Muchos afirman que un país sin cultura es un país sin identidad. Sin embargo, hay quienes sostienen que cultura es toda creación humana, y otros que en sentido estricto la palabra cultura solo debe entenderse dentro de una esfera elitista o de manera individual.
Pero, ¿qué tipo de cultura predomina hoy en el mundo? Sobre todo teniendo en cuenta que nos encontramos en un mundo globalizado, donde no existen fronteras ni conocimiento que no sea posible de alcanzar o traspasar.
Irene Martínez Sahuquillo analiza dos acepciones de cultura: desde el punto de vista restringido y desde el amplio sentido antropológico.
Actualmente el término cultura ha alcanzado una elasticidad semántica que puede comprender una sinfonía de Beethoven, una novela de Dostoievski, una canción popular o un espectáculo de masas, dejando de lado su sentido estricto. Más bien, ya se habla de una era de poscultura o una visión de la cultura desde el punto de vista antropológico, que comprende valores, costumbres, normas de conducta, ritos, técnicas, creencias, prácticas sexuales, etc.
El término cultura resulta ser tan amplio que se relaciona con la sociología cuando se habla de la llamada cultura de masas, cultura de empresa o cultura de la pobreza. E incluso dependiendo del país, como sucede en España, se puede hablar de la “cultura del pelotazo”, la cultura de la violencia, etc.
Es innegable la evolución y el triunfo indiscriminado y eclético que ha tenido el vocablo cultura en sus acepciones historicista, antropológica, culturalista y sociológica, hechos que han sido denunciados en libros como La derrota del pensamiento, El asedio de la modernidad o El cierre de la mente moderna.
En consecuencia, tal parece que nos encontramos ante una mutación que consiste en que la cultura como tal ya no es dotada de la relativa autonomía que disfrutó en tiempos del capitalismo, al punto que hoy en día todo lo que contiene nuestra vida social se ha vuelto cultural. D’Maggio considera que estamos asistiendo a un proceso de “desclasificación cultural” y hasta se habla de un idilio entre comercio y cultura.
Fue el romanticismo como el neo romanticismo de principios de este siglo, como también el nacionalismo, quienes sentaron las bases para un giro de perspectiva en relación con la cultura.
Asimismo, el culturalismo fue penetrando en las instituciones hasta alcanzar a la misma UNESCO, que define cultura como el conjunto de conocimientos y valores que no son objeto de ninguna enseñanza y que, no obstante, toda la comunidad sabe. En consecuencia, como bien plantea José Sebreli, ¿para que se fomenta la educación si la cultura se adquiere espontáneamente?
Una vez más podemos reafirmar que existe una multiplicación de significados y connotaciones dados al vocablo cultura. Tal como señala Martínez Sahuquillo tomando como ejes centrales la cultura desde el punto de vista restringido y antropológico, este concepto es visto a partir de las dicotomías universalismo versus particularismo, nacionalismo versus cosmopolitismo, populismo versus individualismo y en algunos momentos históricos totalitarismo versus liberalismo democrático.
Podemos decir entonces que la cultura en un sentido restringido obedece a una realidad que se cultiva y adquiere mediante un esfuerzo de refinamiento y entrenamiento específico en escuelas, institutos, academias, etc., bien sea mediante el aprendizaje directo o la enseñanza de un maestro. Otra definición importante es que se trata de una producción consciente de una serie de individuos entrenados en un arte o saber que requiere una cualificación elevada, además de unas dotes que se hallan repartidas de forma desigual entre la población, siendo más susceptible de lograrse en las democracias desarrolladas.
De otra parte, la cultura desde un enfoque antropológico surge de manera espontánea en la vida social de un pueblo o grupo, normalmente se nace con ella o se lleva en la sangre y se da de manera inconsciente. Dicho pueblo o colectivo unitario expresa su manera de vivir, pensar y sentir mediante diversos actos y hechos significantes, de los que se participa grupalmente y de forma ritualizada.
Parsons establece un sistema de variables-pautas para diferenciar una sociedad de otras que bien podrían relacionarse con el término cultura. Así, partiendo del par formado por adscripción versus adquisición, la cultura desde el punto de vista antropológico posee una naturaleza vinculada a lo primero, pues por nacer en una comunidad o parte de ella al sujeto se le socializa en un conjunto de creencias, conocimientos y prácticas que se adoptan desde la cuna, mientras que desde el punto de vista restrictivo se adquiere.
Si se toma como referencia la pareja particularismo-universalismo, resulta en primer término que no existe una cultura sino diversas culturas que son solo significantes para los miembros que forman parte de cada una de ellas, mientras que la universalista está constituida por un solo pueblo o grupo dado que está dirigida a cualquier individuo cultivado o formado en alguna de las artes o saberes.
En tercer lugar se encuentra la pareja formada por las oposiciones afectividad – neutralidad afectiva, existe luego la contraposición de difusividad y especificidad y por último se encuentra el par constituido por las variables orientación a la colectividad y la auto orientación.
Luego de este análisis, en palabras de Emilio Lamo Espinosa, las sociedades tradicionales son sociedades de cultura mientras que las actuales son predominantemente sociedades de ciencia.
Por último, si bien es cierto que se ha deslegitimizado la palabra cultura, hoy en día nos encontramos en un proceso de globalización donde la cultura desde una perspectiva antropológica termina imponiéndose, puesto que favorece la cohesión o solidaridad del grupo, mientras que la cultura en su sentido restrictivo no sirve como vehículo de integración social de los individuos cultivados, lo que Durkheim llamó en su momento “egoísmo” que yo agregaría de tipo social.
De lo que se trata es de formar identidades colectivas que permitan reforzar el sentido tradicional y homogéneo de las comunidades dejando de lado el sentido individualista, puesto que nos encontramos en un desplazamiento de la cultura por las culturas y el multiculturalismo es la ideología dominante del momento. No obstante, tampoco podemos cerrar los ojos ante el fenómeno de la hipercomercialización de la cultura, que también viene creando una profunda crisis de identidad, algo que no puede detenerse pero sí evolucionar. Los estudios culturales son una gran iniciativa que muchos científicos sociales vienen trabajando en temas tan controversiales como el nacionalismo, psicoanálisis, etc.
La tarea finalmente es decidir si queremos pertenecer a ese grupo cultural restringido o a ese grupo cultural con sentido antropológico. Se trata de que todos puedan acceder al conocimiento y que no solo pensemos que eso se puede desarrollar en democracias desarrolladas.
*Este post es una colaboración de Melissa Gonzales Medina, docente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Privada del Norte.
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