Sueño: una cuestión de vida o muerte

sueño: una cuestión de vida o muerte

Si no duermes podrías morir. Así de drástica sería la consecuencia de burlar o no poder conciliar el sueño, un proceso que reviste mucha mayor importancia de la que habitualmente le atribuimos. Quizá sean los tiempos apresurados que nos ha tocado vivir. Tal vez esa disposición a trasnochar tan difícil de doblegar en muchos. Acaso un nivel de estrés incontrolable y dañino.

Como fuese, tengamos en cuenta primero que nada que el sueño es un periodo de relajación que comprende fases de sueño profundo y sueño ligero. Durante los momentos de sueño profundo hay un incremento de la producción de la hormona del crecimiento, que además de su función propia activa una serie de procesos sustanciales para mantenernos vivos. Así, se produce una mayor absorción de aminoácidos, moléculas implicadas en casi todos los procesos biológicos y cuya intervención es imprescindible para el funcionamiento correcto del organismo humano y de otros seres vivos.

Del mismo modo, la hormona del crecimiento pone en marcha lo que los científicos denominan síntesis de proteínas mediante la producción dentro del organismo de estas sustancias que son esenciales para la vida, también compuestas por aminoácidos. Además, con el aumento de la hormona del crecimiento se produce un aumento en la producción de glóbulos rojos.

El que la disminución de la luz solar coincida con las horas de sueño no es casualidad. La oscuridad es propicia para la producción de serotonina, una hormona vinculada al bienestar emocional, lo que equivale en definitiva a salud psíquica.

En general el sistema endocrinológico, que regula la producción de hormonas, está relacionado con el ciclo de luz y oscuridad; es decir, con las horas en que dormimos y estamos despiertos. La tensión arterial, el ciclo menstrual en las mujeres y la producción de insulina son controlados igualmente durante el sueño, y más específicamente durante el sueño de calidad, que supone una adecuada alternancia entre el sueño profundo y el sueño ligero por un promedio de ocho horas.

El sueño de calidad influye también en el cerebro, que mientras se duerme almacena los recuerdos importantes y desecha aquellos que no lo son. También durante el sueño se incrementa la producción de oligodendrocitos, células que conforman la mielina, una sustancia vital para el buen funcionamiento de nuestras mentes. La mielina hace las veces de aislante y consigue que las neuronas se transmitan entre ellas señales eléctricas y liberen una serie de neurotransmisores que consiguen la estimulación de la siguiente neurona. El aprendizaje y la memoria son los principales beneficiarios de estas operaciones.

Por último, el buen estado del sistema inmunológico, que nos defiende del ataque de microorganismos que generan enfermedades, también depende de que durmamos convenientemente. Dicho esto, afirmar que la falta de sueño podría matarnos no es ninguna exageración.

Con información de:

https://elpais.com/elpais/2018/07/04/ciencia/1530697422_761705.html

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