Río Fugitivo y la generación McOndo

Paz Soldán y Río fugitivo: apuntes sobre un intento de deicidio

En 1996 se publicó una peculiar antología de cuentos. Alberto Fuguet y Sergio Gómez se propusieron reunir los relatos de algunos jóvenes escritores latinoamericanos en cuya escritura se reflejara el ánimo rupturista –que Fuguet y Gómez asumían consciente y frontalmente– frente a una de las vertientes más reconocibles del boom latinoamericano. Desde la portada, ya se anunciaba el tono de esta insumisión literaria: McOndo era el llamativo el título de la obra. Claramente, se trataba de un guiño irónico que aludía a Macondo, la mítica comarca creada por García Márquez y emblema del denominado realismo mágico, en la que transcurren buena parte de las historias de su universo narrativo. Por otra parte, con aquella sugestiva expresión era convocada la imagen de una multinacional como McDonald’s, suerte de plástico icono de estos nuevos tiempos de consumo rápido, frenético y global.

McOndo, así,  era –o pretendía serlo– la expresión que sintetizaba la dirección que estaba siguiendo una manera novedosa de narrar: aquella practicada por una nueva hornada de narradores latinoamericanos, cuyas historias se iban alejando de los moldes del realismo mágico para dar lugar a escenarios en que el cosmopolitismo, la práctica de formas de vida definidas en gran medida por la cultura pop y asumidas visceralmente por la juventud de esta parte del mundo, tanto como las nuevas formas de comunicación mediadas por el fenómeno de la tecnología digital, se entrelazaban con generosas dosis de individualismo posmoderno, desfachatez, crudeza, desencanto y la exaltación de un febril –y muchas veces autodestructivo– ritmo de vida, características todas que iban marcando una tendencia dentro del panorama literario latinoamericano que ya podía reclamar para sí el reconocible marchamo de «postboom».

Edmundo Paz Soldán, uno de los autores considerados en aquella antología, seis años después coeditaría, al lado de Fuguet, otro libro que señalaba en la misma senda de McOndo. Se lo intituló Se Habla español y a través de sus páginas se daba a conocer la producción de escritores latinoamericanos que contaban historias desde la perspectiva del inmigrante latino vinculado de alguna manera a la cultura norteamericana y su contexto de vida.

Nacido en Bolivia, en 1967, en la ciudad de Cochabamba, Paz Soldán empezó a publicar apenas pasados los veinte años. En 1990, se editó Las máscaras de la nada, conjunto de cuentos que recibió críticas dispares en su país. Dos años después se publicaría su primera novela Días de papel. En 1997, obtuvo el Premio Juan Rulfo por su cuento «Dochera», publicado luego en Amores imperfectos.

Con el escritor peruano Gustavo Faverón, el 2008, Paz Soldán editaría Bolaño salvaje, conjunto de estudios sobre la obra del gran Roberto Bolaño, y texto imprescindible para aproximarse a la narrativa de este genial escritor chileno, muerto en el apogeo de su producción literaria y autor de libros fundamentales como Detectives salvajes, El gaucho insufrible, La literatura nazi en América y la monumental y sorprendente 2666.

Paz Soldán estudió Relaciones Internacionales en Argentina y Estados Unidos, y luego obtuvo un doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de California, en Berkeley. Antes, había estudiado en Cochabamba en el colegio privado Don Bosco. Las peripecias de un grupo de adolescentes díscolos de la clase alta que estudian en este colegio el último año de la secundaria, y cuyas vidas transcurren sobre el trasfondo sombrío de un país azotado por la crisis económica y el descalabro social, constituye el núcleo de la trama de una de sus más conocidas novelas, Río fugitivo, publicada en 1998, y finalista un año después del prestigioso Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos.

Río fugitivo es una Bildungsroman, esto es, una novela de aprendizaje. Como Mala onda, de Alberto Fuguet –otra conocida novela de la estirpe McOndo–, retrata los conflictos propios de una etapa de transición en que las dudas y el temor frente al futuro adquieren una textura más sombría por las condiciones sociales y políticas bajo las cuales se desenvuelve la vida de los jóvenes personajes. Ecos de La ciudad y los perros también asoman aquí. Aunque no se trata del mundo cerrado de un colegio militar, también en el Don Bosco, un colegio salesiano que se debate entre la rigidez clerical y la disolución juvenil, la vida social se replica a escala menor, constituyendo un micromundo fracturado: adolescentes díscolos, perversos, unas veces y, otras, camaradas entrañables, exhibiendo talento e idealismo algunos, y otros, medianía y practicismo, y todos ellos con su humana gama de tonos grises, enfrentan la vida como mejor pueden, desvalidos como están en medio de una crisis generacional de afectos que favorece conductas antisociales, fragilidad existencial  y búsqueda de emociones tan intensas como volátiles.

