Estaba con el tiempo justo para entrar al aula de clases cuando un atento y melenudo jovencito me preguntó si podía ayudarme. Le contesté que necesitaba ubicar el salón Q-403 en la Facultad de Ingeniería Química. Para mi sorpresa, el muchacho no solo me indicó a qué pabellón debía dirigirme sino que, además, me sugirió subir por la escalera ubicada a la derecha para llegar más rápido. Quedé gratamente sorprendida por su amabilidad y educación ya que, desde hace un buen tiempo, los jóvenes parecen no considerar importantes las reglas de cortesía y los buenos modales. Términos usados para definir el “respeto por cada persona, sin distinción de clase o condición social” (Sáez y Crespillo, 1990, p.15) y elementos necesarios para una convivencia sana. En las líneas siguientes reflexionaré en torno a estas buenas prácticas.
El currículo académico de hace 60 años contemplaba como lectura obligatoria el libro Urbanidad y buenas maneras, conocido como Manual de Carreño, obra venezolana publicada en 1853, en la que se aprecian consejos acerca del comportamiento humano (adultos, jóvenes y niños) en espacios públicos y privados. Iniciativa interesante que, con el tiempo, perdió importancia y de la que no se volvió a gestionar nada similar.
Ceder el asiento en el bus, pedir permiso al pasar por una vereda estrecha y hasta contestar el saludo se ha convertido en una trivialidad, “fuera de moda”, en “anticuado”, “propio de viejos” y hasta poco “chic” como dirían algunas jovencitas. Lo que parecen no entender estos jóvenes y otros no tan jóvenes es que sin el respeto a las normas de convivencia nuestra sociedad se torna anacrónica, despiadada y hasta insulsa. Una de las condiciones para obtener la felicidad es hacer la vida agradable a nuestros semejantes.
Con ello, además, demostramos nuestra calidad como seres humanos. La urbanidad es un conjunto de reglas comunitarias que “manifiesta nuestra educación como miembros de la misma (…) sirve como un regulador de nuestra conducta dentro del medio en que vivimos, con las personas con las que compartimos y con aquellas con las que nos relacionamos casualmente”. La urbanidad comprende actitudes valiosas como el respeto, la cortesía, la atención y la tolerancia (Suárez, 2014, p.66). Todas estas son cualidades que nos adornan y que resultan más valiosas que las joyas más preciadas. Son variadas y sencillas las acciones que podríamos realizar diariamente en nuestras casas, en el trabajo, en el barrio y en la universidad y que contribuirían con el bienestar general. He aquí algunas sugerencias:
El recuento de recomendaciones puede ser largo; por ello, estimado lector, qué otra actividad podrías sugerir. Dejo esa tarea a tu consideración.
*Este post es una colaboración de María Natalia Rebaza Wu, docente de la Facultad de Estudios Generales de la Universidad Privada del Norte.
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