La liquidez de las relaciones y los vínculos flojos son alentados por muchas sociedades hoy en día, lamentablemente. La sociedad actual no solo roba el tiempo libre sino además llena de bulla la vida. Hoy está de moda el conductor de radio que grita, que habla rápido, que pone canciones una tras otra sin descanso, o esa publicidad que aparece y cual metralleta dispara palabras sin pausa. También la televisión con sus cientos de horas de contenidos insustanciales, superficiales, pero con un rating asombroso.
El filósofo Kierkegaard ya hace décadas decía “el hombre que no tiene la conciencia tranquila no puede aguantar el silencio”. Esta sociedad le teme al silencio, a la pausa, al diálogo calmado y a la sobremesa. No debemos perder el tiempo: “muévete”, “agítate” parece oírse entre el viento. Y hace además de la privacidad un espectáculo y no tolera las muestras de sentimiento genuino, prefiere la frialdad televisada y el consumismo del mercado. El filósofo español Fernando Savater, en su recomendable libro Las preguntas de la vida, señala que “las sociedades modernas de masas tienden a despersonalizar las relaciones humanas, haciéndolas apresuradas y burocráticas, es decir muy “frías” si se las compara con la “calidez” inmediata de las antiguas comunidades, menos reguladas, menos populosas y más homogéneas”.
La profesora titular de Filosofía de la Universidad de São Paulo, Olgária Matos, nos recuerda que en el siglo pasado Walter Benjamin (1892-1940) ya hablaba sobre la pobreza de la experiencia en el mundo contemporáneo, que es el mundo de las cosas intrascendentes. Con el paso del tiempo, las personas tienen mayor dificultad de diferenciar lo significativo de lo intrascendente. Los selfies –señala Matos- son una materialización de la pobreza de experiencias, porque, en general, no hay ninguna historia detrás de esas imágenes que están imbuidas en un narcisismo obsoleto. Ellas revelan el vacío de la experiencia.
“Este nuevo narciso –nos dice el psicólogo y catedrático peruano Ramiro Gómez- navegante de los mares de internet, no profundiza, no ahonda nada, se da por satisfecho con el resumen, casi con la definición más escueta. Tiene pereza de pensar, salvo si ese dramático esfuerzo se orienta a escalar posiciones de poder dentro del mercado, o de la posibilidad del poder por el poder”. En su libro titulado Poliantea, el polígrafo Marco Aurelio Denegri nos señala: “el amor depende del desarrollo integral de la persona: pero si ésta se ha desarrollado parvamente y con suma deficiencia, entonces su amor será, si acaso, como su imperfectísimo desarrollo”. Quizá por eso el amor es hoy una tarea difícil para millones, quizá es solo una capacidad (o un arte, según el psicoanalista Erich Fromm) que solo presentan muy pocos, como diría el maestro José Ortega y Gasset. Recordemos que la capacidad de amar, como cualquier otra capacidad, dependerá del nivel de desarrollo y realización personal.
Según Matos “hay también un reemplazo muy rápido en el ámbito de las relaciones amorosas, e incluso las relaciones profesionales están fragmentadas. Ya no se trata más del empleo de toda la vida. Todo eso tiene que ver con la cultura del exceso, de la caducidad, que esclaviza las personas”. El capitalismo contemporáneo está definido por la presencia de lo descartable y a corto plazo. Hoy nada dura, ni una refrigeradora, ni un matrimonio.
“Vivimos un tipo de capitalismo que hace que las personas confundan el vacío como una carencia y la carencia como un objeto faltante, y eso nos conduce a la imposibilidad de convivir con el vacío y ser su artesano”, concluye la filósofa.
El amor es la garantía de vida para un recién nacido. La psicología ha estudiado cómo las deficiencias de maternidad abren el abanico de los primeros y fundamentales riesgos. El amor como producto se ha impuesto al amor como fundamento y encuentro. Para muchos el amor ha quedado reducido a las posturas que facilitan el orgasmo o a cantidades innecesarias de cosas por comprar (y regalar), o de pronto a “trucos” para “hacer feliz a tu pareja”, sobre todo en el día de San Valentín o en un aniversario. Y los medios no solo no lo denuncian, sino que lo favorecen y lo comercian.
*Este post es una colaboración de Manuel Arboccó de los Heros, docente de la Universidad Privada del Norte.
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