Crisis de la educación médica en el Perú

Recientemente se hizo público el Informe Final de la Comisión Ministerial sobre Educación Médica en el Perú, que recibiera el encargo de elaborar un informe sobre el panorama actual, los retos y las perspectivas en la formación de los futuros médicos en nuestro país.

Las conclusiones del informe evidencian la necesidad de replantear los enfoques formativos en aras de devolver a la medicina y sus profesionales la función orientadora y el espíritu sapiente y holístico que tuvieron desde siempre, así como la autonomía que han venido perdiendo por causa de las exigencias financieras de los sistemas de salud.

No menos preocupante, nos encontramos ante una enorme crisis de la oferta de recursos humanos en salud (RHS). Según el Compendio estadístico: información de recursos humanos en salud 2013-2015, elaborado por el Observatorio de RHS del MINSA, hasta junio del 2015 contábamos con 245,779 profesionales de la salud asistenciales a nivel nacional, de los cuales el 70% estaban laborando en el MINSA y Gobiernos Regionales, 22% en ESSALUD, 5.2% en la Sanidad de las FFAA y PNP y 2.3% en el sector privado. Para ese mismo año contábamos con 38,065 médicos de los cuales 18,567 eran especialistas. Sin embargo, se estima que se necesitan aproximadamente 15 mil médicos, además de 19 mil enfermeras, 14 mil obstetras y 4 mil odontólogos.

Además de la brecha cuantitativa, debemos prestar atención a la brecha de calidad. En ese sentido, es importante preguntarnos si el perfil de egreso de los futuros profesionales de la salud debe ser formulado desde la mirada de los formadores (la academia), los gremios/colegios profesionales o desde las necesidades de los empleadores. La respuesta a esta pregunta es fundamental puesto que a partir de este perfil de egreso se construyen los planes de estudio de las escuelas de medicina.

También es necesario recordar que los empleadores demandan profesionales de la salud no solo con los conocimientos y destrezas técnicas requeridas para el ejercicio competente de la medicina, sino que además cuenten con la actitud de servicio, capacidad de trabajo en equipo, comunicación interpersonal y los valores éticos que le dieron la alta reputación social a la profesión médica a lo largo de la historia. Por lo tanto, los RHS son un recurso estratégico escaso y su formación adecuada es una responsabilidad compartida de las instituciones formadoras (universidades) y los prestadores de servicios de salud, por lo que todos tenemos la obligación de hacer nuestro mayor esfuerzo para que los ciudadanos que son el centro y razón de ser de todo el sistema cuenten con servicios de salud más accesibles, eficaces, eficientes, oportunos, con la calidad y calidez que esperan.

Una primera gran tarea es definir el perfil de egreso de los profesionales de la salud que el país necesita desde la mirada de los empleadores, con el aporte de los formadores y los colegios profesionales. El rol del MINSA como ente rector es fundamental para articular este esfuerzo a través del Comité Nacional de Articulación Docencia-Atención de Salud e Investigación (CONADASI) uno de los once comités nacionales del Consejo Nacional de Salud (CNS). Frente al panorama presentado en el informe que comentamos debemos replantearnos todo lo que hemos venido haciendo y tener la suficiente flexibilidad, tolerancia y auto-crítica para “pensar fuera de la caja”.

Hay preguntas fundamentales que no podemos eludir: ¿frente a la enorme brecha de RHS es prudente y realista prolongar la formación de los médicos por los 7 años actuales o es suficiente con los 5 años de otros países (cantidad o calidad)? Si la demanda está en el primer nivel de atención -donde deberían resolverse el 85% de los problemas de salud de la gente-, ¿por qué insistimos en concentrar los campos clínicos en los sobresaturados hospitales del tercer nivel de atención? ¿Por qué no impulsamos los llamados campos socio-sanitarios en el primer nivel de atención fortaleciendo las capacidades preventivo-promocionales de los futuros profesionales de la salud? ¿Por qué no construimos un modelo educativo donde la educación inter-profesional sea un pilar estratégico que permita que nuestros estudiantes de las diferentes carreras de salud aprendan a trabajar en equipo desde las aulas universitarias, tal como lo harán más adelante en el mundo real? ¿No evitaríamos de esta manera los absurdos conflictos actuales entre los gremios profesionales que sólo perjudican la calidad de atención a nuestros pacientes y merman nuestra ya debilitada reputación? ¿El sector educación y la SUNEDU tienen alguna responsabilidad en el tema? Un caso práctico que pone de relieve el rol de la SUNEDU en la formación de los futuros profesionales de la salud está relacionado con la exigencia establecida en la Nueva Ley Universitaria de contar con el grado de maestro para el ejercicio de la docencia universitaria.

La gran mayoría de médicos luego de obtener su título profesional y realizar un año de Servicio Rural Urbano-Marginal de Salud (SERUMS) por un total de 8 años aspiran a convertirse en especialistas, para lo cual tienen que someterse a un riguroso proceso de selección y si logran ocupar alguna de las escasas vacantes ofertadas en el Concurso Nacional de Residentado Médico tienen que completar su formación en otro periodo de tres a cinco años, luego de lo cual deberán sustentar una tesis para obtener el título universitario de especialista y la posterior certificación de su colegio profesional para ser registrados como tales (adicionalmente, cada cinco años deben demostrar que aún son competentes en su especialidad a través de un proceso de recertificación).

Son escasos los profesionales de la salud que cuentan con un grado de maestría. De otro lado, requerimos de especialistas con ejercicio asistencial activo para poder formar nuevos profesionales de la salud y los nuevos especialistas que el país necesita. Es inconcebible pensar por ejemplo que un médico general con grado de maestro tenga las competencias requeridas para formar futuros cardiólogos o cirujanos. Por lo tanto, es imperativo que la SUNEDU reconozca esta realidad en la formación de los profesionales de la salud y tenga la suficiente flexibilidad para convalidar la equivalencia del título de especialista con el grado de maestro para el ejercicio de la docencia en ciencias de la salud.

En fin, hay mucho pan por rebanar y una gran tarea por delante para cerrar las enormes brechas (cuantitativas y cualitativas) en la educación médica en el Perú. Parafraseando a Albert Einstein, debemos recordar que, si queremos resultados distintos, no podemos seguir haciendo lo mismo.

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