El lenguaje construye realidades y es de esta manera que construimos en el día a día nuestra experiencia subjetiva, entendiendo por experiencia subjetiva la manera muy particular que cada uno posee de percibir la “realidad”, escrita entre comillas pues cada uno ve las cosas de acuerdo a los anteojos que tiene puestos. De esta manera y de acuerdo a nuestra construcción lingüística o al estilo explicativo que empleamos vemos el mundo de manera positiva o negativa.
Ya que me refiero al día a día, resulta oportuno observar las palabras que utilizamos en nuestro lenguaje, no sólo con las personas que nos rodean, pues es importante recordar que con quien más conversamos es con nosotros mismos mediante el diálogo interno. En ese sentido, amerita preguntarnos, a manera de introspección, ¿cuál es la calidad de nuestro diálogo interno? ¿Cuáles son las palabras que utilizamos con las personas de nuestro entorno?
Hay palabras y frases que utilizamos con frecuencia: “nunca”, “jamás”, “no es posible”, “pero”, “hubiera”, “problema”, “¿por qué?”. Veamos con detenimiento cada una de ellas.
La utilización del estilo explicativo “nunca” denota un contexto inalcanzable, algo negado para nosotros, una generalización que se expande a todas las áreas de nuestra vida. Así las cosas, ¿qué efecto causa en nosotros utilizar la palabra “nunca”. Podemos de alguna manera predecir que la persona estará creando una muralla insalvable con respecto a sus objetivos de vida.
Algo similar acontece con las palabras “jamás”, “imposible” y la frase “no es posible”. Todas denotan que cualquier esfuerzo será inútil, que no está en el futuro de la persona gozar de una calidad de vida, que lo que nos propongamos no es merecido por nosotros. Una de las maneras de cuestionar a estas palabras, que originalmente pueden hacer pensar en un futuro limitado e imposible de alcanzar, es utilizar preguntas dentro del ámbito del coaching. Así, ante una afirmación del tipo “nunca seré feliz”, la pregunta oportuna podría ser: ¿Qué sucedería si fueses feliz? Observemos que esta pregunta lleva a la persona a un estado deseado, sensorialmente produce el efecto de pasar de la inacción a la acción pues involucra aspectos sensoriales de la persona. Otra afirmación a manera de ejemplo: “Jamás conseguiremos expandir nuestro mercado”. La pregunta oportuna sería: ¿Qué impide que expandamos nuestro mercado? Lo que creamos con esta pregunta es una respuesta en la cual se identifica(n) aspectos reales o de creencia que de alguna manera obstaculizan el objetivo deseado.
Ahora bien, la palabra “hubiera” se encuentra en un contexto de tiempo pasado, algo que aconteció y que en el presente ya no tiene solución, es la famosa frase de “llorar sobre la leche derramada”. Recordemos que nadie puede retornar al pasado; sin embargo, con este “hubiera” el lamento es constante. Ante esta situación es recomendable trabajar en el tiempo presente y preguntarnos qué hacer para evitar situaciones embarazosas en el futuro. Prestemos atención a que la creación de escenarios futuros es posible.
Otra de las palabras usadas con mucha frecuencia es “pero”. Veamos un ejemplo: “Juanita es muy puntual pero carece de buena ortografía”. La palabra “pero” es semejante a un borrador lingüístico, es decir, borra todo lo bueno que podemos haber dicho con respecto a una persona, objeto, etc. Además es una palabra desmotivadora porque aparentemente reconoce un atributo y luego lo desmerece. Podemos tener otras opciones: “Juanita es muy puntual y con práctica podría tener una mejor ortografía”. En esta segunda opción no estamos desmereciendo la puntualidad de Juanita, sino afirmando que es posible para ella tener una mejor ortografía.
Un vocablo de uso constante es “problema”. Sucede cuando alguien se acerca a un counter o ventanilla de atención al público y la persona que atiende pregunta: “¿Cuál es el problema?”. Lo que hace esta persona es iniciar la conversación dentro de un contexto problemático, y ese ya es un mal comienzo porque quizás no se trate de un problema necesariamente. En una segunda escena se puede preguntar luego de efectuar el saludo correspondiente: “Buenos días, ¿en que lo puedo atender?”. Como se aprecia, suena diferente, no conlleva a un contexto de discusión o problemático.
Por último tenemos la pregunta ¿por qué?, una cuestión interesante pues la respuesta se circunscribe a una justificación. Es lo que acontece cuando preguntamos a alguien: “Pedro, ¿por qué llegas tarde? Damos por descontado que la respuesta será una justificación. En este caso, resulta muy interesante preguntar en nuestro mismo ejemplo: “Pedro, ¿qué significa para ti llegar tarde?”. La respuesta a esta pregunta es más profunda y se encuentra relacionada normalmente con un valor. En mi actuación de coach, alguna vez alguien me respondió: “Llego tarde por amor”. Respuesta increíble, ¿verdad? Resulta que el ejecutivo que me respondió así se refería por “amor” al hecho de tomar desayuno con sus dos pequeños hijos antes de ir al colegio.
Tengamos en cuenta entonces, querido lector, el cuidado de las palabras que utilicemos al explicar los diferentes aspectos de nuestro día a día. Dicha observación permitirá que miremos al mundo de una manera más constructiva y positiva.
Este post es una colaboración de Raúl Flores Casafranca, docente de la Escuela de Postgrado y Estudios Continuos de la Universidad Privada del Norte.
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