En estos tiempos mucho se habla sobre los contenidos de los diversos medios de comunicación y el ojo público se centra en la televisión, “medio de medios”, debido a su alta afinidad y alcance.
Si nos centramos en medios como la televisión y la radio y sus contrapartes digitales, por ser los de mayor alcance en el Perú, debemos señalar que se percibe un divorcio entre lo que el público espera, el medio entrega y lo que la ley demanda. El artículo II de la Ley de Radiodifusión señala que los medios regidos por la misma deben defender a la persona humana, fomentar la educación, cultura y moral de la nación, proteger integralmente a niños y adolescentes, señala la responsabilidad social de los medios, el respeto al honor, la buena reputación y la intimidad personal y familiar, entre otros. El Código de Ética de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión señala que “(…) los titulares de los servicios de radiodifusión sonora y por televisión deben regir sus actividades conforme a un Código de Ética”. En su artículo 3 este código recoge casi los mismos puntos que los señalados en la Ley de Radio Y Televisión y en su artículo 5 señala:
“Artículo 5º La autorregulación consiste en vigilar la calidad de la información que se brinda a través de la comunicación comercial, además de preservar y acrecentar la credibilidad de la misma. De igual forma, es tarea de la autorregulación el mantener vigentes y actuales los valores, principios fundamentales y reglas de la actividad que, para los propósitos de este documento se limitan a aquellos que rigen la relación con el público espectador y consumidor: a) Veracidad; b) Respeto a la persona humana; y c) Responsabilidad social. Todo ello dentro del marco de responsabilidad con la sociedad peruana y en atención a sus particulares circunstancias económicas, culturales y educativas”.
Hemos escuchado declaraciones en pro y en contra del contenido de medios radiales y televisivos sobre todo, muchas de las cuales caen en la frase “es lo que el público pide” o “si no les gusta cambien de canal/emisora”. Es cierto, la Constitución y las normas salvaguardan nuestro derecho a elección. En toda economía de mercado el principio de la libre elección es tan importante como el de la libertad de expresión. Sin embargo, existe un efecto perverso cuando si alguien no desea ver un contenido, por ejemplo, de un canal de tv y desea cambiar de canal (pero no cuenta con un proveedor de tv paga), lo único que le queda es ir hacia otro contenido muchas veces igual al que no quiere ver. Es decir, no tiene en la práctica posibilidad de elección. Más simple: el arroz que compré no granea, dejo de comprarlo y elijo otro que sí lo hace pero: ¿qué pasa cuando toda la oferta de arroz no granea?
El problema es de siempre. Hace años venimos hablando sobre los contenidos de los medios, sobre cuán eficaz es o no la autorregulación, sobre qué hacer para remediar la situación. ¿Qué está pasando entonces? En el mundo la mayor parte de los medios se rigen por una adecuada autorregulación, sin embargo es el peso de la sociedad civil el que señala el derrotero de lo que quiere o no en sus pantallas, radios, textos, entre otros.
En muchos países “avanzados” es común ver programas de televisión que hacen burla de los participantes. Sin embargo estos programas se emiten en horarios específicos y hay que señalar que son países que nos llevan años luz en educación y formación ciudadana.
Según el Estudio de actitudes, hábitos y opinión sobre la Radio y Televisión de CONCORTV en Lima, el 42% de los encuestados señala que la televisión trasmite una imagen negativa de las mujeres, 43% de los niños y niñas y 51% del adulto mayor. Los encuestados consideran que existe una amplia presencia de contenidos inadecuados que versan en violencia, palabras groseras, desnudos o sexo y discriminación. En el mismo estudio se señala que el 60% no conoce sus derechos para quejarse o reclamar por contenidos inadecuados.
