Hace ya años, conocí a una chica. Compartíamos ideas, criterios de vida, había química entre nosotros, ilusión… ¡nos enamoramos! Nos complementábamos, hablábamos, y decidimos emprender un proyecto de vida en común. Celebraciones, boda: firmamos un contrato. Felizmente, aquella chica, a la que haciendo un guiño presento como mi exnovia, es mi mujer.
Hace años también tenía proyectos diversos. Conocí a unas personas con las que coincidía. Nos entendíamos y trabajábamos bien juntos. Éramos complementarios. Hablamos, nos ilusionamos y decidimos emprender una andadura empresarial en común. Fuimos ante un notario y firmamos los estatutos de la sociedad, un contrato. También felizmente, mis socios.
En mi opinión, la familia es el gran emprendimiento humano en el amor. Es mucho más que ser pareja: es emprender un proyecto, necesitado de compromiso, que genera vida y vidas distintas. También creo que la empresa es otro gran emprendimiento en el amor, porque hace falta empeñarse en servir a los demás y tenerlo muy claro para emprender un proyecto empresarial. Desde esa orientación a los demás, la empresa es el gran emprendimiento humano en el trabajo.
Ambos necesarios para el hombre: necesitamos querer y necesitamos trabajar. Ambos proyectos engrandecen al hombre, enriquecen a la sociedad, y crean futuro. Tener pareja me apetece; crear familia, me apasiona y… me compromete.
Consciente o no, esto hace el empresario. Crea un proyecto que le proporcionará felicidad y riqueza -como la familia-, pero también como ella, le traerá ruinas, sinsabores, preocupaciones y mucho más. Sin embargo, en las alegrías o en las tristezas, aporta soluciones y servicio a la sociedad. Las personas que le acompañan descubren en ese proyecto su propio valor personal, lo aportan, se desarrollan, crecen, realizan sus proyectos de vida, se casan, tienen hijos, que estudian, que van a la universidad, que crean empresas, que a su vez…
Cuando nació mi primer hijo tuve una doble percepción: que ese niño, guapísimo, era distinto de mí, tenía vida propia, sus necesidades e intereses…; y que, a partir de ese momento, la había “pringado”: yo estaba para cuidarlo y servirle.
Cuando nuestra empresa fue operativa, tras salir del notario, también tuve una doble percepción: sentí que aquello que habíamos generado, era distinto de sus socios, tenía entidad jurídica propia, sus intereses; y que, a partir de ese momento, también la había “pringado”, estaba comprometido y debía cuidar aquel proyecto dedicándole todo mi esfuerzo.
Tanto mi niño como mi empresa fueron creados por algo. No decidimos tener un hijo por interés propio. ¿Se imaginan unos padres estirando las piernas o los brazos a su hijo, o administrándole clembuterol con el chupete para que en el futuro sea como Gasol y les “saque de pobres”? Sin embargo se dice que las empresas se crean por interés, por dinero.
Es muy importante darse cuenta de que ambos proyectos, una vez creados, son los protagonistas, tienen entidad propia y distinta de la de sus creadores. Un hijo dará satisfacciones, pero no se tiene por eso. Es mi hijo, pero no soy su dueño. Si lo tengo, es mi deber y no mi derecho. Y, ante mi empresa, una vez creada es mía, pero no para lo que sea; soy más deudor que acreedor. Me debo a ellos y no ellos a mí. Mis intereses son cosa mía; lo verdaderamente importante son ellos…
Permitidme un consejo. Con los hijos, si quieres el mejor plan para ti, haz el suyo, pero no vayas a lo tuyo: será peor para ellos y para ti. Del mismo modo, con la empresa, el único modo de lograr el interés propio es buscar el interés de ella. La vida es paradójica. Tu interés será siempre resultado, nunca objetivo. Si quieres resultados, pon tu objetivo en quien los genera. Cuando pones el acento en el necesario beneficio pensando en ti, la empresa sólo es un medio para ti, no la protagonista. Y la tentación del atajo será insoportable… Y acabarás cargándotela, como en “La gallina de los huevos de oro”.
El otro día hablaba de intenciones: cómo engrandecen lo más pequeño o envilecen lo grandioso. Y cómo lo arruinan… De algo estoy seguro. Merece la pena crear para aportar, para servir…, y así generar riqueza para ti y para todos. No hay camino mejor.
Este post es una colaboración de José Ramón Lacosta, presidente del Foro Europeo y docente de la asignatura «Liderazgo, valores y empresa» del MBA Internacional de la Universidad Privada del Norte.
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