La existencia de la Semana de la Prevención del Embarazo en Adolescentes nos da a notar la importancia de abordar dicha problemática desde todos los sectores involucrados.
En el Perú, la tasa de embarazo en adolescentes es del 13%, cifra que no puede disminuirse desde hace 25 años. Según el informe de la defensoría del pueblo, una de cada cinco niñas menores de quince años ha sufrido violencia sexual, esta cifra es alarmante y nos refleja la vulnerabilidad de los adolescentes frente a la conservación de su salud no solo física, sino también mental y social.
Por otro lado, 13 de cada 100 adolescentes entre 15-19 años se encuentran embarazadas o ya son madres. Las cifras más alarmantes se encuentran en la selva peruana, donde 23% de ellas, alguna vez estuvieron embarazadas.
Pero, ¿qué nos dicen estas cifras? Una adolescente embarazada es el reflejo de la casi nula accesibilidad a salud y educación sexual, la misma que debe ser brindada, oportuna, de calidad e integral.
Consecuencia de ello, las limitaciones para las adolescentes aumentarán tanto de manera individual como colectiva, afectando sus derechos a la educación, vivienda, protección y salud, predisponiéndolas a una situación de pobreza, disminuyendo sus posibilidades de inserción escolar, laboral, social, crecimiento personal, etc.
Un embarazo temprano es un riesgo para la salud de la madre y de su hijo(a), más aún cuando la atención prenatal es inexistente o tardía. El embarazo en la adolescencia es una de las principales causas de nacimientos prematuros, preeclampsia, hemorragias, hiperemesis gravídica, entre otras complicaciones obstétricas.
Si bien es cierto una adolescente ya se encuentra en edad reproductiva, eso no quiere decir que su cuerpo haya culminado su proceso de crecimiento y desarrollo, aún no está preparado para mantener un embarazo y enfrentar un parto. Esta situación predispone a la madre adolescente a sufrir complicaciones obstétricas e incluso la muerte.
A su vez, la morbimortalidad, mortalidad, bajo peso al nacer o retardo mental, son algunas de las complicaciones en los bebés de estas madres.
Las consecuencias físicas no solo son parte de esta problemática. Las adolescentes que presentan daños a nivel emocional son condicionadas a depresión, baja autoestima, abuso de alcohol y otras sustancias, insomnio e incluso suicidio. De la misma manera aumentan las situaciones de discriminación, estigma social por parte de la familia y comunidad, perdiendo o careciendo del desarrollo de la autonomía, vulnerabilizándola a la violencia y maltrato por parte de sus figuras de apoyo e incluso podría ser parte de la cadena de maltrato al ejercerla sobre sus hijos.
En conclusión, el embarazo a temprana edad es un reflejo de la desigualdad de oportunidades y rezago de la gestión sanitaria y de justicia en favor del cuidado de la salud de nuestros niños y adolescentes.
Los profesionales obstetras estamos en la capacidad y obligación de mejorar está situación a través de propuestas y acciones que beneficien y mejoren el acceso a la salud y educación sexual integral, a la anticoncepción efectiva y moderna y participación en la creación de políticas para este grupo poblacional.
Es por ello, la importancia de abordar este problema de salud pública de una manera multisectorial, generando conciencia sobre la importancia del cuidado de nuestros adolescentes, resguardando sus derechos, su salud integral y sobre todo, generando un trato digno cuidando.
*Este post es una colaboración de Katia Vargas Ruas, Coordinadora Especialista de la carrera de Obstetricia de la Universidad Privada del Norte.