Educar para transformar y transformarnos para educar

Estoy absolutamente convencido y quizás, en mi caso, convertido en un tema de dogma o cuestión de fe, que  a través de la educación  podemos transformar positivamente  a las personas y si transformamos a las personas, transformamos al país.

Hay una relación  directa y proporcional, a  mayor educación de calidad, tendremos un   país con crecimiento y desarrollo. El milagro económico peruano que es comentado a nivel internacional necesita de un milagro educativo de calidad sin necesidad de  esperar a octubre.

Marcelo  Cabrol  y Miguel Szekely, en un excelente libro que lleva por título justamente “educación para la transformación”, manifiestan que el sector educativo es uno de los sectores con mayor poder de transformación. Hoy, es ampliamente reconocido que si un país no tiene una buena educación, difícilmente puede desarrollarse económicamente y crecer con equidad.

Un aspecto fundamental es la calidad de los docentes. Los docente son quienes proveen el servicio directamente  al estudiante.

Un docente de calidad ayuda a reducir la brecha de aprendizaje producida por otros determinantes como el contexto familiar, pues son los docentes quienes proveen el servicio educativo mediante  la interacción con el contexto y con los insumos. Sin embargo, el ejercicio docente no puede verse aisladamente.

En la actualidad, el modelo de la educación superior universitaria ha pasado de ser uno en el que se “enseña” al alumno a ser uno en el que se “aprende” con el alumno. Esto implica un cambio profundo de concepción y requiere la evolución de los docentes, que deben dejar de ser instructores para convertirse en facilitadores y acompañantes del proceso de aprendizaje.

De acuerdo con esta nueva visión, la tecnología desempeña un papel fundamental para facilitar el tránsito de un modelo a otro, de manera que en lugar de privilegiar la acumulación de información la educación se centre en potenciar el desarrollo de competencias y habilidades en los alumnos.

Los autores de este libro argumentan que para que la tecnología pueda llegar a cumplir con el papel que le corresponde en la era del conocimiento es necesario instrumentar políticas y programas integrales en los que la provisión de equipos de cómputos (que es lo que se ha privilegiado en la mayoría de los países hasta el momento) es sólo un elemento dentro de un entramado más complejo en el que se precisan al menos siete componentes: la infraestructura y el equipamiento, los contenidos, la formación docente, los apoyos técnicos y administrativos para la operación, las prácticas educativas, los incentivos para el uso, y la evaluación de impacto sobre los aprendizajes.

Es muy difícil pensar que nuestro país tenga un crecimiento económico sostenido, sin mejoras sustanciales en la calidad educativa.  De manera general,  los  jóvenes latinoamericanos no están adquiriendo los conocimientos, competencias y habilidades cognitivas y socioemocionales que les permitirán participar productiva y efectivamente en la sociedad del siglo XXI. Este es el gran reto que tenemos que  afrontar en el más corto plazo. A  través de la educación debemos lograr  la verdadera transformación de las personas  a nivel personal y profesional.

*Este post es una colaboración de Jaime Zárate, vicerrector de Calidad Académica de la Universidad Privada del Norte.

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