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A menudo nos preguntamos qué hacer frente a un problema que está absorbiendo nuestra vida. Solemos ahogarnos en un vaso de agua. Cada ser humano reacciona de manera distinta frente a las vicisitudes.
Probablemente, conocemos personas, colegas, compañeros de estudios, amigos o familiares que se caracterizan por su intelectualidad y seguridad ante asuntos relacionados con el trabajo o los estudios. Sin embargo, frente a problemas amorosos, familiares, pérdidas personales, etc., su inteligencia intelectual se ve mermada por su incapacidad para controlar sus emociones. Cuando lidian con determinadas situaciones, estas personas permiten que la emoción gobierne sus acciones de manera que no razonan y las consecuencias de sus actos son desfavorables.
La inteligencia emocional es la relación equitativa entre emoción y cognición. Para Goleman (2000), consiste en la capacidad de reconocer sentimientos y emociones y emplearlos de manera productiva haciendo uso de destrezas, actitudes y habilidades.
Esta capacidad permite establecer buenas relaciones con nuestro entorno. Educar nuestra inteligencia emocional se ha convertido en una prioridad para un óptimo desenvolvimiento en los ámbitos laboral, académico y familiar.
No basta con tener una formación altamente académica para lograr el éxito. Es necesario conocer y gestionar nuestras emociones. Goleman ha tratado de enunciar qué factores determinan nuestra inteligencia emocional. Entre estos se encuentran el autocontrol, el entusiasmo, la empatía y la inteligencia emocional para el trabajo.
El autocontrol es el control de sí mismo y el gobierno de las propias emociones es el arte de contenerse frente a estímulos que despierten pasiones. Lograr el autocontrol constituye un agigantado paso en el desarrollo de la inteligencia emocional. Según D. W. Winnicott, este control se puede aprender, sobre todo, durante la infancia.
Dos de las emociones más difíciles de controlar son el enfado y la tristeza. En ambos casos, los especialistas recomiendan mecanismos de distracción contra el estímulo que condujo a estas emociones.
El entusiasmo implica asumir una actitud positiva respecto a lo que se hace; se relaciona con el disfrute de la actividad. Diversos estudios han comprobado que, bajo el éxito de las personas, subyacen sus ganas de hacer las cosas.
Con el entusiasmo convive el optimismo, entendido como el anhelo realista de lograr las metas y la convicción de que se cuenta con los recursos necesarios para ello. Motivarse a sí mismo y contagiarse de optimismo evidencia inteligencia emocional. Contrariamente, las emociones opuestas al entusiasmo son la ansiedad y la preocupación. Realizar actividades con altos grados de ansiedad es casi una sentencia al fracaso.
La empatía es la capacidad para entender las emociones de los demás y sensibilizarse frente a estas. Esta habilidad tiene sus raíces desde pequeños. La empatía se forma desde el seno del hogar y se inicia con el vínculo parental-filial.
Algunos estudios demuestran que los bebés suelen llorar al oír el llanto de otro bebé. La capacidad de sensibilizarse ante el padecer ajeno afecta las relaciones sociales, laborales y afectivas. En cambio, la ausencia de empatía suele ser un rasgo distintivo de las personas con tendencias delictivas ya que son inmunes a la sensibilidad por el dolor del otro.
Según Daniel Goleman, existen dos tipos de inteligencia emocional:
La inteligencia emocional implica favorecer la tolerancia y desterrar los prejuicios en un entorno caracterizado por su heterogeneidad. Los líderes deben aprender a explotar las diversas competencias de sus colaboradores y propiciar un feedback constructivo. Numerosos estudios demuestran, además, que quienes mayor éxito tienen en el ámbito laboral son las personas que han establecido relaciones sociales óptimas y han desarrollado una alta capacidad para resolver problemas o acudir a quienes puedan solucionarlos.
Las emociones juegan un papel importante en diversos ámbitos de nuestras vidas. Gestionar estas emociones implica un reto: un trabajo de reconocimiento y aceptación de quiénes somos y qué buscamos.
*Este post es una colaboración de Jeniffer García, docente de la Facultad de Estudios Generales de la Universidad Privada del Norte.
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