La década perdida. Tal es la denominación que se le suele dar a los años 80. Durante este periodo tuvimos una de las mayores crisis de hiperinflación de la historia mundial, quedamos al margen del financiamiento internacional, los déficits fiscales se hicieron insostenibles, la balanza comercial y la balanza de pagos se pintaron de rojo y la escasez y la especulación eran cosas de todos los días.
A ello debe sumarse la acción del terrorismo, que además de acabar con la vida de miles de peruanos se encargó de destruir puentes, vías de comunicación, torres eléctricas, dependencias públicas y privadas. Pero las cosas venían mal desde antes. Según diversos analistas, el último ciclo de prosperidad del siglo pasado llegó a su fin en la década del 50. Así, no fueron solo 10 años sino 30 durante los cuales el país acumuló pasivos de diverso tipo. Uno de los mayores, sin duda, es el de infraestructura pública, cuya brecha se estima a la fecha en US$ 80,000 millones.
Bastante más allá de la obra física, la inversión en infraestructura repercute en mejoras económicas, sociales y de seguridad. Constituye además un factor gravitante en términos de ventajas competitivas y productividad, y es en definitiva un indicador del nivel de desarrollo de un país. Nuestro rezago en relación a carreteras, hospitales, escuelas, puertos, aeropuertos, centrales de energía y tecnología de comunicación, entre otros aspectos, es evidente, si bien desde hace 20 años se intenta acortar la brecha.
Lampadia.com, un portal web de análisis de actualidad, ha hecho una propuesta de 11 puntos con la idea de lograr reducir en siete años el déficit de infraestructura. El gobierno central y sus pares regionales deberán tenerla muy presente.
Fuente:
http://www.lampadia.com/archivos/prosperidad-ii-Lampadia.pdf
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