Joel Calua Torres, Director del Departamento de Humanidades de la Universidad Privada del Norte en la sede de Cajamarca, nos invita a leer este artículo a propósito del Día del idioma Español.
Todo ser vivo, tiene inexorablemente un proceso de vida. Es decir, nace, crece, se reproduce y muere. Este principio también se puede asumir cuando nos enfocamos en cuestiones sociales. Esto es, la cultura y todas sus implicancias. Así lo afirman los antropólogos, los sociólogos y los lingüistas. Un caso especial de estas afirmaciones, lo constituye el lenguaje humano, y más específicamente, una de sus manifestaciones más complejas: la lengua.
Hoy que “celebramos el Día del Idioma” es necesario aprovechar la fecha para poder esgrimir algunas ideas que vayan más allá del recuerdo de Cervantes y su siempre homenajeada obra “El Quijote de la Mancha” (que por cierto, lamentablemente, se ha convertido en una celebración en la que todos mencionan bondades de la obra cervantina, pero que casi nadie ha leído. Peor aún, si nos referimos a nuestras nuevas generaciones). Hoy como nunca debemos asumir criterios científicos para poder analizar, cuestionar, enseñar y criticar todo lo relacionado al uso de nuestro instrumento de comunicación que nos diferencia, nos acerca, nos hace diferentes e iguales a la vez. Hoy es imprescindible comprender a nuestra lengua como un ser viviente.
La primera reflexión que debo hacer se relaciona con la interrogante que encuentro en mis estudiantes de primeros ciclos de la universidad: “¿Por qué se celebra el idioma?”. Esta inquietud que aparentemente tiene una respuesta obvia, es más compleja de lo que parece. Por ello, permítanme ofrecer una respuesta desde una perspectiva sociolingüística.
La conmemoración la estableció la RAE. Se la relaciona con la muerte de Cervantes. Por lo tanto, tiene implicancias literarias, inclusive nacionalistas. Sin embargo, la presente reflexión está orientada en términos lingüísticos. De esta manera, debemos entender que una lengua constituye un conjunto de signos convencionalmente aceptados por una comunidad. Esto quiere decir que existe una relación directa entre la forma en que las personas ven el mundo, lo interpretan y lo comunican a otros a través de entidades básicamente fónicas que resultaron de una estructuración social relativamente larga. En otras palabras, más sencillas, la lengua revela cuál es la manera en que vemos el mundo. Es el cristal a través del cual miramos el universo. Por lo tanto, el hispanohablante tiene una perspectiva de su realidad distinta al del angloparlante. Celebrar, entonces, el idioma es valorar la importancia de nuestra propia identidad.
Una segunda inquietud que deseo absolver es la que expresan los docentes o padres de familia en la siguiente interrogante: “¿Los jóvenes están contribuyendo con la destrucción de la lengua?”. Al respecto, es importante retomar la naturaleza de la lengua como una entidad que sigue un proceso de vida. Es decir, ésta evoluciona y se adapta a las realidades que va representando. Si la realidad cambia, el instrumento para su comunicación, obviamente tendrá que cambiar. Por lo tanto, su cambio es inexorable. Este cambio se observa con más rapidez en el habla de los sectores “poco educados” y en nuestra juventud. Esto, porque, la comunicación en los sectores populares no tiene límites en cuanto a conservación de formas y el cambio es constante, pero imperceptible. En el caso de los jóvenes se explica, porque el cambio generacional es muy grande, especialmente, en las últimas décadas. Este proceso ha sido y será una constante en toda la historia. Ahora bien, podemos afirmar, entonces, que nuestros estudiantes asiduos de tecnología están “destruyendo el castellano”. En términos reales, la respuesta es sí. Sin embargo, no debemos alarmarnos, puesto que es un proceso natural en la evolución de las lenguas. Los jóvenes utilizan un tipo de habla que responde a sus necesidades comunicativas. Por lo tanto, aquello no debe ser “criticable” en sí mismo, sino cuando esta forma sale de dicho contexto comunicativo.
¿Qué debemos hacer ante la realidad descrita anteriormente? Prioritariamente, hacer comprender que las lenguas son convenciones sociales. Que toda convención social, cambia de acuerdo al tiempo y circunstancia en la que se lleva a cabo. Así, por ejemplo, existen convenciones de tipo temporal que no le permiten vestirse actualmente como lo hacía los pobladores de hace 100 años. Lo mismo sucede cuando intenta irse a la playa con corbata y botas. De igual manera, sucede con el uso de la lengua. A nadie se le ocurriría utilizar hoy en día formas lingüísticas que usaba Cervantes. Nadie, en su sano juicio, utilizaría palabras propias de su intimidad con aquella que no sea su pareja.
Lo importante en el uso de la lengua es conservarla en los círculos que así lo ameritan. Este es el caso de la ciencia o en espacios donde el contenido sea científico. En estos contextos el código debe tratar de mantenerse, de conservarse (aunque con el tiempo también tendrá que cambiarse. Pero este proceso es más lento y meditado) que es justamente lo que hacen algunas instituciones como las academias de la lengua.
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