¿Te has lavado las manos? La higiene de manos salva vidas

El 5 de mayo se conmemoró el Día Mundial de la Higiene de Manos. Manuel Mayorga, director nacional de nuestra Facultad de Salud, nos recuerda la importancia de tener las manos limpias para evitar el contagio de enfermedades que pueden ser mortales.

¿Te has lavado las manos? La higiene de manos salva vidas

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado el 5 de mayo como el «Día de la Higiene de Manos» en el marco de una iniciativa global para llamar la atención sobre el impacto de esta estrategia en la prevención de infecciones en los hospitales. Sin embargo, muy pocos conocen la sorprendente historia de cómo los médicos llegamos a este conocimiento.

A mediados del siglo XIX Ignaz Philipp Semmelweis, médico obstetra de la maternidad del Hospital General de Viena, se percató que el número de muertes maternas por la llamada “fiebre puerperal” era hasta cinco veces mayor en la sala del hospital -donde los partos eran atendidos por médicos o estudiantes de medicina- que entre las mujeres que daban a luz en sus hogares, donde los partos eran atendidos por comadronas, o “camino al hospital” (se dice que muchas mujeres preferían dar a luz en la calle de manera deliberada porque sabían que una de cada tres iban a morir).

¿Te has lavado las manos? La higiene de manos salva vidas

Es decir, sugirió la posibilidad de que los médicos fuesen los responsables de la muerte de sus propios pacientes. Se imaginarán el escándalo y el rechazo que esta teoría ocasionó en su época, al punto que no solo fue ignorada sino incluso ridiculizada. Tiempo después Semmelweis se enteró de la inesperada muerte de uno de sus colegas, el profesor de medicina forense Jakob Kolletschka, quien se había pinchado accidentalmente el dedo mientras se encontraba realizando una disección anatómica en el cadáver de una de las parturientas que había fallecido de esta inexplicable enfermedad. Conmovido por la muerte de su amigo y tratando de buscar la relación de este deceso con el corte accidental en el anfiteatro anatómico, solicitó el protocolo de necropsia y quedó sorprendido al verificar que los hallazgos eran los mismos que los encontrados en las mujeres que morían de esta fiebre posparto.

Por ese entonces los médicos al llegar al hospital empezaban su rutina diaria realizando las disecciones en los cadáveres del anfiteatro de anatomía y luego pasaban visita a las parturientas de la sala de maternidad, lo que incluía el examen de tacto vaginal. Semmelweis sospechó la existencia de algún tipo de “partícula mórbida” que era llevada desde los cadáveres hacia las mujeres a través de las manos. Inmediatamente obligó a los médicos a que se lavaran escrupulosamente las manos con una solución de “cal clorada” luego de culminar con la clase de anatomía y antes de examinar a las parturientas.

Es importante recordar que entonces no se tenía conocimiento de la forma en que se transmitían las enfermedades infecciosas y mucho menos sobre la existencia de los gérmenes (virus, bacterias, parásitos) como agentes causales de estas enfermedades. Durante siglos prevaleció la idea de que los “miasmas” (emanaciones fétidas de los suelos y aguas impuras) eran los responsables de las “pestes” que azotaban a la humanidad. El conocimiento de los gérmenes como causa de las infecciones recién aparece a finales del siglo XIX con los trabajos de Pasteur, Koch y Lister.

De otro lado, tampoco existían los guantes de goma para la realización de procedimientos, incluyendo la disección anatómica y el examen vaginal. Los guantes quirúrgicos recién empiezan a ser utilizados en cirugía con William Halsted a principios del siglo XX. Más adelante Semmelweis demostró que esta sola intervención (lavado de manos) era capaz de reducir hasta en un 90% la tasa de infecciones y muertes por “fiebre puerperal”. A pesar de la evidencia empírica, el rechazo de la teoría de Semmelweis ocasionó su despido del hospital y el repudio de la comunidad médica de su época. Pocos años después moriría abandonado incluso por su familia en un hospital para enfermos mentales. Las ideas de Semmelweis recién fueron aceptadas años después de su muerte, cuando Pasteur desarrolló la tesis de los gérmenes como causantes de las infecciones, lo que sustentaba teóricamente los hallazgos de este “médico loco” que hoy es reconocido como el pionero de los procedimientos antisépticos y padre de la epidemiología hospitalaria.

Definitivamente los hospitales no son los lugares más seguros y es preferible que los pacientes sean atendidos de manera ambulatoria, en su domicilio o sean hospitalizados el tiempo más corto posible (como en las clínicas de “cirugía de día”) con la finalidad de reducir el riesgo de complicaciones, especialmente las infecciones. Las llamadas infecciones “intrahospitalarias” o “nosocomiales” no solo aumentan la estancia hospitalaria y los costos de atención, sino que también matan pacientes.

 

De hecho, algunas de ellas como la neumonía en pacientes intubados tiene una tasa de mortalidad tan alta como del 30 al 50% (casi como tirar una moneda al aire). La probabilidad de adquirir este tipo de infecciones depende de varios factores: edad, condición de salud previa, gravedad de la enfermedad de base, necesidad de procedimientos invasivos (tubos, catéteres, sondas), área donde se encuentra hospitalizado el paciente (es mayor en UCI, Quemados, Trasplantes) y otros. Muchos de estos factores de riesgo no son modificables, pero por lo menos en un 30% de los casos podemos prevenir las infecciones.

Una de las estrategias de mayor impacto es el escrupuloso lavado de manos del personal sanitario. Existen varios tipos de lavado de manos: social-doméstico (con agua y jabón común), clínico y quirúrgico. El que está asociado a la prevención de este tipo de infecciones en el hospital es el lavado de manos “clínico”, que tiene una técnica específica, toma un tiempo no menor de 5 minutos por vez y requiere insumos especiales que los hospitales están obligados a proporcionar al personal de salud (jabón desinfectante de clorhexidina y papel toalla con sus respectivos dispensadores).

En algunas circunstancias la higiene subsiguiente puede realizarse de manera más rápida usando alcohol gel, lo que reduce de manera significativa el tiempo y aumenta la adherencia. Es importante también que los usuarios no permitamos que nos toquen o examinen cuando verifiquemos que el personal de salud no se ha lavado previamente las manos. Nunca como ahora la seguridad de nuestros pacientes está en nuestras manos:  el lavado de manos puede salvar muchas vidas.

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