Walt Disney es considerado por muchos como un revolucionario en la animación y producción de largometrajes durante el siglo XX. Junto a su hermano Roy formó una de las compañías más grandes del mundo y sus personajes son también mundialmente reconocidos y recordados, logrando una atemporalidad.
Las princesas Disney son un emblema para esta industria. Todas las niñas desde hace más de 80 años han soñado con convertirse en una de ellas. Ser hermosas, tiernas, dulces, nobles y, sobre todo, ser rescatadas por un príncipe azul para que se dé el tan esperado “felices para siempre”.
Esa visión idealista está desfasada y ha sido sumamente criticada y atacada por una sencilla razón… el estereotipo de mujer. Se han escrito libros, se han hecho paneles y debates, y todos han hablado de lo mismo: la idea de necesitar a un príncipe para que todo se solucione en la vida ya no es atractiva.
Y aunque tal vez la intención de Walt Disney no fue la que se menciona, la misma industria ha reconocido esta petición, la ha acogido y es así como se realiza en 2012 Valiente, ganadora como mejor película animada en los Premios Oscar 2013.
La trama de Valiente (Brave), gira en torno a Mérida, una joven princesa de Escocia quien recibe como regalo de cumpleaños –por parte de su padre– un arco y una flecha. Luego se ve obligada a contraer nupcias y debido a su enfado termina convirtiendo a su propia madre en un oso. Acto seguido, al saber que el hechizo puede ser permanente, lucha contra todo para regresarla a la normalidad. La cinta muestra la valentía, el coraje, la fortaleza de la mujer, encarnada por la princesa, motivada por el gran amor filial hacia su madre, la reina.
Si bien pudimos ver en Mulán (1998) un personaje fuerte y valiente, hay una gran diferencia con Valiente: la presencia de un interés amoroso.
Por consiguiente, en 2016 se hace más sólida la idea de renunciar a las clásicas princesas con Moana, que en Europa se llamó Vaiana. Esta película nos cuenta la historia de una princesa isleña que emprende una aventura, a escondidas de su padre, para poder salvar a su pueblo de un extraño fenómeno que convierte todo en cenizas. Para esto confronta a Maui, un semidiós que se encuentra exiliado por tener dificultades con sus poderes.
En este viaje ‘más allá del arrecife’ ella se convierte en el más reciente ejemplo de una mujer que quiere ir más allá de lo que puede ver, que quiere ser la heroína de su pueblo, no por el reconocimiento sino por amor a sus tierras. Una mujer valiente a la que no le importa adentrarse en el desconcertante mar por luchar por lo que cree y, finalmente, descubrirse a sí misma.
Además, esta atípica princesa nos demuestra que la figura de un hombre ante una mujer no es de superioridad, sino de complementariedad. Ambos personajes aprenden el uno del otro y pueden hacer exactamente lo mismo si se esfuerzan.
Disney, como industria, ya es parte de esta sociedad. Sus caricaturistas y animadores tienen el deber de no solo realizar adaptaciones de tradiciones orales antiguas, sino de trabajar en nuevas historias que vayan más acorde con la realidad en la que vivimos para que sirvan de inspiración no solo para los pequeños, sino también para grandes.
Así podremos ver a una futura generación que comprende la igualdad de género, solidaria, preocupada por el resto y por dejar una huella en la sociedad. Una nueva generación empoderada y capaz de cambiar el mundo.
*Este post es una colaboración de Isabella Belón Riofrío, estudiante de la carrera de Comunicación Audiovisual de la Universidad Privada del Norte.
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