Jaime estaba sentado a mi derecha. Como quien toca el piano o escribe a máquina, hacía un pequeño ruido en el tablero, en otro momento cogía el lápiz y con la parte del borrador golpeaba una tarola imaginaria. Yo no dejaba de mirarlo porque quería decirle en silencio que su actitud me incomodaba, la disertación era incomprensible para mí y con ese ruido me distraía más. El profesor estaba hablando ya más de veinte minutos sin parar, a la manera de un conferencista. Cuando mi vecino sintió mi mirada, volteó y me dijo: “¿Salimos? Te invito un café, ya no aguanto más”. Ya en el cafetín dio rienda suelta a sus opiniones:
–La verdad que ese profe, para decirlo de alguna manera, no tiene ética.
–¿Por qué? –pregunté–.
–Está hablando de craqueo catalítico y por lo que le he oído, no sabe de lo que está hablando. Yo soy ingeniero químico, trabajo en La Pampilla hace diez años y te puedo asegurar que el profe no conoce el tema.
Por aquel entonces estudiaba en una escuela de negocios y estar ahí era el sueño de muchos profesionales. Se hacía un gran esfuerzo económico para financiar una inversión académica así. Jaime se autofinanció y yo me gané una beca para poder estar ahí.
Tuve la suerte de que la empresa, antes del inicio de clases, nos actualizara en lectura veloz e interpretación de textos a pesar de que en ese momento ya éramos profesionales con experiencia. No fue en vano. El primer día de clases nos dieron todo o casi todo el material por cada curso. El “material” de lectura eran impresiones por cuya altura parecían guías telefónicas. Al revisarlo encontramos entre las lecturas seleccionadas un conjunto de hojas con títulos del tipo «El caso de la refinería», que podían llegar a veinte o más páginas en cada caso.
Con el pasar de los días caímos en cuenta que todos estaban referidos a grandes empresas trasnacionales ubicadas fuera del Perú, y coincidía con que el docente no conocía a la empresa y el proceso, y por otro lado, el caso en estudio nada tenía que ver con la mayoría de empresas en que nos desempeñábamos. Jaime era la excepción. Se trataba del curso de logística internacional y el referido docente probablemente había aceptado “dictarlo” confiado en que su experiencia en otros temas podría serle suficiente para analizar y enseñar utilizando el caso en cuestión. Nunca he vuelto a tener un profesor que tosiera tanto, como lo hizo aquél después de las preguntas de Jaime. La moraleja podría ser «No hables de ciencia sino de experiencia». Esa fue mi primera experiencia con la utilización de casos en la enseñanza superior.
¿Pero qué es esto de los casos?
El Método del Caso (MdC), denominado también análisis o estudio de casos, como técnica de aprendizaje tuvo su origen en la Universidad de Harvard (aproximadamente en 1914), con el fin de que los estudiantes de Derecho, en el aprendizaje de las leyes, se enfrentaran a situaciones reales y tuvieran que tomar decisiones, valorar actuaciones, emitir juicios fundamentados, etc. (Servicio de Innovación Educativa (UPM), 2008, p. 3)
Con el devenir de los años, y después de 1914, han ido apareciendo otras opciones como el Aprendizaje Basado en Problemas, por ejemplo. Como el objetivo de esta nota no es hacer un inventario de metodologías de enseñanza-aprendizaje, pasaré a fundamentar el título del artículo.
Todas las metodologías son «buenas» per se, pero su utilización depende de variables como el perfil del alumno, las competencias generales del centro de estudios y de los logros esperados en cada sesión, en cada curso, en cada ciclo académico, y por supuesto, del docente-facilitador-asesor-guía. A mi modo de entender, las metodologías de este tipo calzan a la perfección con el modelo educativo que propugna el desarrollo de competencias como capacidad para resolver problemas, pensamiento crítico y aprendizaje autónomo, para mencionar solo algunas. Pero hay un problema cuando el docente utiliza casos que no son de su experiencia profesional. Al hacerlo, está utilizando experiencias ajenas, va a disertar sobre un asunto sobre el que no tiene profundo conocimiento, y es probable que se encuentre con un alumno que trabaja en el tema.
Mi propuesta es que cada docente traslade su experiencia laboral a la universidad. Las situaciones, los problemas vistos en la empresa, son valiosos insumos para convertirse en casos siguiendo las pautas metodológicas, y aquí creo fundamental la conformación de un comité de redacción que dé forma académica a la experiencia profesional.
*Este post es una colaboración de Fernando Céspedes-Pais, docente de la Universidad Privada del Norte.
Referencias:
Servicio de Innovación Educativa (UPM) (2008). El Método del Caso, guías rápidas para nuevas metodologías. Universidad Politécnica de Madrid. Madrid: Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Compartir bajo la misma licencia 2.5. Recuperado el 23 de mayo de 2016, de http://innovacioneducativa.upm.es/guias/MdC-guia.pdf
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey Dirección de Investigación y Desarrollo Educativo, V. A. (s.f.). El Aprendizaje Basado en Problemas como técnica didáctica. LAS ESTRATEGIAS Y TÉCNICAS DIDÁCTICAS EN EL REDISEÑO, 37. Recuperado el 23 de mayo de 2016, de http://sitios.itesm.mx/va/dide2/tecnicas_didacticas/abp/abp.pdf
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