Rusia 2018 y la narrativa que nos deja la selección

Rusia 2018 y la narrativa que nos deja la selección

Me gusta el fútbol, sí, pero el buen fútbol. Dicho esto, por mucho tiempo he sido muy crítica de nuestro fútbol ya que no veo nada de patriota en decir que jugamos lindo cuando no hicimos ni un solo gol. Tampoco estoy de acuerdo con que se inviertan millones de soles -y no hablo de la FPF sino de los ejemplares, horas de televisión, radio, medios digitales- en un deporte que, si bien es el preferido por la población, no tiene logros mayores a nivel internacional. Miremos sino el campeonato local.

Así, el fútbol, con la enorme difusión que tiene, es pasión y parte del ADN de cualquier peruano. Queramos o no, siempre se habla de fútbol. Sin embargo, las batallas en el camino al Mundial y la posterior clasificación han cambiado algunos puntos de vista.

Hasta hace un tiempo los protagonistas de este deporte se vinculaban más a la prensa de espectáculos por los escándalos en que se involucraban. Pero recientemente hemos visto un “renacer” de la selección peruana y esto viene de la mano de un fenómeno equivalente de la psique colectiva en torno al ser peruano. Una selección que vino de menos a más hace recordar la historia de nuestro país y la historia de todos nosotros. En ese grito de gol o en esas ansias de triunfo de la selección está implícito el deseo que tenemos por gritar nuestros logros grandes y pequeños, por descargar la frustración del día a día, por sentirnos más.

Y por ello la selección de fútbol se convierte en contenido, en una narración que poco a poco va instaurándose en cada peruano, le guste o no este deporte. La particularidad del fútbol es su carácter masivo: con seguridad en el Perú no se recuerda el nombre de los ministros, pero sí se reconocen los nombres de los jugadores referentes del equipo nacional. De allí que crear una narración en torno a la selección y que esta trascienda, como lo hacen las buenas narraciones, es muy importante.

Si bien en la Federación Peruana de Fútbol se nota el esfuerzo con el apoyo de profesionales de la comunicación, desde el inicio de las clasificatorias las marcas se comprometieron con la difusión de esa narrativa. Una narración basada no en el “sí se puede”, que denota cierto ánimo de derrota anticipada, sino una basada en el hacer, en el lograr, en la seguridad de que se es bueno y que con lucha y perseverancia todo es posible.

Esa narrativa lleva a que no solo los jugadores seleccionados invadan el espectro mediático, sino que además personalicen la “nueva forma de ver al peruano”, un peruano que logra, que plantea y sigue un plan para llegar a una meta. El contexto necesita de una narrativa que nos permita creer, ver, sentir que la promesa es posible. Salir del pasado glorioso del que siempre nos ufanamos, pero que seguramente pocos conocen, para desarrollar una nueva visión.

¿Podría el fútbol por sí solo ayudarnos a cambiar la forma en que nos vemos y juzgamos? Quizá no, pero la narrativa debe obrar de tal forma que, a lo largo del tiempo, importe menos si los goles finalmente llegan y pese más nuestra entrega para lograrlos.

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