No es ninguna novedad que las exigencias de estos tiempos parecieran dejar cada menos lugar a las conversaciones. Con frecuencia gerentes y directivos se excusan de asistir a reuniones o charlas programadas e incluso de responder los correos electrónicos aduciendo estar muy ocupados, generando la sensación –y he aquí el riesgo de tales prácticas- de tener muy poco interés en escuchar a sus interlocutores.
En otras ocasiones, enviar un escueto email pareciera ser lo indicado para evadir la conversación. Si a ello se suma las complicaciones de tratar con diferentes personalidades, entonces será mejor cualquier cosa a una charla cara a cara. En realidad, muchos somos temerosos de enfrentar situaciones poco gratas en este tipo de charlas, pero lo cierto es que las buenas relaciones de trabajo surgen a través de encuentros reales, no virtuales.
El problema se explica en parte porque a menudo no nos sentimos seguros de manejar el asunto en cuestión o preferimos evitar las reacciones de la otra persona. Otras veces no comprendemos la actitud o puntos de vista de las personas y por ende se suscitan desentendimientos. Finalmente, hay casos en los que no deseamos ser portadores de malas noticias y pensamos que reprimir no es la mejor forma de disfrutar del trabajo.
Sin embargo, eludir problemas o enfrentarlos sin convicción no es lo más aconsejable para un líder inteligente. Es evidente que el compromiso del staff tiene un gran impacto en los colaboradores, y que la relación entre las líneas de mando y los subordinados es un factor de importancia para la productividad individual.
Surge entonces la pregunta de cómo persuadir a los gerentes ocupados de dirigir conversaciones efectivas que resulten en compromiso y empleados felices. La mitad de la batalla consiste en recordarles que aquello es importante y lo prueban varios estudios. La otra mitad consiste en darles el conocimiento y las herramientas para que realicen conversaciones efectivas
Desde luego, hay una serie de aspectos recurrentes en las conversaciones cara a cara. Las interacciones exitosas descansan en una combinación de factores tales como el lenguaje corporal, habilidades de escucha, respeto mutuo, la comprensión y valoración de los diferentes estilos de personalidad, así como la habilidad para saber explicar, explorar y clarificar mientras se controlan emociones y se eligen las palabras correctas.
El punto de partida para ser un buen comunicador implica concernos a nosotros mismos y cómo nos presentamos ante otros. Todos podemos sostener una conversación, pero brindar lo mejor de cada uno de nosotros en charlas uno a uno es una destreza que no sólo puede ser fortalecida, sino que también conduce a obtener mejores resultados y a rodearnos de gente feliz. ¿Quién no desea esto?
Fuente:
http://www.management-issues.com/opinion/6591/face-to-face-in-the-workplace/
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