El amor en los tiempos del Facebook

El gran Manuel invitó a salir a la dulce Rosita. Ambos se conocieron en una fiesta, en la que bailaron toda la noche, como si el tiempo se hubiese detenido al ritmo de una balada de los años sesenta. Mi abuela me cuenta que la indecisión y el miedo la abordó, que incluso pensó en la idea de no asistir al compromiso acordado con Manuel, pero que como no había manera de cancelarlo se armó de valor y se encontró con el hombre de su vida, mi abuelito.

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Si alguna red o aplicativo social hubiese existido cuando Manuel y Rosita se conocieron, quizá mi abuela le hubiera mandado un mensaje a mi abuelo diciéndole que mejor se reunían otro día, y esa maravillosa cita no se hubiera concretado. Tenemos claro que a nivel de marca–consumidor, la comunicación digital e instantánea suma al feedback de los usuarios, optimizando el grado de conexión emocional. Pero a nivel personal, una interesante pregunta se asoma. ¿Realmente sabemos cómo usar las redes sociales?

Saturación Social 

Cuando sigues a una marca, sueles comentar sus posts y de vez en cuando le haces alguna consulta en su muro o por inbox, una relación abierta de larga duración. Pero hoy en día, cuando conoces a alguien que te interesa, sueles caer en esa saturación social que aunque parezca inofensiva es una araña venenosa que se va adueñando de tus emociones.

Lo que sucede es que inicias a conversar con esa chica o chico especial por todos los medios, Facebook, Line, Twitter, Whatsapp, entre otras redes llenas de emoticones. Y cuando finalmente vez a esa persona, la bomba atómica estalla y te das cuenta que ya le has contado todo. Que ese tema importante, lo dijiste acompañado de un Pusheen Cat, y que la primera vez que tu corazón sonrió por algún comentario suyo, se lo hiciste saber con una carita que no logra expresar ni el uno por ciento de lo que realmente sientes.

Paranoicos e inseguros

Si no sabes lidiar con las redes o aplicativos sociales, terminarás por volverte loco. Las cosas como son, tal como dice Sprite. El tema radica en la sensación de incomodidad que sentimos al saber que alguien leyó nuestros mensajes y que no nos responde. ¿Cómo crees que conquistaban los vikingos a la mujer de sus sueños? ¿Le mandaban un inbox? Por favor, iban a buscarla montando un dragón y le regalaban un collar, que en vez de perlas tenía las orejas de todos sus enemigos. No digo que hagamos eso, pero sí que evitemos los sentimientos negativos que no suman en nuestra vida.

El primer paso es recordar nuestra esencia comunicativa. Dejar en el cajón, olvidado en un rincón, el smartphone. Que el tucutín no interrumpa una buena conversación. Hace unos días vi a una parejita en una cafetería, que mientras se tomaban de la mano con la otra revisaban sus notificaciones desde su celular. Al parecer, olvidaron lo lindo que es compartir una mirada.

Yo quiero tener un millón de amigos

¿Todos tus contactos en Facebook son tus amigos? No, ¿verdad? Pero tranquilos, ese no es un tema negativo. Bueno, por lo menos no del todo. Es conveniente tener amplios contactos, volver a frecuentar a personas que, por obra del destino, desaparecieron de la vida de uno por un periodo determinado. A nivel de marca y personal, es factible mantener una sana comunicación con aquellos con los que tengamos un grado de afinidad positiva. Enterarnos de los cumpleaños, crear una reunión sin necesidad de mandarles a todos una invitación formal hasta su casa, es práctico. La vida se vuelve más sencilla. Sí, somos chéveres. Pero el problema empieza cuando tu historia se vuelve de notoriedad pública.

Las etiquetas del Facebook parecen haber sido creadas por el mismo Lucifer. Tener tu muro abierto, incluso, puede llegar a ser más peligroso que salir a la calle con un maletín lleno de dinero. ¡Qué está sucediendo, por Dios! ¿Se viene la rebelión de las máquinas? ¡Nada de eso! Creo que estamos en un híbrido entre la sociedad de la información y la era de la comunicación interactiva. Las necesidades de expresar lo que hacemos o pensamos van ganándole incluso a las vitales. Si eres de los que antes de almorzar tu platillo favorito le tomas foto, estás grave. Priorizas la proyección informativa, a poder alimentarte.

Aunque haya parecido lo contrario, la intención de este post no es un sermón digital. Es una catarsis compartida. Una invitación a probar algo distinto. Seámosle infieles al Facebook y a otras redes sociales sin descaro alguno. Recordemos la esencia de la comunicación no verbal. Empecemos a ver a las distintas plataformas o aplicativos sociales como una herramienta, un plus para establecer relaciones. No están hechas para ser la principal vía. Creerlo de esa manera nos puede alejar de nosotros mismos.

*Este post es una colaboración de Jhonnattan Arriola Rojas, docente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Privada del Norte.

 

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