Platón, Camus y el cerebro humano

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Suele decirse reiteradamente y por todos lados –desconocemos quién o quiénes soltaron esta creencia- que empleamos únicamente el cinco por ciento de nuestro cerebro. Otros indican el diez por ciento. Pero en ambos casos solo se trata de una creencia o de una metáfora.

Lo explicaremos: el cerebro humano, o para hablar con más propiedad, el encéfalo (que etimológicamente significa “dentro de la cabeza”) o la masa encefálica (que se divide en cerebro, cerebelo y tronco encefálico) está activada siempre en un cien por ciento. Es decir, no hay zona virgen o zona “aún por activarse”. No hay una parte “nueva” o “apagada” esperando iniciar el trabajo. Todo el cerebro está en actividad, sea durante las acciones más cotidianas, llámese comer, caminar, ducharse, incluso dormir, así como en aquellas actividades de mayor estimulación, como leer, ejecutar música, escribir un poema, dibujar o hacer cálculos mentales. Los escáneres -aparatos que por medio de ultrasonidos, resonancia magnética, radiaciones ionizantes o rayos x proporcionan una imagen de órganos o partes internas del cuerpo (RAE)- señalan que el cerebro siempre está en actividad. O sea que no existe un 95% o un 90% de tejido cerebral “por estrenar”.

De pronto, eso de que usamos una cantidad mínima de nuestro cerebro es más bien una metáfora, una comparación, una alegoría, una forma fácil y divertida de contar algo. Como la alegoría que nos cuenta Platón en su República, aquella del mito de la caverna, o esa otra contada por el filósofo Albert Camus en su mito de Sísifo.

Y esa metáfora del poco uso cerebral se trataría pues de algo muy común en gran parte de la especie humana, sobre todo en esta sociedad post moderna, facilista, inmediatista y tecnodependiente: que no solemos perseverar la mayoría de las veces, no ponemos “el pie en el acelerador”, nos contentamos con el mínimo esfuerzo, cuando no optamos por dejar las cosas a medias, poco pulcras. Pocos serían los que tratan de alcanzar la excelencia, los que ponen todo de sí, los que con voluntad y denuedo buscan la gran calidad. Ellos sí usarían mucho más su cerebro que el común de los mortales.

Ahora, el cerebro es aún un misterio por descubrir. Mucho se ha avanzado desde los pioneros trabajos del anatomista francés Paul Broca (1824-1880), del también médico español Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) o del neurocirujano canadiense Wilder Penfield (1891-1976). Sabemos ya de las funciones de zonas particulares del tejido cerebral, zonas dedicadas al procesamiento de la información sensorial, motora, cognitiva y afectiva. Y todo ello –esperamos- será un avance que pueda permitirnos comprender y enfrentar mejor muchos desafíos humanos.

*Este post es una colaboración de Manuel Arboccó de los Heros, docente de la Universidad Privada del Norte.

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