Las situaciones de abuso sexual contra los niños son cada vez más frecuentes y difundidas en todos los medios de comunicación. Asusta e indigna escuchar sobre ello, y es muy probable que todos los lectores rechacen cualquier situación relacionada a esta problemática.
La psicoterapia es un espacio en donde se trata y ayuda a resolver problemáticas como esta, la labor profesional es importante para mejorar y/o resolver diversas situaciones. En el presente artículo resumo la vivencia de la atención de un caso de este tipo, hago una rápida descripción de las consecuencias en la adolescente atendida y de los avances de la psicoterapia hasta ahora. Transmito además mis ideas y sentimientos durante las sesiones, con el fin de reflexionar sobre esta realidad tan dura y dañina para nuestros niños y niñas.
Ana tiene 16 años, la conocí hace 1 año en mi consultorio, la familia solicitó una cita cuando ella destapó el abuso sexual que había sufrido por parte de su primo (35 años mayor que ella) desde los 7 hasta los 11 años. Ellos vivían en la misma casa, él era el primo querido por todos, el que apoyaba económicamente, del que nadie se imaginaba.
El contexto de psicoterapia ha permitido que conozca muchas cosas sobre Ana, desde el detalle de cómo este tipo abusaba de ella, sus sueños y metas más grandes, pasando por sus miedos y el odio camuflado hacia su madre (quien no hizo mucho al enterarse del abuso) o el dolor por un padre nada afectivo, maltratador y distante al cual ella siempre temió.
También he podido apreciar las consecuencias del abuso del cual fue víctima: bebía en exceso (tanto sola como con amigos), consumía cocaína y marihuana habitualmente, se juntaba con chicos y chicas también en riesgo, ha permitido humillaciones sexuales, se ha cortado los brazos y las piernas con navajas de manera frecuente desde hace tres años. Lo más difícil han sido los tres intentos de suicidio (ingiriendo veneno) y de los cuales la salvaron “por un pelo”, pero lo más invisible y permanente es el sentimiento de que su vida ha sido un asco, que ella no vale, cuestionándose todo el tiempo ¿para qué vivir?
Ana tiene un “corazón enorme”, es amiga incondicional y dispuesta a ayudar en lo que necesita el otro, aunque la vida no ha sido fácil por responsabilidad de un adulto desadaptado con algún desorden emocional y mental claramente definido.
La psicoterapia, entendida como una relación entre un profesional y una persona o grupo de personas que quieren resolver un problema, es subjetiva e involucra, entre otros elementos, los sentimientos de ambas partes. Más de una vez me he preguntado: ¿Cómo la ayudo? ¿Qué debo hacer para que deje todo el dolor atrás? Durante las sesiones que tenemos, cuando me va relatando cómo se siente y las cosas que ha vivido, sus carencias, su dolor, pasa por mi cabeza cómo un adulto puede hacer tanto daño a una niña en nombre de su propia satisfacción. Ahora, mientras él está en cualquier parte viviendo su vida, ella trata de resolver aquí problemas que no los buscó.
Existe mucha rabia e impotencia de mi parte, duele saber que el problema del abuso está merodeando a la vuelta de la esquina en nuestra sociedad, tan cerca de nuestras familias, más aún en un país tan tolerante y permisivo con el abuso infantil como el Perú, y siempre termino haciéndome la misma pregunta: ¿Cómo hacer para que esto no les pase a mis hijas, a mis sobrinas, a otras niñas o niños?
Sin embargo, Ana está mejorando, llega puntual a las citas, hace las tareas y siempre trata de estar mejor, de superar todo. Los últimos meses, muchas de las conductas antes descritas han desaparecido, está creciendo y enfrentando la vida de manera diferente. La terapia continúa, nos vemos regularmente y tiene mucha actitud para seguir avanzando, es una niña ejemplo de superación y resiliencia. Me faltarían hojas para describir el proceso terapéutico con mayor detalle, lo haré en otro momento. Ahora quiero señalar, desde la mirada terapéutica, algunas de las consecuencias tan difíciles de un abuso sexual, de la desprotección hacia los niños, de las carencias que tenemos como sociedad.
Finalmente, a través de un pequeño resumen del caso, llamo a la reflexión a todos los profesionales, padres, madres, tíos, abuelos, instituciones y otros que luchamos, allí desde donde nos corresponde, para erradicar el abuso y maltrato infantil, para decir a una sola voz: a las niñas no se las toca, a las niñas se las protege.
*Este post es una colaboración de Edén Castañeda Valdivia coordinador de la carrera de Psicología de la Universidad Privada del Norte.
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