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El liderazgo directivo es un conjunto de habilidades y prácticas indispensables para toda organización en nuestros tiempos. El aceleramiento continuo de los cambios requiere una mirada particular en cada situación, la cual debe lograr alinear y movilizar a las personas y equipos de manera significativa hacia los objetivos de la institución, sin perder de vista los valores y la misión de la misma.
Una pregunta que siempre surge es si el líder nace o se hace, y la discusión puede llevarnos por diversos lugares. Sin embargo, es claro que cuando vemos que una persona es capaz de hacer algo, en realidad, todos los demás también pueden hacerlo. Con esto queremos destacar que todos los seres humanos tenemos la capacidad para ser líderes, aunque no todos la desarrollamos.
Es notorio cuando tenemos un jefe que carece de liderazgo: no estamos contentos, sentimos que no nos comprende, vemos favoritismos, privilegios, trato distinto e injusto, respeto irrestricto a las normas, al margen de que estén mal dadas o mal interpretadas, etc.
Todos podemos haber tenido alguna o varias de estas experiencias en las que se elige a una persona por su perfil, tanto en estudios como en experiencia, pero adolece de liderazgo. Por tanto, no saca el mayor provecho de las personas, no las motiva y, más bien, las tiene solo cumpliendo indicaciones, muchas veces con amenazas de no renovar contrato u otras medidas coercitivas.
Evidentemente, se hace necesario buscar los mejores cuadros para dirigir las instituciones. Y lo que muchas veces no se tiene en cuenta es la capacidad para obtener lo mejor de la gente, lograr sinergias en los equipos y áreas de trabajo mediante la previa integración de las personas. Está demostrado que la gente debe conocerse primero y estar en sintonía con las actividades a desarrollar, es decir, deben ser afines a la actividad.
No es posible contratar a cualquier persona por hacer un favor. En realidad, no es un favor ni para esa persona ni para todos los que se vinculan con ella en adelante. Imaginemos que el 30% de los trabajadores de nuestra institución va sin ganas a trabajar porque no le gusta su trabajo, no está de acuerdo con su sueldo, horario o cualquier otra razón que justifica su desánimo. ¿Por qué van? ¿Por qué fueron contratados? ¿Por qué siguen ahí? Podríamos hacernos más preguntas similares.
¿Cómo voy a motivar a alguien que no es la persona que debe estar ahí? ¿Cómo puede una persona malograr su vida dedicando tiempo a una actividad que no le genera satisfacción? ¿Por qué voy a aceptar que sea contratada porque manifiesta «necesitar» un trabajo? ¿Y la institución qué necesita? ¿Gente sin ganas? La respuesta es que no se debe contratar bajo estos supuestos. Sin embargo, un directivo con liderazgo, ante alguna situación semejante, buscará recuperar a esa persona o personas para que encuentren sentido en realizar un mejor trabajo y mayor aprendizaje. Contribuirá a que cambie de actitud mientras busca y encuentra otra actividad que le genere mayor sentido, porque está claro que nunca debió ingresar y no debe continuar si sigue así.
La presencia de un líder en la organización impacta en todas las áreas de influencia donde actúa. Su integridad al actuar, su clara visión hacia dónde se dirigen, la forma en que se comunica y persuade a las personas y la búsqueda del crecimiento personal y profesional son aspectos destacados de un directivo con liderazgo.
Es cierto que algunas personas nacen con ciertas características que hacen más fácil desarrollar ciertas capacidades que otras. De igual manera, hay situaciones que son más favorables que otras para lograr el desarrollo en ciertos ámbitos. Sin embargo, siempre se puede hacer algo para alcanzar lo buscado. En el caso del liderazgo directivo, las instituciones deben brindar las facilidades para que pueda ser desarrollado en todos los niveles, de tal manera que se vayan formando cuadros que puedan ser aprovechados a largo plazo.
Es fundamental que en estos tiempos busquemos el desarrollo de habilidades en nuestro personal y equipos para satisfacer las expectativas de la institución y las demandas del entorno, las cuales son cada vez más exigentes.
El liderazgo no es igual para todos, no existe un estilo único, sino una mezcla particular y necesaria a desarrollar en cada caso. Algunos autores hablan de estilos de liderazgo autocráticos, democráticos, burocráticos, participativos, afiliativos, transaccionales, transformacionales, auténticos, al estilo jesuita, etc. Sin embargo, mucho tiene que ver la personalidad, el contexto y la experiencia del directivo para abordar la situación con un estilo adecuado y qué mejor que sea con el propio. No olvidemos que todos tenemos la oportunidad de aprovechar nuestro potencial para desarrollarlo.
Lo que se puede considerar en todo momento es el enfoque para conseguir lo buscado, siempre con inspiración, entusiasmo y compromiso. Para lograrlo, se requiere como base la confianza. Nunca un directivo puede fallar en este aspecto. La confianza es el valor de los valores, es el pegamento que logra la unión sólida entre personas y organización, haciendo que sean uno solo con una mirada clara hacia dónde se dirigen. Los verdaderos líderes son referentes para otros y desarrollan otros líderes.
Con el tiempo, los cambios se van sucediendo, buscando mantener vigencia en el tiempo y adecuándose según cómo se mueven los sistemas. De una crianza autoritaria, hemos pasado a una crianza más cercana. De las ventas con alta presión e insistencia, hemos pasado a las ventas consultivas. De un trabajo por funciones, hemos pasado a un trabajo por procesos. De un liderazgo con seguidores, hemos pasado a un liderazgo auténtico personal, donde cada persona puede elegir cómo liderar su vida primero, luego cómo liderar sus equipos y finalmente, cómo liderar la organización.
Son muchas las ventajas que se pueden obtener para nuestra institución cuando los jefes y directivos cuentan con liderazgo. La lista es larga, pero haciendo un enunciado reducido, podemos indicar que se logra el fomento de iniciativas y proactividad, el desarrollo de autonomía y sostenibilidad, un ambiente de trabajo más agradable, cuidando que el espacio de trabajo sea beneficioso para todos, y niveles de motivación más elevados.
En pocas palabras, el directivo con liderazgo crea valor donde se encuentre y con lo que tiene. No reclama que le falten recursos, hace lo mejor que puede con los recursos que tiene; no se queja de la situación que atraviesa, comprende que debe hacer algo al respecto y es capaz de enfrentar lo que sea necesario.
No espera a que alguien venga a hacer algo, lo hace él mismo o ella misma porque se compromete en lo que asume. Si no conoce un tema, recurre a quien corresponda para hacer lo mejor que se pueda hacer.
Realmente, el liderazgo directivo permite que tanto clientes, consumidores, usuarios, colaboradores, trabajadores, inversionistas y público en general se encuentren satisfechos con lo que reciben, cada uno en su rol correspondiente. El liderazgo directivo también permite que existan normas adecuadas a la realidad, al fin supremo de la institución y al bienestar de todos los involucrados con ella; si se deben cambiar las cosas, las cambian; puede costar tiempo y otros recursos, pero lo hacen porque es necesario.
El liderazgo directivo promueve el trabajo colaborativo, basado en valores fundamentales que todos los integrantes aprecian y respetan. A la confianza y el compromiso mencionados anteriormente, se unen la honestidad, la creatividad e innovación, el aprendizaje continuo, la responsabilidad social y la unión, por encima de los conflictos que puedan presentarse
*Esta nota es una colaboración de Guido Bravo, docente de la Escuela de Postgrado de la Universidad Privada del Norte.
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