El vicio de emprender

Soy emprendedor por vicio. No tengo ningún mérito: es que me gusta emprender. Comencé hace casi ya 30 años, y lo he hecho bien y lo he hecho mal… De todo ha habido. He abierto y he cerrado. Pero no me canso: es una delicia hacerlo, llevar un proyecto adelante, definir aquello a través de lo cual vas a servir a las personas, imaginarlo, soñarlo… Y compartirlo con otros que deseen participar, apasionándolos, que les ilusione… Y establecer la estrategia necesaria, juntos… y pelear… ver cómo crecemos todos, cómo aportas valor a la sociedad, a las personas.

emprendimiento y valor

Pero, lo haré por algo, ¿no? Sí, porque me gusta. Claro que quiero ganar dinero -¡Es que lo necesito!-, pero lo quiero hacer emprendiendo, aunque sea más arriesgado, aunque no gane tanto… Ya lo he dicho, es un vicio. Gano dinero emprendiendo pero no emprendo -ni sólo ni principalmente- por ganar dinero. ¿Romántico? No creo: en todo caso, verdadero.

Quizás el secreto de este disfrute esté en mi sentido de la empresa y en que procuro tenerlo presente, explícito, en todo momento: quiero que no se me olvide, quiero saborearlo constantemente, que no se acabe ese gusto… ser consciente de lo que hago.

Me da la impresión de que muchos empresarios no se enteran de verdad de lo que están haciendo, que no perciben la gran aportación que realizan, que se les escapa el valor de lo que han creado. Y no sienten todo esto, a veces, por inconscientes o por error conceptual, por no pararse a reflexionar sobre el sentido de la realidad o dejarse llevar por teorías pobres, reduccionistas y erróneas; y, en otras ocasiones, espero que las menos, porque son ellos mismos quienes lo estropean, quienes reducen a un mero interés personal el hecho de crear empresa, a un simple y grosero egoísmo toda su aportación a su propio desarrollo, al de las personas y al de toda una sociedad.

La vida me ha enseñado que la intención es muy importante a la hora de hacer las cosas. Si ésta no es la más adecuada, ya de principio conlleva el peligro de que pueda torcer el efecto de la acción que emprende, que lo haga mal, que acabe mal por no tenerla bien enfocada o apuntada. Si alguien sirve para ganar, mucha ética hay que tener para no tomar atajos, ya que lo importante es ganar. Y engañar al cliente así es puro cinismo, difícil siempre de perdonar. Pero el principal impacto a mi modo de ver, está en que denigra y tortura a su protagonista. Podrá engañar a otros pero… él conoce los verdaderos motivos de su iniciativa: aunque comunique aquello que le convenga, aunque quiera pasar por ser otra persona, de otra manera, con otras intenciones… Y, todavía peor si termina engañándose a sí mismo. Como el espejo de Blancanieves, al final, el nuestro nos acaba diciendo la verdad.

Este post va dirigido a los anteriores, a aquellos que querían, que quieren, que queremos disfrutar empresa, aunque a veces, en el día a día, perdamos de vista su sentido… y su grandeza. Pero vamos de frente, con la intención sincera de querer hacer empresa bien, “servir empresa”, vivir empresa.

Por favor, disfrutemos juntos.

Nos vemos…

Este post es una colaboración de José Ramón Lacosta, presidente del Foro Europeo y docente de la asignatura «Liderazgo, valores y empresa» del MBA Internacional de la Universidad Privada del Norte.

http://www.foroeuropeo.com/

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