La postmodernidad trae consigo cambios importantes, desde aspectos económicos, reestructuraciones científicas y el sentido que tiene vivir en esta sociedad, hasta la creación de nuevas relaciones familiares. Los padres 3.0 o padres postmodernos somos parte de estos cambios, y aunque siempre hemos existido, ahora hemos aumentado en número e intensidad.
Hace algunos años era común una distancia emocional entre padre e hijos y más bien una cercanía de la madre. El rol paterno estaba marcado por una jerarquía rígida y ausencia en la crianza.
Los padres 3.0 sabemos de cambios de pañales, malas noches, reuniones en el “cole”. Inculcamos a nuestros hijos el amor a los animales y el cuidado del medio ambiente, jugamos y les contamos cuentos a montones, creemos en la estimulación prenatal y somos sentimentales. La imagen del hombre duro, fuerte y distante ha cambiado por la de un hombre blando, protector y cercano, involucrado en la crianza no como “apoyo” a la labor de la madre, sino como coprotagonista de la crianza.
Los padres 3.0 sabemos de tallas de ropa, tipos de alergias, talla y peso al nacer, gustos en comida, secretos e intimidades, posiciones para calmarlos de los cólicos, cuentos preferidos, y encontramos satisfacción en dejar a los amigos y sentarnos a ver Peppa Pig, Patrulla Canina o cantar “patita lulú”. Prohibido faltar a una actuación y lloramos cuando dicen “papá” o “te amo” por primera vez. El maltrato físico ya no es una opción y pensamos en otras formas de corrección y control.
Queremos hijas fuertes, mayormente feministas e independientes. Las criamos para que sepan que la felicidad no es encontrar “un príncipe azul” sino sentirse bien como seres humanos, que vean en la pareja a un complemento, mas no un requisito para tener una vida plena. Queremos hijos que respeten a la mujer, que no la maltraten, que sean buenos hijos, amigos y padres de familia.
Aunque claro, ser padre 3.0 puede traer problemas, ya que podemos ser muy permisivos o sobre protectores, al extremo de dejar que sean los hijos quienes pongan las reglas y les consultamos todo. Pasamos de tener jerarquía a ser títeres manipulables que hacemos o dejamos de hacer todo en nombre del bienestar de los hijos. Las consecuencias son nefastas: hijos que maltratan a sus padres, hijos intolerantes, que se sienten “amos” del resto, hijos hedonistas que creen que pueden hacer lo que quieran y que tienen derecho a todo o casi todo. Criamos hijos destinados al sufrimiento.
Salvando situaciones extremas y problemáticas, ser padre 3.0 permite un clima de crianza calmado y armonioso, con elementos de conexión emocional importantes. Nos permite preparar a las hijas para que no piensen en ser princesas de Disney e inculcarles el amor propio, la independencia y la sobriedad en las relaciones de pareja.
Por todo ello, y por lo que queda por decir, que el orgullo de ser padre 3.0 permanezca en el corazón de nuestras hijas e hijos. No importan las cosas materiales en este día; importa que nuestros hijos e hijas trasciendan y encuentren sentido y le den, como dice José Mujica (ex presidente de Uruguay), contenido a su vida.
¡Vivan los padres, los padres 3.0 y versiones superiores!
*Este post es una colaboración de Edén Castañeda Valdivia, coordinador de la carrera de Psicología de la Universidad Privada del Norte.
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