COVID-19: ¿Y si la vacuna no llegara?

Mascarillas o la alternativa mientras obtenemos la vacuna. Nuestro director nacional de Salud Manuel Mayorga sostiene que existe evidencia de que los barbijos, cuando no impiden el contagio, reducen sensiblemente la posibilidad de desarrollar una forma grave de COVID-19.  

La “variolización” era un procedimiento utilizado antes de la invención de las vacunas con la intención de prevenir las formas graves y mortales de la viruela. Consistía en la inoculación a través de un corte en la piel de las costras de pacientes infectados para que una persona sana desarrolle la enfermedad pero en su forma leve, sobreviva y quede inmune de por vida. Si bien es cierto Edward Jenner popularizó su uso en Inglaterra y Europa a finales del siglo XVIII al punto de ser considerado “el padre de la inmunología”, la “variolización” era un procedimiento usado mucho antes en otras partes del mundo, especialmente en China y la India.

Como dato curioso, en el siglo XVI se usaba popularmente en Turquía entre las esclavas caucásicas -famosas por su belleza- para protegerlas de las terribles cicatrices faciales que solía dejar la enfermedad y evitar que disminuya su valor comercial. Además de la inoculación cutánea, existe evidencia de que en la China se desarrollaron dos métodos de variolización por vía inhalatoria: colocar en los orificios nasales un trozo de algodón empapado de pus extraído de las pústulas de un enfermo o usar costras desecadas y pulverizadas para luego ser inhaladas a través de un tubo de bambú.

Los ensayos clínicos de las vacunas contra la COVID-19 buscan evaluar la eficacia para conseguir alguno de los siguientes tres objetivos socialmente relevantes para el control de la pandemia: 1) evitar que las personas sanas se infecten; 2) evitar que las personas infectadas se enfermen y/o 3) evitar que las personas que se infectan desarrollen una forma grave de la enfermedad que ponga en riesgo su vida. Sin embargo, hasta el momento no tenemos ninguna seguridad de que alguno de estos resultados vaya a ocurrir. Mientras seguimos esperando la vacuna, un grupo de investigadores de la Universidad de California* sugiere que el uso extensivo de mascarillas en la población podría tener el mismo “efecto de variolización” sobre el COVID-19, es decir, los barbijos no sólo son efectivos para prevenir la infección, sino que además evitarían que las personas que se infectan a pesar de su uso desarrollen una forma grave de la enfermedad.

«El uso generalizado de mascarillas podría reducir la gravedad de la enfermedad entre aquellos que se infectan, haciendo que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas o leves»

Según esta hipótesis, el uso generalizado de mascarillas en la población podría reducir la gravedad de la enfermedad entre aquellos que se infectan, haciendo que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas o leves. Esta hipótesis tiene un doble sustento. En primer lugar, el concepto biológico de “dosis letal de un virus” demostrado en animales de experimentación según el cual la gravedad de la enfermedad está directamente relacionada al volumen del inóculo infectante. Es decir, dosis altas del virus pueden rebasar la capacidad de respuesta inmune del huésped haciendo que desarrolle una forma grave de la enfermedad. La mascarilla filtra las gotitas de saliva que contienen el virus reduciendo la carga viral, de tal forma que si la persona se infecta probablemente desarrollará una forma asintomática o leve del COVID.

La otra evidencia que sustenta esta hipótesis es de tipo observacional. Así, los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) reportaron que la tasa de infección asintomática por SARS-CoV-2 en los Estados Unidos era del 40% a mediados de julio y se incrementó al 80% en aquellas localidades donde se implementó el uso generalizado de mascarillas. Por otro lado, en un brote de COVID en un crucero donde los pasajeros recibieron mascarillas, se reportó una tasa de infección asintomática del 81% comparado con el promedio de 20% en otros brotes similares en los que no se emplearon mascarillas de manera obligatoria. Resultados similares han sido reportados en brotes COVID ocurridos en fábricas de los Estados Unidos donde se distribuyó mascarillas a todo el personal: el 95% de los casos positivos fueron asintomáticos.

Mientras esperamos con esperanza los resultados de los estudios fase 3 para poder contar con una vacuna efectiva y segura, cualquier estrategia de salud pública que pueda reducir la gravedad de la enfermedad tendrá un gran impacto al reducir la demanda de servicios hospitalarios, la mortalidad y aumentar indirectamente la inmunidad de toda la población. Por lo tanto, no bajemos la guardia y mucho menos la mascarilla. Seamos responsables y vigilemos activamente el cumplimiento del uso obligatorio de mascarilla en los espacios públicos: El COVID no mata solo, #NoSeamosComplices.

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* Gandhi M, Rutherford G. Facial Masking for Covid-19 — Potential for “Variolation” as We Await a Vaccine. N Engl J Med September 8, 2020. DOI: 10.1056/NEJMp2026913

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