En las últimas semanas hemos visto con alarma las torrenciales lluvias que se registran en diversas zonas de nuestro país con destrucción de viviendas, puentes y carreteras por el desborde de los ríos. Esto ocurre por el inusitado calentamiento del mar en la costa, que ha llegado a temperaturas de 29° C (lo habitual es que no sobrepase los 25° C en el verano) ocasionando una fuerte evaporación del agua con la consecuente precipitación de lluvias, particularmente en la costa norte de nuestro país (Tumbes, Piura y Lambayeque), fenómeno que ha sido llamado “niño costero”.
Adicionalmente, el colapso de los sistemas de agua y desagüe, la suspensión del suministro de electricidad y el estancamiento de aguas son el escenario ideal para la emergencia de enfermedades infecciosas que si no se toman las medidas necesarias para su prevención y control pueden originar grandes epidemias con un impacto social y económico impredecibles.
¿Qué enfermedades pueden aparecer o reaparecer en las zonas afectadas por el “niño costero” y cómo podemos prevenirlas?
Las enfermedades diarreicas agudas, incluyendo la fiebre tifoidea, salmonelosis y hepatitis A son enfermedades transmitidas por la ingesta de alimentos y bebidas contaminados. La falta de electricidad ocasiona la descomposición de alimentos perecibles que requieren ser refrigerados para su conservación y la escasez de agua potable se convierte en el más importante factor de riesgo para la aparición de estas enfermedades a gran escala. Las medidas de acción con mayor impacto en este contexto son la ayuda estatal con alimentos no perecibles y agua potable envasada, el escrupuloso lavado de manos antes de la ingesta de alimentos y la cloración para desinfectar el agua y hacerla potable. Lo ideal es utilizar pastillas comerciales de cloro según la indicación del fabricante (la dosis habitual es de 5 mg de cloro activo por litro de agua) y dejar reposar por un tiempo no menor de 30 minutos. En situaciones catastróficas de emergencia podría usarse el hipoclorito de sodio (lejía) a una dosis de 1 gota por litro de agua, pero no se recomienda usar el cloro comercial para lavado de ropa porque contiene otros compuestos químicos que pueden ser peligrosos para la salud.
El otro grupo de enfermedades que aparecen, reaparecen o se intensifican son las transmitidas por la picadura de mosquitos (llamadas enfermedades “metaxénicas”). En este grupo tenemos principalmente a la malaria y el dengue; pero también la fiebre amarilla, chikungunya y el famoso zyka. La presencia de aguas estancadas y las temperaturas elevadas son el caldo de cultivo para la rápida reproducción de los zancudos que transmiten estas enfermedades. Los síntomas que producen son bastante generales y comunes: dolor de cabeza, dolores en los huesos, malestar general, fiebre, escalofríos y en algunos casos coloración amarillenta de la piel y los ojos. La malaria por Plasmodium falciparum (malaria “maligna”) y el dengue “hemorrágico” son formas potencialmente mortales y su aparición está claramente vinculada a desastres naturales. Así, luego del último fenómeno de El Niño grave del año 2001 tuvimos el mayor brote de dengue de nuestra historia, habiéndose reportado más de 24,000 casos, incluyendo el primer reporte de dengue hemorrágico. Desde hace algunas semanas se encuentra disponible en el Perú – al igual que en otros doce países, incluyendo México y Brasil- la primera vacuna del mundo capaz de prevenir las formas graves de dengue, indicada para personas en riesgo entre los 9 y 45 años de edad, con tres aplicaciones por vía intramuscular (0, 6 meses y 1 año). A pesar que ha sido aprobada para su comercialización en establecimientos de salud privados, aún no se encuentra dentro de los esquemas de vacunación del Ministerio de Salud (MINSA).
Es importante hacer una rigurosa y rápida evaluación del costo-beneficio de su aplicación en la actual situación de emergencia sanitaria, considerando además que una vez adquirida la enfermedad no existe ningún tratamiento disponible. En el caso de la malaria es posible utilizar medicamentos para su prevención, como la Mefloquina que se administra por vía oral una vez por semana durante todo el tiempo que la persona se encuentra en la zona endémica y hasta por cuatro semanas después su retorno. En este caso sí contamos con diferentes esquemas de tratamiento antibiótico para los pacientes que adquieren la enfermedad, pero aún así la tasa de mortalidad sigue siendo elevada. En todos los casos es fundamental la aplicación de medidas de prevención y control colectivas a nivel comunitario: evitar la colección de agua estancada en floreros, macetas y llantas; asegurar que los depósitos de agua (pozos, cilindros, tanques y baldes) cuenten con tapas y se encuentren herméticamente cerrados; el uso extensivo de mosquiteros, ropa que cubra los brazos/ piernas y uso frecuente de repelentes, así como la fumigación domiciliaria a cargo de la autoridad sanitaria local.
También es importante alertar sobre la posible aparición de casos de una enfermedad potencialmente mortal que no es transmitida por mosquitos: la leptospirosis. En las imágenes transmitidas por los medios de comunicación vemos a muchas personas -particularmente niños- deambulando descalzos o con sandalias en las “lagunas» y «ríos” en los que se han convertido las casas y calles de las zonas afectadas por las inundaciones. En estas zonas las alcantarillas y el desagüe han colapsado ocasionando la proliferación de roedores y las personas se infectan cuando el agua estancada que ha sido contaminada por la orina de las ratas se pone en contacto directo con lesiones en la piel, especialmente de los pies (también los ojos o las mucosas). Una buena forma de prevenirla es con el uso temporal de botas impermeables de goma mientras dure la emergencia sanitaria, especialmente por las personas que han acudido a socorrer a los damnificados y reparar los daños (militares, bomberos, socorristas de defensa civil, obreros de los servicios públicos locales de agua y desagüe). En esta enfermedad, además de los síntomas generales, puede aparecer ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos), insuficiencia renal, hemorragias y meningitis. Es una enfermedad difícil de diagnosticar porque en su fase inicial se confunde con muchas otras por lo que el tratamiento habitualmente es tardío y su efectividad muy limitada.
Esperemos que esta desgracia sea superada rápidamente y no impacte negativamente en el desarrollo de nuestro querido país. El rol rector del MINSA es fundamental para dirigir y normar las acciones destinadas a prevenir y controlar el impacto sanitario, articulando con todos los sub-sistemas de salud públicos y privados a través de las DIRESAS/GERESAS locales. Todos estamos en la obligación de poner el hombro para limitar el daño y dar inicio a la reconstrucción de las zonas afectadas.
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