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Quiero que reflexionemos sobre la oportunidad que todos tenemos de aprender, de satisfacer nuestra curiosidad, de investigar, de hacer y vivir de lo que nos gusta con pasión. ¿Por qué pongo énfasis en la palabra “todos”? Al parecer, aún tendemos a estigmatizar lo que no comprendemos, a pensar que la educación regular no es para todos. Ante esta actitud negativa, aparece la frase educación inclusiva, ¿te suena?
La UNESCO define a la educación inclusiva como el “proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes, que involucren a cambios y modificaciones en los contenidos y estrategias, según las edades y que impliquen a todos los niños porque la educación es para todos”. Esto supone que todos los docentes deberíamos pensar que los sistemas y programas educativos que rigen en nuestro país deben o deberían de ser puestos en marcha para tal fin.
Ante esta realidad, la pregunta cae de madura: ¿cómo transformamos los sistemas educativos frente a la diversidad? Una educación inclusiva debe facilitar el aprendizaje, es decir, no puede discriminar. Debe darse cuenta que los niños y jóvenes con o sin habilidades diferentes aprenden juntos, tomando en consideración la experiencia de vida, la forma como cada familia ha estimulado el aprendizaje en sus niños, la metodología utilizada por los docentes y la forma de motivar la participación de todos.
Con ello se salvaguarda no solo la mejora en los aprendizajes, sino también la inserción de lo emocional. El sentirse aceptado, valorado y querido es un factor indispensable para el aprendizaje. Dicho en otros términos, el desarrollo de la autoestima del niño es clave para el logro del aprendizaje.
Es por todo ello que debemos derribar el mito de que las personas llamadas inclusivas no aprenden. Sí lo hacen, sólo que de diferentes maneras y tiempos (a unos les tomará un poco más que a otros).
Es importante, por estos motivos, que se dé una actualización y capacitación al personal docente; ya que de una u otra manera somos testigos de cómo algunos consideran que tener a un niño con habilidades diferentes como alumno “les quitará tiempo”. Por lo tanto, muchas veces tienen una actitud negativa hacia estos niños o jóvenes y dejan de lado esa vocación que hizo que elijan la docencia como profesión.
Sin embargo, aquel comentario también nos da a entender que los docentes desconocen del tema. Si supieran el real significado de lo que son los niños con habilidades diferentes, cambiarían esa actitud e investigarían sobre la existencia de técnicas, estrategias y metodología basados en los diferentes estilos de aprendizaje.
Esto se presentaría como un reto, un desafío que pone muchas veces a prueba la paciencia y la creatividad. Y una vez superado dejará la satisfacción de ver y sentir cómo los estudiantes cumplieron con los objetivos propuestos y lograron alcanzar las metas.
Entonces ¿qué es lo que ocurre con el personal docente? ¿Por qué la actitud negativa? La respuesta es clara: nos da miedo lo que desconocemos. El miedo tiende a paralizarnos, a no involucrarnos y alejarnos, no nos deja ver más allá y es allí donde aparecen los prejuicios, los pretextos y la falta de manejo en el aula.
¿Sabías que existen leyes inclusivas y que en el mundo existen cinco países que las toman muy en cuenta? Dichos países son Chile, Italia, Luxemburgo, Paraguay y Portugal. En este último se enfoca en la creación de una cultura escolar en donde todos encuentren oportunidades para aprender, respondiendo a las necesidades de cada alumno, promoviendo la equidad y la no discriminación. Sería interesante que el Perú también formara parte de este grupo.
Es pertinente recordar que existe el conocimiento sobre los estilos de aprendizaje y la utilización de las TIC como herramientas tecnológicas que aportan al logro de los aprendizajes significativos. Además de ello, se tiene que tomar en cuenta la variable emocional.
Por esta razón las palabras que los docentes utilizan para dirigirse a sus alumnos deben de ser correctamente elegidas. Se debe evitar el uso de apodos o cualquier tipo de expresión que falte el respeto o peor aún que busque humillar a cualquiera de manera directa o tácita.
Es importante centrarse en la persona y no en su supuesta “discapacidad”. Hay que tener en cuenta que parte de nuestras habilidades se forman dentro de casa, siendo estimulados desde muy pequeños. A esto se suman las diferencias individuales, las inteligencias múltiples, los estilos en que aprendemos, el desarrollo de la autonomía y del pensamiento creativo. Tenemos que considerar, insoslayablemente, que el ser humano es un ser biopsicosocial y que debido a ello pensamos, sentimos y nos adaptamos a las situaciones de acuerdo a nuestros aprendizajes junto con el equilibrio de nuestras emociones.
Es oportuno aprender a escuchar al alumnado y practicar la “escucha activa”. Es indispensable que los chicos se sientan en libertad de contar sus historias y de inspirar a otros con ellas. Los docentes debemos enseñar a niños y jóvenes a desarrollar las habilidades sociales para que amplíen su círculo de conocidos, generen lazos amicales y entiendan que en la diversidad está el “gusto”. De esta manera se podrá desafiar a los prejuicios y estereotipos.
Con un trabajo entre todos los miembros del sistema (padres, maestros, alumnos, psicólogos, colegios, la aplicación de políticas educativas pertinentes y una buena actitud hacia todo el alumnado) se logrará una sociedad más tolerante, educada, solidaria y humana.
Tomemos en cuenta que no fracasamos porque fallamos; fracasamos cuando dejamos de intentar.
*Esta nota es una colaboración de la Mg. Marcela Doris Quispe Ledesma, docente de la Universidad Privada del Norte.
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