El presente post es colaboración de nuestro Director de la Facultad de Comunicaciones, Richard Licetti.
Hace algunas semanas, durante un animado almuerzo que congregó a numerosos comunicadores, tuve la oportunidad de alternar con chicos que inician y concluyen la carrera, con egresados a quienes se les abre prometedoras ventanas laborales y otros que suman valiosas experiencias en su corta trayectoria, e incluso con jóvenes que aun cuando no estudian comunicación tienen el enorme deseo de hacerlo.
Un denominador común de estas conversaciones fue el temple decidido y optimista de mis interlocutores en relación a sus proyectos profesionales. Percibir el entusiasmo con que se refieren a lo que están haciendo y a los sueños que tienen francamente contagia, y es también la grata constatación de su acierto al elegir formarse como comunicadores. Pero este ánimo demuestra algo que años atrás era inimaginable: los chicos sienten orgullo y ratifican con saludable autoestima su condición de futuros comunicadores.
Una primera explicación de este renovado espíritu podemos hallarla en el reconocimiento de los aportes y soluciones específicas provenientes de la comunicación. Con ello las oportunidades de trabajo y justas compensaciones también se consolidan. En segundo término podemos referirnos al atractivo que desde siempre ha ejercido lo versátil del quehacer comunicacional, multiplicado en tiempos recientes gracias al desarrollo de nuevos territorios profesionales.
En relación a este último aspecto considero oportuno anotar algunas precisiones, sobre todo en el sentido de que la especialización que demandan, hoy, las diferentes disciplinas no supone un divorcio de la actitud humanista, abarcadora, crítica y propositiva que debe acompañar a todo profesional liberal. Como siempre recordamos a los jóvenes que inician la universidad, el trabajo comunicacional representa a menudo una suerte de melting pot, una cacerola en la que insertamos ingredientes diversos con los que buscamos preparaciones de la más alta calidad, y para ello resulta imprescindible contar con una adecuada provisión de insumos.
Si aún no lo hemos advertido, esta es una de nuestras ventajas competitivas frente a carreras que han emprendido un camino de especialización que conlleva la pérdida de ese componente de conocimiento universal que permite comprender el por qué de las cosas, y por ende plantear soluciones creativas.
Son estos activos, los que hacen posible la existencia de espacios clave para los comunicadores. El reto que tenemos por delante es consolidar esta conquista sin apartarnos del modelo de profesionales versátiles, con una mirada global y deseosos de aportar valor a la gran tarea de mejorar la calidad de vida de los seres humanos.
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