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La transformación digital puede sonar complicado. Son muchas voces, opiniones y conceptos sobre un tema puntual y específico.
Hablar de transformación digital no es exclusivo de un ingeniero, es un concepto transversal. Toca a todos los sectores, a empresas de todos los tamaños y genera grandes beneficios para todos.
Transformación digital es un proceso mediante el cual las entidades generan eficiencia operacional mediante la inyección de tecnología, la misma que agiliza los procesos y aprovecha los datos para empoderar a las personas a lograr su máximo potencial y, como resultado, incrementar la eficiencia.
Sobre este concepto, la tecnología se vuelve una herramienta fundamental para aprovechar la inmensa cantidad de datos existentes en el mercado, las mismas que producirán nuevos y mejores procesos permitiendo generar información valiosa para que las personas tomen decisiones más acertadas.
Y es que si de datos e información se trata, para el año 2020 más de 4,500 millones de personas usaron Internet (casi el 59% de la población mundial). Pero eso no es todo. Según el portal Orsys.es, cada minuto se suben más de 500 horas de video en YouTube, se envían más de 41’666,000 mensajes de WhatsApp, se añaden 319 usuarios en Twitter, se gasta más de $1M en compras on line, se hacen más de 1’300,000 videollamadas, se consumen más de 400K horas en Netflix, se suben más de 47K fotos en Facebook y Zoom gestiona más de 208K participantes…. ¡Cada minuto!
Ante tal cantidad de datos existentes a nivel global, la informática nos entrega poderosas herramientas para aprovechar estos datos, convertirlos en información y generar acciones y resultados favorables para la sociedad. Tecnologías como el Big Data, que permite recolectar y gestionar grandes volúmenes de datos para analizarlos y generar información útil como la identificación de patrones de comportamiento o creación de análisis de tendencias. O el Internet de las Cosas (IoT) que dota a casi cualquier cosa el poder de ejecutar acciones automáticas como disparar acciones ante situaciones de emergencia o regar un campo de cultivo al detectar necesidad de humedad. Y la tan sonada Inteligencia Artificial, que genera rutinas de análisis y decisiones similares a las del cerebro humano.
Todo esto que parece propio de una historia de Isaac Asimov es hoy en día una realidad. Y esto no podría ser tangible sin poner al centro al factor más importante para que un proceso de transformación digital sea exitoso: las personas.
De nada sirve tener una mejor tecnología, afinar los procesos y contar con el acceso a los datos si las personas no se transforman y se convierten en “digitales”; es decir, que adquieran y desarrollen habilidades que les permitan aprovechar al máximo la adopción de las nuevas tecnologías.
Pero no queda solo en este punto. Las personas no solo deben aprender a convivir con las nuevas tecnologías. También deben aceptar e incorporar en sus habilidades el saber desenvolverse en un mundo diferente. Una nueva realidad, más cambiante, menos standard, más disruptiva y retadora. Una sociedad donde la información ya no es secreta, donde todos los días nacen nuevas tecnologías y donde aprender y poner en práctica más rápido se convierte en la habilidad básica para vivir y competir. Una nueva cultura organizacional.
Nuevas generaciones digitalmente nativas llegan al mercado, profesionales que nacieron con un celular o tienen una tableta desde temprana edad. Personas que están acostumbradas al “touch screen”, a la Internet y al Cloud, son aquellos con los que vamos a trabajar y competir. Y el conocerlos, conocer el entorno, la competencia, las nuevas reglas y el nuevo y cambiante mundo hace que las personas sean el factor más importante en el proceso de transformación digital. Porque si las personas no adoptan una cultura digital, si no se integran y asimilan este nuevo orden global, cualquier tecnología, proceso o cantidad de datos será solo un fastidio, un reto grande o un seguro fracaso.
Al iniciar un proceso de transformación digital debemos siempre poner a la persona en el centro. Trabajadores, socios de negocios, clientes, distribuidores, proveedores, todos deben ser tomados en cuenta, la transformación digital exige un cambio empresarial. La cultura de la empresa debe volverse más ágil, más dinámica y disruptiva. Un nuevo “setting” mental que nos prepare para el crecimiento y el cambio permanente. Y el cambio no es una foto instantánea y estática, sino un modelo donde la constante es el cambio y la innovación.
Los nuevos profesionales deben desarrollar habilidades para competir en este medio. No se trata de hablar 3 idiomas o de ser un gran matemático. Se trata de desarrollar un criterio empresarial ágil, moderno y disruptivo, siempre buscando nuevas formas, retando el sistema, pero sin perder el enfoque en la eficiencia y los resultados. Aprendiendo del error y accionando sobre el mismo para mejorar el sistema de manera continua. Eso es lo que nos exige la transformación digital.
Una señora dueña de un puesto de pollo en el mercado, ante los retos de la pandemia, decidió agregar a su modelo de venta un cambio drástico. Abrió una cuenta de ahorros en un banco y compartió su número de WhatsApp para hacer pedidos. Puso un cartel donde aceptaba pagos por Yape y transferencia bancaria. Y generó alianzas con taxistas de la zona para obtener tarifa plana por delivery y ofrecer a los clientes reparto a domicilio. Generó un grupo de WhatsApp donde lanza ofertas diarias. Y como resultado, sus ventas durante la pandemia se incrementaron, así como sus ganancias. ¿Qué fue lo más difícil para ti? – le pregunté. “Ay, casero… entender que no tengo la plata en la mano sino en el banco, y aprender a usar WhatsApp fue lo más difícil. Pero la plata no deja de caer y ahora todo sale mejor”.
La transformación digital puede aplicarse a todas las empresas, de todos los tamaños y en todos los rubros. Y el centro es la persona. ¿Ya pensaste cómo transformarte digitalmente?
*Esta nota es una colaboración del docente de la Escuela de Posgrado Álvaro Vargas de la Universidad Privada del Norte.
*Esta nota es una colaboración del docente Álvaro Vargas, de la Escuela de Posgrado de la Universidad Privada del Norte.
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