Breve recorrido por la historia de la neurociencia

Los orígenes de la neurociencia podríamos situarlos alrededor de 2,400 años atrás. Con el paso del tiempo, su importancia se ha extendido a diversos campos, uno de los cuales es de especial interés para los educadores: la neuroeducación.

Dentro de los nuevos campos del saber, hay uno muy actual pero con una raigambre tan histórica como la humanidad misma. La neurociencia en estos últimos años ha demostrado que puede abarcar todos los campos del conocimiento: anatómicos, bioquímicos, psicológicos, marketeros y uno que abre nuevas fronteras para nosotros los educadores: la neuroeducación. 

Pero para poder adentrarnos en este neuronal viaje de los nuevos enfoques educacionales debemos revisar los antecedentes que la neurociencia ha ido sumando con el transcurrir del tiempo.

Y no podía ser de otra forma, los griegos –siempre los griegos- desde Alcmeon de Crotona que postuló que el cerebro asienta el pensamiento y las sensaciones o esta rotunda cita del creador del juramento médico, Hipócrates, padre de la medicina: “Los hombres deben saber que las alegrías, gozos, risas y diversiones, las penas, abatimientos, aflicciones y lamentaciones proceden del cerebro y de ningún otro sitio. Y así, de una forma especial, adquirimos sabiduría y conocimiento, y vemos y oímos y sabemos lo que es absurdo y lo que está bien, lo que es malo y lo que es bueno, lo que es dulce y lo que es repugnante… Y por el mismo órgano nos volvemos locos y delirantes, y miedos y terrores nos asaltan… Sufrimos todas estas cosas por el cerebro cuando no está sano… Soy de la opinión que de estas maneras el cerebro ejerce el mayor poder sobre el hombre.”. Aunque Aristóteles borre la plana, dándole al corazón el protagonismo “que hasta hoy en algunos funciona” y proponiéndolo como el gestor del intelecto.

Ya en Roma con Galeno se diferenció la dureza del cerebelo y el cerebro, adjudicando a cada uno de estos sus dominios: los músculos al primero; la memoria y sensaciones al segundo.

La etapa medieval fue de un silencio casi sepulcral. La Iglesia se encargó de sumirnos en un profundo insomnio del pensamiento, salvo Vesalio (ya escapa del medioevo), que aporta con sus estudios a la anatomía del cerebro.

Será René Descartes quien planteará que el cerebro rige nuestra conducta animal y dejará “l’sprit” para capacidades más elevadas, abriendo con esto la problemática mente-cerebro que hasta el día de hoy sigue apasionando las conversas filosóficas.

Tras esto las sustancias gris y blanca empiezan a generar nuevas ideas (y para el tiempo, nada descabelladas). Una lesión en el cerebro produce alteraciones corporales, de pensamiento, etc. Y esto a diferenciar la parte dañada con determinada función.

Ya en la modernidad, Du Bois Reymond electrifica el cerebro que le dará, según la intensidad, información sensorial o motora. Pero cabe aclarar que será Luigi Galvani quien descubra que las células producen electricidad, y de aquí de paso a la neurofisiología. Varios estudios posteriores, siguiendo esta línea, llevaron a Broca a identificar el centro del habla (el área de Broca).

Santiago Ramón y Cajal es trascendental en el avance de la neurociencia. Es lo que podríamos decir el creador de lo que mañana más tarde será la palabra “sinapsis”, acuñada por Sir Charles Scott Sherrington, que es el contacto que deben de tener las neuronas para comunicarse entre sí; y si bien se trajo abajo la teoría de Golgi (ganador del Nobel), quien decía que las neuronas se encuentran unidas unas a otras, sin estos dos aportes no hubiera seguido girando el mundo.

Ya con Birkmayer y Hornikiewicz, que generan L-dopa para contrarrestar la disminución de la amina-biógena: dopamina en pacientes de Parkinson, se dio un paso gigantesco en la bioquímica que se sustenta en la neurociencia, aunque uno de los pasos esenciales en nuestro campo de acción será la psicología. Como ya dijimos, fueron los griegos quienes empezaron el cuestionamiento en torno a la naturaleza de la mente y el comportamiento humano. Ya Darwin hablaba de la conducta heredada y hoy con las diferentes escuelas o propuestas psicológicas vamos descubriendo que este estudio viene en un crecimiento que solo el siglo XXI puede ofrecerle. Por ejemplo, dentro de los trastornos del aprendizaje, Karl Lashley realizó estudios sobre lesiones localizadas del cerebro y buscó relacionarlas con el aprendizaje (teoría hoy desechada), pero abre nuevas rutas que ya habían sido transitadas por Broca: “¡Nous parlons avec l’hémisphère gauche!”.

Como vemos, la neurociencia, soporte de la neuropsicología, y ésta de la neuroeducación, arman una trilogía casi celestial en esta nueva ruta que se nos presenta a los docentes del siglo XX, que de lo atrevidos que somos irrumpimos al siglo XXI con las herramientas que el saber de hoy sigue descubriendo en este mismo instante.

*Este post es una colaboración de Renato Salas Peña, docente de la Facultad de Estudios Generales de la Universidad Privada del Norte.

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