Roby, el personaje narrador, luego de transcurridos trece años, rememora las circunstancias de su último año en el Don Bosco. Él, que comenzó sus escarceos en la escritura escribiendo durante la adolescencia cuentos policiales plagiados de Agatha Christie y otros exponentes del género, ahora, ya dedicado plenamente la oficio de narrar, se dispone a escribir la novela de aquel último periodo en el colegio. Esta es justamente la historia que se relatará a través de Río Fugitivo.

Con diecisiete años, a punto de dejar el colegio, una actitud erótica de fugaces momentos de ambigüedad, y sobre todo una fuerte vocación por la escritura, Roby ha creado una ciudad (siguiendo la senda de Onetti y su Santa María, García Márquez y Macondo, o Faulkner con Yoknapatawpha) en la que discurren las aventuras del detective Mario Martínez: la ciudad de Río Fugitivo. Su aprendizaje está basado en el plagio entusiasta de autores emblemáticos de la novela negra a quienes lee con fruición: no solo Agatha Christie, sino Arthur Conan Doyle, Raymond Chandler, Ellery Queen y Dickson Carr. Marito (así lo llama su amigo Mauricio evocando al autor de La ciudad y los perros) está convencido que copiar a sus maestros es la mejor forma de escalar hacia las cumbres de la creación literaria: «(…) ¿qué sucede si uno quiere escribir pero no tiene ideas propias todavía, o carece de la experiencia necesaria para transformar su vida en literatura?», se pregunta el novel escritor. Y su respuesta es categórica: «Pues, hay que plagiar» (p. 27).

Su destino de escritor se va perfilando: busca con afán los orígenes de su vocación. Y los halla en pariente suyo, un escritor del siglo XIX, Edgar Lizarazu. La genética parece ser implacable: Lizarazu había escrito Laura, una novela que narra la historia de un amor despechado que termina con un suicidio. Una novela plagiada. Nada menos que el Werther de Goethe. Un desconcertado Roby reflexiona con estupefacción: «Era siniestro pensar que mis inocentes plagios podían tener su origen en hechos ocurridos más de un siglo atrás». (p. 297).

Roby encuentra en la novela negra el espacio en que encarna la perfección dictada por la urdimbre narrativa que crea un escenario en que todo encaja, de modo que, finalmente, el asesino es descubierto. La imperfección pertenece a este mundo. La novela policial es perfecta porque en ella el crimen no paga; el mundo es imperfecto porque en él, paradójicamente, sí existe el crimen perfecto: puede suceder que el culpable no sea descubierto. Y así, mientras sueña con escribir la novela en que Mario Martínez esclarecerá un crimen que tercamente parecía no tener solución, la muerte irrumpe en su círculo más cercano para desbaratar el frágil equilibrio que le proporcionaban sus historias. La búsqueda de respuestas se torna obsesa y Roby va urdiendo una trama de supuestos indicios que terminan forjando una explicación que da cuenta de lo sucedido. Sin embargo, muchos años después, aquellas piezas se moverán caprichosamente demostrando, como en un juego de espejos, que nada es lo que parece ser. Él mismo será una víctima de aquella tendencia humana a hilvanar los retazos de la vida con los hilos de una narración, al escuchar la versión de aquel que, años atrás, le había dado la pista para esclarecer aquella muerte: «Chino siguió su camino. Yo había sido una crédula víctima de un magnífico narrador. Había caído en la trampa de seducción en la que, desde la adolescencia, luchaba por que cayeran mis lectores». (p. 346).

Con todo, la escritura persiste como fuente de sentido e instrumento organizador de un mundo caótico. Años después, Roby, ya convertido en escritor habrá de publicar dos novelas con títulos que encarnarán el tema que lo obsesionó siempre y aquel descubrimiento de sus raíces de escritor: El crimen perfecto y El misterio de la herencia. (p. 344).

Las deudas se reconocen y Río Fugitivo las honra: la devoción de Roby por un escritor representativo del boom, Mario Vargas Llosa –Paz Soldán lo ha reconocido como una de su más tempranas y vigorosas influencias–, queda manifestada claramente: «Vargas Llosa era mi modelo, quería –quiero– escribir de Bolivia como él escribe del Perú (…)». (p. 26).

El realismo mágico, sin embargo, es sometido a proceso. El hálito sulfúrico de la generación McOndo aparece a través de la postura de Silvia, hermana de Roby, que este comenta: «No soportaba a García Márquez; decía que, en el balance final, el realismo mágico iba a ser más negativo que positivo para nosotros, iba a seguir vendiendo y fomentando en el extranjero una imagen exótica de Latinoamérica: la tierra donde los hombres comen hormigas y nacen con cola de cerdo». (p. 44).

La más dura crítica es la del tiempo: ya se verá si alguna novela de algún autor de la parricida generación McOndo alcanza las cimas de aquella historia que anunciaba en su célebre pasaje final que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.

*Este post es una colaboración de José Antonio Tejada Sandoval, docente del Departamento de Estudios Generales de la Universidad Privada del Norte.

Referencias:

Paz Soldán, E. (2008). Río Fugitivo. Barcelona: Libros del Asteroide.

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas (2 valoraciones, promedio: 3,00 de 3)
Cargando...

También te podría gustar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *