Siempre se ha discutido el rol de la subjetividad en el periodismo, sobre todo el uso del “yo”, que tanto miedo despierta entre los partidarios de la objetividad y el periodismo “seco”. Pero algunos autores sostienen que no hay por qué temerle.
Para Martín Caparrós es legítimo que cada vez se haga común la utilización de la primera persona gramatical en singular porque las observaciones e interpretaciones son “productos personales intransferibles”. Leila Guerriero, en cambio, aborrece usar la primera persona gramatical y recomienda usarla solo en caso de que sea necesario. Cree que es muy pretencioso y soberbio hacerlo.
Es el periodismo narrativo el territorio donde se utiliza abiertamente la subjetividad. Las crónicas, por ejemplo, se consideran relatos cronológicos que incluyen una interpretación informativa y valorativa o personal de acontecimientos noticiosos. La diferencia frente a los demás géneros reside en que la crónica narra hechos con lujo de detalles y su intención es influir directamente en la percepción y sensibilidad del lector.
Caparrós defiende su punto de vista y no deja de tener razón: “[…] la crónica dice yo no para hablar de mí sino para decir que aquí hay un sujeto que mira y que cuenta, créanle si quieren, pero nunca se crean que eso que escribes es ´la realidad´: es una de muchas miradas posibles […]. [Las noticias] se presentan como contadas por nadie desde ninguna parte, producidas por una productora de objetividad, la máquina-periódico. Llevamos siglos creyendo que existen relatos semiautomáticos producidos por ese ingenio fantástico que se llama prensa”. La crónica y el cronista, entonces, deben asumir una actitud política y abierta para cerrarle el paso a la neutralidad hipócrita y a la ficción de que nadie cuenta las historias.
Pero la utilización del yo y la subjetividad tiene sus límites. El cronista tiende a emplear una gran creatividad estilística para redactar sus textos, pero es consciente que toda subjetividad tiene un límite y que está impedido de alterar o tergiversar la realidad, a diferencia de un escritor, quien dispone de mayor autonomía frente a los hechos reales.
La crónica es subjetiva, entre otras cosas, por su proximidad con la literatura. No obstante, hay que tener claros los límites de cada cual. El periodista debe saber que está condenado de antemano: debe ser fiel a la realidad; lo mismo el escritor: debe trasgredir la realidad. Sin embargo, Caparrós propone una forma certera para diferenciar ambas disciplinas. “La diferencia clara está en el pacto de la lectura: el acuerdo que el autor le propone al lector: voy a contarle una historia que sucedió, que yo trabajé para conocer y desentrañar ─ sería el pacto del relato real. Voy a contarte una historia que se me ocurrió, donde el elemento ordenador es mi imaginación ―propone la ficción […]”.
En cualquier caso, la crónica es un género fundamental del periodismo moderno. En una entrevista que le hace Alberto Salcedo Ramos, el cronista Germán Santamaría resume muy bien cuáles son los aportes de la crónica al periodismo: “Dentro de 200 años, si un historiador pretende saber cómo era la Colombia de nosotros, no le será suficiente con las noticias. Las noticias la darán los hechos y no más. Las crónicas, en cambio, serán las que aporten las atmósferas, el piso social, los contextos y los detalles humanos”.
*Este post es una colaboración de Luis Eduardo García López, director de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Privada del Norte.
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