Reflexiones sobre la universidad y la tecnología digital

reflexiones sobre la universidad y la tecnología digital

El mundo ha cambiado. Y en estos últimos años mucho más. Uno de los acontecimientos que le ha dado un relieve muy particular a nuestro horizonte histórico es la irrupción de las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC). El hecho de poder crear información, gestionarla y distribuirla de manera muy rápida, a bajo costo y enviarla a cualquier parte del mundo ha sido posible gracias a la miniaturización de los datos y al empleo de fibra óptica para su transmisión. Es esto, en esencia, lo que ha podido lograrse gracias al empleo de tecnología digital.

Ahora, como decía Nicholas Negroponte en su célebre libro El mundo digital –publicado en 1995, e importante referente en la difusión de esta revolucionaria tecnología– la información ya no circula bajo la forma de átomos, sino que esta es un flujo de bits (bit es una contracción de la expresión inglesa binary digit, esto es, dígito binario: uno de los dos elementos que forma parte de esa cadena de unos y ceros a que se reducen los datos para su transmisión).

Pues bien, la universidad, institución casi milenaria (recuérdese que la primera universidad, la Universidad de Bolonia, fue fundada el año 1088),  y fundamental medio de difusión de la cultura en nuestras sociedades, no podría ser ajena a estos trascendentales cambios.

Este medio que estoy empleando en un contexto académico, para compartir ideas con ustedes y con cualquiera que se aproxime a este espacio, es un buen ejemplo de los nuevos canales que hacen posible gestionar la información y el conocimiento, y que, en definitiva, pueden ser muy bien empleados para lograr que los procesos de enseñanza-aprendizaje adquieran un ritmo más dinámico y, con ello, contribuir a potenciar la difusión de los contenidos trabajados en un contexto académico.

Las herramientas y recursos que están a disposición de la universidad (y, por supuesto, al alcance de cualquier institución y de cualquier persona) para optimizar su quehacer y realizar las actividades que demandan su naturaleza y fines son ingentes. Desde plataformas de gestión del aprendizaje (LMS, por su denominación en inglés), como Moodle y Blackboard, hasta la implementación de aulas virtuales como recurso de apoyo para cursos presenciales, pasando por la gestión de cursos cien por ciento online incorporados ya al currículo de la universidad, y el uso intensivo de bases de datos a las que se encuentran suscritas las universidades de todo el mundo, las diversas e impactantes posibilidades que ofrece este nuevo ecosistema de medios constituyen, por decirlo de algún modo, el futuro en marcha.

Quiero decir con esto que los cambios que se operan a partir del uso de estos medios y, a su vez, la manera vertiginosa en que estos son transformados para optimizar sus funciones, a través de software que se actualiza diariamente, o la rapidez con que son creadas nuevas aplicaciones para satisfacer demandas diversas, ha configurado un escenario en que la innovación constante es el signo que define de modo ostensible la dinámica de estos nuevos entornos.

reflexiones sobre la universidad y la tecnología digital

Estas profundas transformaciones, por otro lado, enfrentan al trabajo académico desarrollado en el marco proveído por la universidad a problemas que han adquirido centralidad por las peculiares condiciones definidas por estas nuevas tecnologías.

En este contexto, por ejemplo, un tema que genera controversias y más de un problema es el vinculado con la propiedad intelectual. Sabemos que la universidad produce conocimiento (o está llamada a hacerlo, en todo caso), y ello supone realizar investigaciones sobre distintos ámbitos del quehacer humano: ciencias, humanidades, tecnología, arte, etc. Ocurre que en el trance de acopiar información, proponer ideas y llevar adelante una investigación con el fin de publicarla, puede ser que no se haga un uso adecuado de las fuentes a las que se recurre para preparar un trabajo de este tipo. Aquí surge el problema del plagio o la apropiación indebida de información producida por otra persona.

Las cantidades de información con que se cuenta ahora son, digamos, «oceánicas». Y esta masa inmanejable de datos se encuentra, literalmente, a la distancia de un clic. Tan intimidante como resulta el hecho de consultar una parte significativa de aquel caudal de libros electrónicos, artículos en línea y documentales, tablas, imágenes y podcasts, blogs, websites y repositorios diversos, es tentador seleccionar, aquí y allá, retazos de información ajena y ejercitar sin piedad el socorrido copy and paste. Error en el que han caído no pocos y que, en algunos casos, ha suscitado escándalos que han trascendido fronteras.

Otra situación que genera controversias es el manejo de la información que puede hacer una persona. ¿Cuáles son los límites en lo que concierne a la distribución de información sujeta al derecho de autor? ¿Es lícito distribuir información o reproducirla a través de la red pasando por encima de las leyes que rigen su comercialización?

Aaron Swartz, un joven activista norteamericano, experto en informática y defensor acérrimo de la libre circulación de la información, infringió esta normativa legal y vulneró los sistemas de seguridad de un conocido repositorio de comercialización de artículos académicos (JSTOR), y estuvo a punto de liberar en el ciberespacio más de cuatro millones de artículos académicos, luego de descargarlos empleando una computadora de una famosa universidad de Estados Unidos, el MIT, que inició una demanda, que luego retiró.

La justicia norteamericana, no obstante, siguió con el proceso y el fiscal solicitó una pena de 50 años de cárcel. El joven –un prodigio de la cultura digital que a sus 24 años había formado parte de importantes proyectos en este campo, uno de los cuales fue la creación de la red social Reddit– no resistió la presión, y en un acto que también tiene mucho de protesta heroica, terminó con su vida.

Creo que es importante reflexionar sobre estos hechos y acerca de las posibilidades que en el marco de la educación universitaria se abren a partir de ellos. Insisto: la eclosión de estas nuevas tecnologías digitales ha transformado (y seguirá transformando) radicalmente nuestra manera de comunicarnos y aproximarnos al mundo. Las distancias se han acortado, los procesos de producción de conocimiento se han deslocalizado (uno puede formar parte de una comunidad situado en cualquier punto del planeta; y se puede trabajar un texto, un video o cualquier otro recurso desde donde uno esté y en el momento que se desee).

Asimismo, la transmisión de datos se ha abaratado y se logra realizar con una rapidez impresionante. Todo ello, además, va de la mano con el afianzamiento de la idea que promueve la creación de comunidades. Lo vemos ahora con el desarrollo de las redes sociales y el uso a gran escala de plataformas como los blogs: podemos leer, pero también compartir material multimedia, y, además, dar nuestra opinión. Hay problemas, claro, como bien lo planteaba el gran Umberto Eco (2015), por ejemplo, cuando decía que internet «le da derecho a hablar a legiones de imbéciles». Pero ello no impide que este nuevo mundo que estamos empezando a pisar nos invite a considerar una enorme gama de posibilidades de desarrollo que, por supuesto, dependerá de nosotros, y, claro, de instituciones como la universidad, emplear para aquilatar nuestra herencia cultural o para terminar de desbarrancarla.

*Este post es una colaboración de José Antonio Tejada Sandoval, docente del Departamento de Estudios Generales de la Universidad Privada del Norte.

Referencias:

La Stampa (2015). «Umberto Eco: “Con i social parola a legioni di imbecilli”». Disponible en: http://www.lastampa.it/2015/06/10/cultura/eco-con-i-parola-a-legioni-di-imbecilli-XJrvezBN4XOoyo0h98EfiJ/pagina.html

 

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