Durante los últimos años, el concepto de innovación disruptiva se ha convertido en un tópico imprescindible en las escuelas de negocios y en todo curso de actualización empresarial. El objetivo es que a partir del conocimiento de transformaciones concebidas con altos componentes de pensamiento lateral, sea posible generar soluciones diferentes y de mayor valor a las habituales, y por cierto atractivas para los consumidores.
Citando un artículo de The Economist, durante la década de los 90 Harvard Business Review puso de moda la frase “reingeniería”, tal como hoy lo es “innovación disruptiva”. En este contexto, TechCrunch, una página dedicada a la difusión de información tecnológica, ha creado un “festival de la disrupción”, en tanto la cadena por cable CNBC elabora una lista de las mayores compañías disruptivas. Señala la publicación que la sola mención de innovación disruptiva añade un rasgo de sofisticación a todo expositor, por lo que habría que empezar por develar los orígenes del concepto para terminar en los alcances que se desprenden de él.
La teoría de la innovación disruptiva fue propuesta por Clayton Christensen, profesor de Harvard Business School, en su libro The Innovator´s Dilemma (Dilema del Innovador). Christensen utilizó el término para describir innovaciones que crean nuevos mercados mediante el descubrimiento de nuevas categorías de clientes. Esto es posible a través de la introducción de nuevas tecnologías, pero también gracias al desarrollo de nuevos modelos de negocio o renovando tecnologías antiguas. Del mismo modo, Christensen diferencia la innovación disruptiva de la innovación sostenible, que mejora productos existentes. En ese sentido, las computadoras personales constituyeron una innovación disruptiva porque crearon un nuevo y masivo mercado para computadoras.
El dilema del innovador se presenta cuando una compañía enfrenta la dificultad de elegir entre mantener un mercado existente haciendo las mismas cosas mejor, y la posibilidad de capturar nuevos segmentos utilizando nueva tecnología y adoptando nuevos modelos de negocio. En el caso de IBM, la solución del dilema pasó por el lanzamiento de una nueva unidad de negocio para fabricar computadoras personales, mientras mantenía la producción de su línea tradicional. Netflix hizo un movimiento más radical al dejar atrás su precursor modelo de negocio (alquiler de DVD´s a través del correo postal) por el que maneja hoy en día (suministro de películas por suscripción vía streaming).
Las innovaciones disruptivas usualmente encuentran a sus clientes en la base del mercado. En tanto se trata de productos no probados ni pulidos, los precios no pueden ser elevados. Pero las necesarias y sucesivas mejoras les empieza a granjear seguidores, al punto de que pueden terminar redibujando la industria: es el caso de los avisos clasificados (Craigslist), las llamadas de larga distancia (Skype), las tiendas de discos (iTunes), la búsqueda en bibliotecas (Google) y la lectura de diarios (Twitter).
Gracias a la innovación disruptiva, hay buenas razones para pensar que los cambios se seguirán dando, al tiempo que el poder de las computadoras se incrementa y una mayor cantidad de facilidades de vinculan a Internet. Google ha prometido reinventar autos en la forma de vehículos autónomos. Amazon ha asegurado que reinventará las formas de compra (nuevamente) utilizando drones, mientras que las impresiones en 3D podrían provocar una revolución en la manufactura. Pero tal vez lo más sorprendente de las innovaciones disruptivas provendrá de los emprendedores que están en la base de la pirámide, empeñados en inventar nuevas formas de proveer educación y cuidados de salud a una fracción del costo de los actuales líderes del mercado.
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