En estos tiempos competitivos, donde los cambios tecnológicos y de paradigmas son la razón misma del crecimiento o declive de muchas empresas, surge la necesidad intrínseca de lograr cumplir con los objetivos propuestos por las gerencias y asimilados por los mandos medios, buscando el mejoramiento continuo de la gestión laboral de cada uno de sus miembros.
Entre las diversas funciones que se realizan se encuentra la de formar equipos de labores cohesionados en donde existan no solamente habilidades técnicas y de identificación con los fundamentos básicos de la empresa, sino que cada líder de área cumpla un rol productivo en lo que corresponde (entre otros factores inherentes a su cargo) a la búsqueda de un equilibrio emocional colectivo -llamado también Inteligencia Emocional del Equipo-, puesto que ello contribuirá de manera notoria a incrementar las aptitudes de cada uno de sus subordinados. Así podrá desarrollarse en cada trabajador tanto la parte personal como profesional, ya que percibirá una autorrealización y ello repercutirá directamente en el desarrollo organizacional de la empresa. Recordemos que no se concibe esto sin antes haber un desarrollo personal de cada miembro del equipo.
Por tal motivo, las actitudes del líder repercuten directa o indirectamente en las personas que laboran bajo su mando y muchas veces estos mensajes verbales y no verbales desmotivan o en el peor de los casos tienden a desencadenar rasgos neuróticos tales como inseguridad al tomar decisiones laborales, angustia para acudir a la empresa o a reuniones dentro de la oficina, cólera progresivamente reprimida, sentimientos de frustración constantes, pensamientos melancólicos, agresiones verbales hacia los compañeros de trabajo, actitudes reactivas, altos niveles de suspicacia, insomnio, hipocondría, etc. Observamos que el centro de labores y en especial ciertas actuaciones de los «líderes» crean una atmósfera con condiciones para generar diversas alteraciones en la personalidad de los individuos, modificando negativa y sistemáticamente la salud mental colectiva.
Con mayor perspectiva en el tema y un aporte de cultura general, haremos una breve historia del concepto mismo de neurosis, que fue introducido en la bibliografía médica en 1777 por William Cullen en su libro First Lines of the Practice of Physic. Actualmente existen diversos autores que han dado un concepto muy particular sobre el tema, pero en definitiva todos están de acuerdo en que las neurosis son enfermedades de la personalidad caracterizadas por conflictos intrapsíquicos que inhiben las conductas sociales perturbando el equilibrio interno de la persona, sin pérdida de contacto con la realidad.
Comprendemos por tanto que los subordinados, al trabajar bajo presión para cumplir con las metas establecidas, y teniendo un «líder» que en lugar de desarrollar las habilidades del capital humano bajo su mando genera mayores tensiones y desequilibrios emocionales en conjunto (cada individuo tendrá una respuesta diferente), no tendrán posibilidad de desempeñarse y desarrollarse de manera óptima. De allí que mensajes que deberían ser de apoyo emocional, alentadores pero realistas, que permitan identificar fortalezas y puntos por mejorar en cada miembro del equipo, un medio de retroalimentación constante, vehículos de observación en lugar de crítica, de apoyo en lugar de órdenes, y que deberían ser siempre diplomáticos, no dirigidos a herir la autoestima de los colaboradores, en congruencia con los valores propios y los de la empresa, terminan produciendo efectos contrarios.
Es cierto que el trabajo a presión eleva los niveles de ansiedad; sin embargo, dicha emoción debemos canalizarla favorablemente porque en todas las empresas líderes se labora bajo ese ritmo y es el mismo que se adapta permanentemente a los cambios del entorno volviéndonos proactivos.
Para concluir manifestaré que laborar en una atmósfera de presión es favorable siempre y cuando vaya de la mano de un líder que desarrolle psicológicamente a su personal, evitando volverse un especialista en formar neuróticos.
*Este post es una colaboración de Christian León Porras, docente de la Escuela de Postgrado y Estudios Continuos de la Universidad Privada del Norte.
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