Hay ocasiones en las que cuando enfrentamos un problema, únicamente buscamos las razones de aquello que nos aqueja. Solemos concentrarnos en el por qué de esa situación. Pero, ¿qué tan útil puede ser dicha actitud para conseguir lo que realmente deseamos?
Hace algún tiempo tuve la oportunidad de conocer a una mujer que quería solucionar los problemas con su pareja. Desde hacía meses cada encuentro que tenían terminaba en reclamos o quejas de ambas partes. Era tanto el interés de ella por solucionar su problema, que pidió ayuda a varias personas. Recordaba muy bien las opiniones y “consejos” que había recibido. Uno le sugirió que era más conveniente la indiferencia ante cualquier reclamo: “sólo ignóralo”, le dijeron. Otro afirmó que “el amor lo soluciona todo, sé paciente”. Nada de ello la logró convencer.
Después de días de pensar en cómo sobreponerse a las circunstancias, decidió hacer algo diferente. A inicios de su relación, tenían la costumbre de enviarse un mensaje todas las mañanas, escribiéndose palabras agradables, recordándose alguna fecha especial sin importar si era ella la única que lo recordaba o simplemente deseándose buenos días. Esto se fue perdiendo y ella confiesa que durante mucho tiempo dudó en hacerlo, hasta le costaba expresar lo que sentía. Sin embargo, se atrevió a poner en letras lo que su voz quería decir. Los mensajes se iban a convertir en una nueva experiencia para mejorar lo que era importante para ella: reconstruir su relación y esta vez más fuerte.
Según cuenta, las peleas poco a poco fueron reemplazadas por palabras agradables de ambas partes. A veces sentía que era el gran efecto de los mensajes. Este nuevo estilo de comunicarse ahora les ayudaba a decir lo que antes no se atrevían y la decisión que ella había tomado era firme: preferir el diálogo al conflicto. Gracias a esa pequeña acción, el motor empezó a encender de nuevo.
En muchas experiencias que vivimos habrá momentos un tanto grises que nos hagan dudar de las posibilidades que tenemos para alcanzar algo. Ahora, ¿qué sucede cuando sólo nos detenemos a pensar en ello?
Todos nos orientamos a sentirnos bien. No sólo tener claro el objetivo es importante, sino también comprender cómo lo conseguiremos. Dibujar el camino, borrar cuando sea necesario y empezar nuevamente el bosquejo es muy importante. Esta podría ser la aventura más reconfortante.
En tal sentido podríamos preguntarnos, ¿qué es lo más útil que puedo hacer para lograr lo que quiero?, ¿cuál es la primera señal que me indica que algo está mejorando? Prestar atención a aquellos eventos, por más pequeños que sean pero que han ocurrido y generado un efecto positivo, garantizan un cambio que sumará en tu vida.
Enfocarte no sólo en qué está pasando, sino en cómo mejorarlo, demuestra el poder humano de convertir la crisis en una experiencia de aprendizaje que promete darnos grandes y mejores oportunidades.
*Este post es una colaboración de Ana Lucía Fernández Castillo, coordinadora de Orientación Psicológica de la Universidad Privada del Norte.
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