Tenemos que recalcar que no es solo la imagen. En los medios lo que no se dice o se da por sentado también puede transmitir una imagen negativa. Así, en una serie se presenta la imagen estereotipada de un ama de casa tradicional, a quien el marido engaña y hasta se le cree muerto. Luego aparece, aparece su otra familia y además viven en la misma casa. Que esto pasa en la realidad, completamente de acuerdo. Sin embargo, ¿es el patrón que queremos hacer notar como proyección de una familia típica? ¿Cómo queda la imagen de la mujer en el imaginario de cientos de televidentes? En un programa concurso se busca elegir a la mejor niña representante del folklore negro de nuestro país. El conductor hace que las niñas bailen, la cámara enfoca sus muslos y caderas. ¿No es esto otra forma de sexualizar a los niños? En un noticiero matutino la tragedia humana es exacerbada. Si hacemos un conteo de noticias, ¿cuántas noticias positivas veremos? ¿Cuántas notas violentas solo por el hecho de la violencia, no como análisis o aprendizaje?
El público cambia, evoluciona, esto es claro ya que el público no es más ni menos que un conjunto de personas que se sienten atraídas por un tipo de producto o servicio: el contenido de los medios de comunicación. Al igual que cualquier producto o servicio, los medios de comunicación (audiovisuales, escritos, digitales) deben adaptar sus propuestas y contenidos a los cambios que el público, la realidad, la sociedad les señala. Sin embargo, ¿por qué no hacemos nada? No tengo la respuesta pero sí indicios: i) Nos falta formarnos como ciudadanos, nos falta sentir y saber que nuestra voz puede y debe ser escuchada, ii) Nos falta información sobre los mecanismos que las leyes y normas peruanas establecen para poder hacer llegar nuestra voz como sociedad civil, iii) Nos falta que las empresas entiendan de verdad que la responsabilidad social no es repartir panetones en Navidad en comunidades pobres sino que es todo lo que a través de su comunicación dicen, iv) Nos falta que los organismos reguladores públicos y las empresas de medios realmente quieran formar parte del cambio. En definitiva, nos falta educación pensada no solo como transmisión de conocimiento sino en su forma más amplia la transmisión de valores, costumbres, cultura. Por tanto, está dentro de todo lo que como sociedad hacemos.
En la televisión abierta el caso de TV Perú es sumamente reconfortante. El canal no solo ha mejorado técnicamente sino conceptualmente en contenidos. Su programación no aburre, entretiene e informa. ¿Qué pasaría si dichos programas fueran “copiados” por las señales comerciales? Es muy probable que “el público” se acostumbre a ellos.
No decimos que la televisión comercial no pueda emitir el contenido que desee, pero sí debe ser responsable de los mismos, tener en cuenta que son un producto consumido masivamente y que hay normas para su uso.
Otra parte del problema somos los comunicadores. En las aulas nos enseñaron y enseñamos sobre ética, normativa y legislación. Nos enseñaron sobre lo bueno, lo malo, los límites pero la realidad es diferente: hay que cumplir con ratings, índices y metas. Sin embargo, hay opciones y hoy más que nunca. Los medios digitales nos ofrecen la opción de desarrollar el contenido que queremos y que buscamos. El reto está en hacerlos viables. Eduquemos en todo lo que hagamos, recordemos que como comunicadores tenemos la misión de transmitir información veraz, permitir el entendimiento y el consenso, tenemos un público que nos mira y que está esperando mucho más de nosotros.
[1] Artículo II.- Principios para la prestación de los servicios de radiodifusión La prestación de los servicios de radiodifusión se rige por los siguientes principios: a) La defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad. b) La libertad de expresión, de pensamiento y de opinión. c) El respeto al pluralismo informativo, político, religioso, social y cultural. d) La defensa del orden jurídico democrático, de los derechos humanos fundamentales y de las libertades consagradas en los tratados internacionales y en la Constitución Política. e) La libertad de información veraz e imparcial. f) El fomento de la educación, cultura y moral de la Nación. g) La protección y formación integral de los niños y adolescentes, así como el respeto de la institución familiar. h) La promoción de los valores y la identidad nacional. i) La responsabilidad social de los medios de comunicación. j) El respeto al Código de Normas Éticas. k) El respeto al honor, la buena reputación y la intimidad personal y familiar. l) El respeto al derecho de rectificación.
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