Hace unos días, haciendo la cola en un banco, escuché circunstancialmente a un cajero que explicaba a una señora cómo funcionan los intereses y el saldo del capital al inicio y al final de un préstamo. Se trataba de un préstamo que en ese banco llaman “rapid cash”; es decir, dinero en efectivo para gastarlo en gastos corrientes (que era el uso que pensaba darle la señora) a una TEA (tasa efectiva anual) del 49%.
A estas alturas, cualquier lector con conocimientos básicos de finanzas se debería haber desplomado del pánico. Pero la señora no entendía lo que aquel cajero le explicaba.
Como sabemos, al inicio de un crédito se paga una mayor proporción de intereses y la menor parte amortiza el capital, y conforme transcurre el plazo los pagos cubren en mayor proporción el capital y se amortiza menos interés. Esto quiere decir que las primeras cuotas del pago de un préstamo no reducen el capital o principal de la deuda, sino sobre todo intereses. Así, la señora podría pagar durante los primeros seis meses el 50% del plazo del crédito, pero no amortizará el 50% del capital que debe en ese momento.
Al final, la señora no entendió nada y optó por lo más simple: firmar los documentos (varias hojas de contratos) que el cajero requería y recibir su flamante tarjeta con los 5,000 soles disponibles del “rapid cash”, listos para reventarlos.
En este contexto me llamó la atención que el cajero utilizara como argumento de venta que si la señora se iba a la competencia el trato y las condiciones que encontraría serían realmente de agiotista.
Este incidente me recordó lo importante que es la educación financiera desde edad temprana. En marzo pasado participé como expositor en el I Congreso de Sostenibilidad de la Banca Colombiana, alineado con los objetivos de desarrollo sostenible. Durante esta cita me llamó poderosamente la atención cómo la banca colombiana ha incursionado en temas de educación financiera de manera transversal, y me llamó más todavía la atención que invitaran -entre otros- al presidente de las cajas de Alemania, quien explicó cómo desde los colegios se educa con diferentes metodologías que van desde los juegos hasta componentes más académicos y clásicos sobre el impacto del interés, las cuotas, la construcción de presupuestos y el flujo de caja dentro del contexto de las finanzas personales, para que una familia pueda responsablemente asumir sus compromisos financieros.
En mi experiencia profesional en el Perú, he podido ver diferentes casos de negocios, populares y masivos y para personas que están en la denominada «base de la pirámide». En los ejemplos que mostraré a continuación -y que suelo utilizar en clase- se puede comprobar cómo las personas que solicitan un crédito básicamente se enfocan en sus ingresos mensuales y la cuota que van a pagar, y no prestan ninguna atención a los intereses y el plazo, pagando un elevado valor por el bien o producto que han adquirido.
Veamos un primer ejemplo de un taxista (año 2003). El taxista pide un crédito de 200 soles pagadero en 24 cuotas de 10 soles cada una. En conclusión y con simple aritmética, va a pagar un total de 240 soles por los 200 soles que solicitó. La tasa de interés anual de esta operación equivale a 1441%. Si convertimos esta transacción en un modelo de negocio y colocamos un sol al inicio del año como inversionistas en el mismo, tendremos al 31 de diciembre generados 1441 soles (si no hay morosidad ni malas deudas). Sólo habría que conseguir un buen número de taxistas que de manera recurrente soliciten créditos similares para asegurar esta rentabilidad.
Pero las reflexiones que podemos extraer son mucho más ricas. Conversé con el taxista y le pregunté por qué no ahorraba 10 soles diarios durante 20 días para completar los 200 soles que requería. La respuesta fue muy simple: “no tengo la posibilidad de ahorrar porque me gasto el dinero en el camino”. “Además -concluyó- al final qué son 10 soles diarios». «Todos los días hago como que se me han perdido 10 soles de soles y ya está”.
En otro ejemplo (2002), una señora trabajadora y propietaria de una pequeña bodega en un asentamiento humano de Villa María compró un pantalón para su hijo a un joven que vendía ropa de casa en casa con un crédito diario a 30 días. Según mis cálculos el jean tendría un costo de 20 soles en Gamarra, pero pagó por el mismo a razón de un sol diario durante 30 días, es decir, 30 soles. Cuando le pregunté por qué compró el pantalón a crédito, como toda madre abnegada que se desvive por sus hijos me respondió: “mi hijo se enamoró del pantalón y ya sabe usted, toda madre está dispuesta a hacer todo lo que puede por los hijos”.
Repliqué por qué no había ahorrado un sol durante 20 días para pagarlo al contado. Su asombrosa respuesta fue la siguiente: “señor, qué es un sol diario”. Calculando la tasa de interés efectiva anual, un sol diario en este modelo de negocio en realidad es 12,875% de interés anual. Sí, así como lo lee: la tasa efectiva de interés anual, si lográramos convertir una operación comercial de este tipo a una modalidad masiva, produciría una rentabilidad anual para el inversionista de 12,875%.
Estos casos nos hacen ver lo importante de la educación financiera para tomar decisiones correctas y no acabar manteniendo diferentes modelos de negocios que no se sustentan en la venta de bienes sino en modelos financieros muy bien camuflados. Y por supuesto para no terminar también alimentando un mercado de agiotistas o prestamistas que sacan provecho del desconocimiento.
*Este post es una colaboración de Rodolfo Cremer, vicerrector académico y director de la Escuela de Postgrado y Estudios Continuos de la Universidad Privada del Norte.
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