La unidad y el trabajo en equipo, las únicas rutas para salir adelante

Hace poco escuché a un amigo y hombre de empresa decir que “se hizo solo”, en alusión a que no necesitó de nadie para sacar adelante su emprendimiento. La convicción con que pronunció esta frase me provocó cierta pena. ¿Es posible que nadie estuviera a su lado para ayudarlo, para darle una palabra de aliento, para hacerle sentir que no estaba solo? Finalmente, entendí que esto no podía ser real, que posiblemente este empresario no recordaba el rostro de tantas personas que, estoy segura, lo ayudaron de múltiples formas a sacar adelante su hoy próspera empresa.

Pensando en este empresario recordé a Charles Plumb, un capitán sobreviviente de un combate aéreo en Vietnam. Plumb fue atacado y su avión se precipitó a tierra, pero salvó la vida gracias a que se eyectó y pudo hacer uso del paracaídas. Tras seis años como prisionero, Plumb fue liberado y relata que un día lo saludó un hombre con un abrazo afectuoso. Él no lo recordaba, pero aquel hombre le manifestó que había sido uno de sus soldados y que le alegraba saber que había logrado activar el paracaídas y sobrevivir. “Yo soy –le dijo- el soldado que tenía como una de sus funciones asegurar que todo en su cabina funcionara, y de doblar su paracaídas para cuando lo necesitara. Vivo feliz de saber que funcionó”.

Plumb aprendió en ese instante que muchas personas están en nuestras vidas apoyándonos sin que nos percatemos de ello, y aún más, sin que podamos agradecer  esa presencia y esas acciones. Nunca estamos solos, es imposible “hacerse solo”. Podemos creer que nos “hacemos solos” u olvidar a quienes nos apoyaron, pero eso ya es distinto.

¿Cuántos de nosotros -como el empresario de mi historia o el mismo Plumb- no reparamos en el apoyo que otros nos brindan? Siempre tenemos a alguien doblándonos un paracaídas. A un padre que se esfuerza por darnos lo mejor, a una madre que nos alegra con un pequeño gusto, a una esposa que sonríe a su esposo a pesar de estar muy cansada, a un esposo que trabaja arduo solo soñando con lo mejor para su familia. Pero también un hijo que a pesar de lo poco que ve a sus padres corre a abrazarlos cuando los ve, o una nana que cuida de tus hijos mientras no estás, o quien limpia tu casa para que la encuentres hermosa, o el amigo que está ahí solo para acompañarte. O ese tío, abuelo o vecino que en algún momento te brindó una palabra de aliento, una sonrisa o simplemente su presencia.

Te invito a recordar a esas personas, a esos rostros  que en algún  momento doblaron o están doblando el paracaídas para ti. Junto con ese recuerdo, agradece y reconoce el amor y el aprecio que hay por ti. Consérvalo.

Visité a mi amigo empresario antes de terminar este artículo y luego de leer el borrador reconoció muchas personas que doblaron un paracaídas para él. Amigos olvidados, concesionarios no apreciados, caseras que esperaban pagos atrasados, tíos que lo visitaban y alentaban, abuelos que le sonreían y animaban, una esposa que confiaba, hijos que supieron esperarlo y muchos más. Cuando leas este artículo, él habrá ido a ver a varios de ellos para agradecerles por doblar su paracaídas en algún momento de su vida. Espero que tú también puedas hacerlo.

*Este post es una colaboración de Ariadna Hernández De Tejeda, vicerrectora de Calidad Educativa de la Universidad Privada del Norte.

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