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Consideremos el caso de Anne, coordinadora de ventas en una prestigiosa empresa de tecnología. A pesar de haber sido promovida por su destacado desempeño en los últimos tres años, cada vez que cerraba un contrato importante, en lugar de sentirse orgullosa, atribuía su éxito a la suerte o temía que, tarde o temprano, descubrieran que no era tan competente como los demás creían
Cada reunión de equipo la llenaba de ansiedad, pues temía que sus colegas descubrieran que no sabía tanto como aparentaba. Para evitarlo, trabajaba horas extras, revisando cada detalle de sus reportes una y otra vez, asegurándose de que fueran impecables. Sin embargo, incluso cuando recibía elogios de su jefe, su atención se centraba únicamente en los pequeños errores que había cometido.
Un día, Clara, su mentora en la empresa, notó su estrés constante y le preguntó qué le preocupaba. Anne, con cierta inseguridad, confesó su miedo a no estar a la altura de su cargo.
Este caso refleja claramente el síndrome del impostor, un fenómeno en el que las personas dudan de sus logros y sienten un miedo persistente a ser descubiertas como un fraude, a pesar de la evidencia objetiva de su competencia en el ámbito personal, académico o profesional (Clance & Imes, 1978). Según Bravata et al. (2020), el síndrome del impostor está asociado con ansiedad, depresión y baja autoestima, lo que puede afectar significativamente el desarrollo personal y profesional.
Las causas se pueden atribuir a factores psicológicos y sociales:
Perfeccionismo: Las personas con altos estándares pueden sentirse insatisfechas con sus logros y atribuir su éxito a la suerte en lugar de su competencia (Vergauwe et al., 2015).
Autoconcepto negativo: Una baja autoestima y la comparación constante con los demás pueden reforzar la sensación de no ser lo suficientemente buenos (Kolligian & Sternberg, 1991).
Miedo al fracaso: El temor a no cumplir con las expectativas puede generar dudas constantes sobre las propias habilidades (Neureiter & Traut-Mattausch, 2016).
Cultura del éxito: En sociedades altamente competitivas, las personas pueden sentir la necesidad de demostrar constantemente su valía (Clance, 1985).
Influencias familiares: Un entorno familiar que enfatiza el rendimiento académico o profesional puede contribuir a la percepción de insuficiencia (Schubert & Bowker, 2017).
Diferencias de género: Estudios sugieren que las mujeres tienden a experimentar el síndrome del impostor con mayor frecuencia debido a estereotipos de género y barreras sociales (Bravata et al., 2020).
Las personas con síndrome del impostor suelen presentar los siguientes patrones de comportamiento (Neureiter & Traut-Mattausch, 2016):
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Para contrarrestar el síndrome del impostor, se recomienda:
Registro de logros: Llevar un diario de éxitos y progresos ayuda a visualizar el crecimiento personal y profesional.
Técnicas de mindfulness: La meditación y la atención plena pueden reducir la ansiedad y mejorar la autocomprensión (Neureiter & Traut-Mattausch, 2016). Por ejemplo: Disfruta de momentos a solas o en compañía en la naturaleza y contempla todo lo bueno que hay alrededor.
Desafiar pensamientos negativos: Usar técnicas cognitivo conductuales para modificar patrones de pensamiento limitantes (Kolligian & Sternberg, 1991).
*Esta nota es una colaboración de Heber Seminario Ortiz, coordinador de la carrera de Psicología de la Universidad Privada del Norte.
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