A comienzos del siglo XIX apareció en Londres, Inglaterra, una novela que revolucionó la literatura a través de una historia y un personaje fuera de lo común: Frankenstein. Sin duda, este extraño personaje sigue siendo uno de los más populares en el mundo, pero más que nada por las innumerables adaptaciones que se han hecho de él en los cómics, el cine y la televisión. Pocos son los afortunados que han leído la obra original. Esta novela, publicada en 1818, se llamó Frankenstein o el moderno Prometeo y llevaba la firma de Mary Shelley como autora.
¿Una escritora a inicios del siglo XIX en Inglaterra? Hace exactamente dos siglos, encontrar mujeres dedicadas a la literatura era muy difícil. Baste decir que la dama en cuestión llevaba el apellido de su esposo, el poeta Percy Shelley, quien mantenía buenos contactos en los círculos literarios. Pero Mary Shelley fue además hija de una pionera del pensamiento feminista y también prolífica escritora llamada Mary Wollstonecraft, quien en el siglo anterior había lidiado ya contra los prejuicios y las escasas oportunidades de desarrollo para las mujeres en ámbitos que no fueran los del hogar y la maternidad.
Precisamente ese mundo limitado fue el que le causó más daño a Mary Shelley. En primer lugar, porque le persiguió toda su vida el hecho de que su madre, una de las primeras feministas de la historia, murió trayéndola al mundo. Sin embargo, Mary Shelley leyó todas sus obras. En segundo lugar, porque la relación con su esposo, mujeriego empedernido, era muy difícil. Percy Shelley mantenía un compromiso anterior y tenía otros hijos. Y en tercer lugar, porque luego de quedar embarazada, Mary Shelley perdió a su hija que nació prematuramente. Para colmo de males, las deudas hicieron que la familia Shelley pasara gran parte de su vida huyendo y escondiéndose de sus acreedores.
En el verano de 1816, los Shelley viajaron a Suiza a hospedarse en la propiedad del poeta conocido como Lord Byron. Allí, soportando fuertes lluvias y sin poder salir de casa, los invitados se entretenían contándose historias de terror (1). En ese lugar es que Mary Shelley da vida a Frankenstein.
¿Qué relación existe entre el sufrimiento de Mary Shelley y el monstruo que creó en su novela? Sin duda, Frankenstein es un símbolo. Representa el castigo a la arrogancia y soberbia de los hombres. Representa el desafío a Dios y a la naturaleza, al intentar crear la vida a partir de la muerte. Frankenstein es también un canto a la soledad, la soledad que vivió la escritora durante toda su vida. Exagerado en sus aterradoras características por el cine y la televisión, Frankenstein se distanció de su imagen original. De estas reinvenciones del personaje, cabe destacar el clásico «Frankenstein» de James Whale (1931) con la actuación de Boris Karloff, y “Frankenstein de Mary Shelley” de Kenneth Branagh (1994), con Robert de Niro haciendo una de las mejores interpretaciones del monstruo. Ambas películas, sin embargo, no se comparan con la intensidad de la novela de Mary Shelley.
Es recomendable que el ávido lector que se sumerja en sus páginas esté al tanto del contexto en el que la autora concibió el mencionado universo y sus personajes. Frankenstein, es el reflejo de la temprana pérdida de la madre de la escritora, y de su pequeña niña. Frankenstein, es el producto de los sentimientos de frustración de una mujer frente a un mundo gobernado por hombres que pretenden utilizarla y relegarla a labores menores (2). Frankenstein es la respuesta simbólica de la autora a ese mundo hostil.
E irónicamente, al terminar de leer la novela, el lector se dará cuenta que el monstruo que fue creado por un hombre, en realidad vio la luz a través de la pluma de una mujer.
*Este post es una colaboración de Néstor Rivera Gutiérrez, docente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Privada del Norte.
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(1) En la temporada que pasaron en la propiedad de Lord Byron, surgieron dos de los más grandes personajes del género de terror: Frankenstein de Mary Shelley y el Vampiro de John William Polidori.
(2) La película “Mary Shelley” (2017) de la directora árabe Haifaa Al-Mansur propone una visión muy interesante de la autora de Frankenstein. Muestra con detalle su vida y sufrimiento, y es en buena cuenta una película que busca reivindicar los derechos de la mujer.
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