Integrantes de la comunidad sorda Ayllu Intérpretes buscan un reconocimiento como personas que pueden desarrollarse a través del lenguaje de señas con una adecuada atención desde la niñez.
Alexandra Arnaiz y Juan Villamonte forman parte de una comunidad sorda llamada Ayllu Intérpretes. En dicha asociación integran a un conjunto de personas que, debido a la pérdida de la audición, han desarrollado un nuevo medio de comunicación y expresión del pensamiento a través del uso de un mecanismo denominado lengua de señas.
“El lenguaje de señas cuenta con el mismo valor y las mismas posibilidades que cualquier otra lengua”, afirma Villamonte, fundador de la comunidad, a través de su intérprete, Alexandra Arnaiz. En ese sentido, hace énfasis en la situación de exclusión y discriminación que afrontan los sordos en el Perú y afirma de forma categórica: “No están enfermos, es su lengua y cultura de señas”.
El tema de la no audición se manifiesta durante el nacimiento o bien en los primeros años de nacimiento. Acto seguido, los médicos evalúan el nivel auditivo y su lengua, considerando en muchos casos que ser sordo es una discapacidad mental. En contraste, la investigación actual ha mostrado fehacientemente que estos son meros prejuicios.
Juan Villamonte asegura que una persona sorda puede alcanzar los más altos niveles de educación en su propia lengua. Además, afirma que el término sordera es discriminatorio. Otro aspecto que pone de relieve es cuando un padre se entera que su hijo es sordo y la reacción natural es decir “está enfermito”. No obstante, hace 50 años el lingüista estadounidense William Stokoe descubrió que los sordos son una comunidad de lengua plana, ya que la lengua de señas tiene su propia gramática.
Discriminar también es ver como un defecto el nacer sordo. Peor aún es cuando se insiste en buscarle una cura. Villamonte comenta que eso les ofende porque los tratan como si fueran enfermos y tampoco entiende el por qué le denominan discapacidad auditiva, cuando ellos pueden hacer de todo: “Esos términos están mal, son ofensivos para los sordos”.
Durante la videoconferencia “Señas para todos: Cultura sorda en el Perú”, Villamonte compartió a través de unos audios un ejemplo de cómo escucha una persona sorda, y al ponerlo se escuchó como si se distorsionara el sonido de un parlante, quedando el tema para la reflexión de la audiencia.
En otro momento se hizo un comparativo entre un bebé oyente y un bebé sordo. Sobre ello también existen muchos estereotipos. Cuando nace un bebé sordo, los padres suelen decir “nació mudito”, con lo cual no le permite al recién nacido aprender información porque se concentran en “curarlo”. Lo que corresponde en esos casos es enseñar a recibir un input lingüístico para que el pequeño desarrolle su cerebro. “Es mejor que nazca un niño sordo en la familia, ya que así aprendes este idioma”, puntualiza Villamonte.
Desde la perspectiva de Alexandra Arnaiz, el código de comunicación de los sordos es la mano. “A través de las manos ellos pueden hacer señas para comunicarse. Todos deberíamos aprender ese lenguaje para ser una sociedad más equitativa, más inclusiva”, enfatiza.
Arnaiz cuenta que presentaron un proyecto al Ministerio de Cultura, pero no lo aceptaron señalando que no es una lengua. Para Villamonte, lo ideal para que un niño sordo aprenda esta lengua es que desarrolle clases con profesores sordos, ya que ellos los entenderán a la perfección y sabrán cómo llegar. Señala que en muchos países europeos y en Estados Unidos existen instituciones para sordos, pero este tipo de proyectos aún no son plasmados en América Latina.
*Este post es una colaboración de Abdías Saldaña Escobar, estudiante de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Privada del Norte.
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