilidades que tenemos para hacer de por vida lo que nos gusta- juega un papel importante en la decisión definitiva. Pero el camino no está libre de dudas e incertidumbre. Y esto porque una profesión representa, salvo aquellos casos en que determinadas circunstancias obligan a apartarse de ella, un compromiso serio y duradero.

A ello debemos añadir que las transformaciones por las que transita el mundo durante las últimas décadas conllevan asimismo la exigencia de cambios y actualizaciones en los conocimientos y competencias profesionales. Debido a ello creo en la necesidad de una conciencia sólida sobre la importancia de aprender y capacitarnos constantemente para no perder competitividad.

“La excelencia de un profesional se sustenta por partes iguales en su competitividad y en los valores con que actúa”

Esta tendría que ser una práctica transversal a todas las especialidades, porque las competencias a fin de cuentas responden a los progresos y demandas que surgen en los múltiples espacios de la actividad humana. Dicho de otro modo, tanto como un profesional de la ciencia computacional debe estar al día sobre los avances en inteligencia artificial para saber cómo obrar en ella, un administrador debería conocer de qué manera puede aplicar tales avances en las operaciones de la empresa que dirige, y un comunicador la tecnología informativa para explicar de manera especializada o general las ventajas de incorporarlos en las actividades productivas o de servicios.

Ahora bien, si estas son algunas de las exigencias que tenemos por el lado de las competencias, otro componente esencial en la vida profesional es la actitud con que asumimos nuestro trabajo. Y en este plano nos referimos a la ética, los valores y al propósito que sustentan nuestras actividades. Pienso que la circunstancia por la que atravesamos, la cuantiosa cifra de pérdidas humanas, el elevado índice de desempleo y los severos estragos que ha causado la pandemia en millones de seres humanos merecen una reflexión profunda sobre nuestras obligaciones profesionales.

El hecho de contar con una profesión es un privilegio, y este privilegio debe estar orientado en todo momento al servicio, al bien, a mejorar la vida de nuestras comunidades con las competencias que hemos desarrollado. La excelencia de un profesional se sustenta por partes iguales en su competitividad y en los valores con que actúa. Se decía en la antigua Grecia que “la educación permite a las personas aprender a ser lo que son capaces de ser”. Este adagio lo hacemos propio en UPN, seguros de que nuestros egresados son poseedores de las fortalezas éticas y competitivas con las que sabrán actuar como les corresponde.

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