Con ocasión del Día Mundial del Urbanismo, nuestro decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño analiza el origen de los problemas de Lima y traza las vías para hacerla una ciudad más amigable.
Extracto del artículo enviado a The Centre For Conscious City-Uk.
https://issuu.com/consciouslima/docs/ccf2020-antologia1
Una persona me dijo alguna vez que cuando vuelve al Perú ‘le duelen los ojos’, no tanto por la contaminación, sino de ver el caos que le invade en cuanto se sale del aeropuerto y entra a la avenida Elmer J. Faucett, la única avenida que conecta con el resto de la ciudad, congestionada con colectivos y taxis, formales e informales, tráfico pesado, camiones de reparto, vehículos particulares, etc. Aunque me pareció una metáfora acertada y aunque a mí también me duelan los ojos de ver el caos urbano, los urbanistas no podemos dejar que esto siga sucediendo.
Por caos entendemos el sin sentido, el desorden. Pero si nos retraemos al origen de la palabra en la mitología griega (χάος: khaos), el caos es lo sin forma, el estado vacío que precede a la creación del universo. Es decir, en el caos de Lima faltan muchas cosas, es como un vacío, pero los ciudadanos tenemos todo para crear una nueva Lima, más ordenada y con instrumentos que obliguen al cumplimiento de planes y programas de desarrollo urbano para comenzar a crecer ordenadamente.
El discurso de los urbanistas de la municipalidad que intervienen en los planes urbanos es que Lima debe de ser una ciudad compacta, pero en los planes siguen extendiendo la ciudad al norte, urbanizando la mayoría de las 8,250 has del parque urbano Antonio Raimondi, originalmente creado como área natural protegida en Ancón. Y al sur, cambiando la zonificación de los distritos del Lurín y Pachacamac. Mientras que la población de bajos recursos sigue expandiéndola sobre las lomas ad infinitum.
No hay suelo se dice, y se busca desarrollar allá donde el suelo está barato. Pero aquel suelo está fuera de la ciudad formal y no tiene calles ni servicios. Hacen falta políticas de suelo urbano en la ciudad formal para rescatar los vacíos urbanos, suelo subutilizado, fábricas en desuso, subocupación de edificaciones ruinosas, miles de m2, suelo formal, con servicios, con transporte urbano accesible, con infraestructuras, y que sin embargo no albergan población. Este es el problema principal.
La ciudad de Lima tiene muchos problemas: un parque de vivienda con el 50% deteriorado, dos millones de personas viviendo en los cerros sin agua potable, sin drenaje, calles, ni alumbrado, un centro histórico con más de 800 casonas que se caen, anarquía de alturas en edificaciones, fachadas laterales y pisos superiores sin terminar, azoteas atestadas de basura, falta de árboles, o son talados, como en Avenida De Las Palmeras, (donde talaron todas las de la avenida y de palmeras solo conserva el nombre), contaminación visual, veredas o aceras estrechas, etc.
Si a estos problemas añadimos la anarquía del tráfico vehicular, su falta de segregación de vehículos de carga que circulan por todas las calles de la ciudad, conductores irrespetuosos del reglamento, falta de sanciones, contaminación multiplicada por motores sin revisión técnica o autos que hace años terminaron su vida útil y triciclos motor de dos tiempos que obstruyen la pista. El caos cobra aún más sentido. El vacío del orden, que el Estado rector del desarrollo urbano debe imponer, y no lo impone. Esta es la razón por la que tenemos una ciudad que nos estresa y nos desgasta. Es un retraso en el desarrollo urbano lo que anuncia el Ministerio de Trasporte: prorrogar la informalidad de combis y rutas de trasporte diez años más, así como descabezar la Autoridad de Transporte Urbano ATU y a la fiscalizadora SUTRAN.
Todos los que por nuestro trabajo e interés personal pensamos la ciudad como un artefacto que debe servir para la vida, la vida pacífica, la vida civilizada, civilizadora, armónica y creativa, damos vueltas y nos sigue horrorizando el que se permita hacer de todo: desde “arquitecturizar” los acantilados destruyéndolos, hasta verter al océano miles de litros de agua con solo tratamiento primario. Hay que pensar que el cemento nos aleja del contacto con la naturaleza.
Seguir urbanizando extendiendo la mal llamada ‘mancha’ urbana genera altos costos de infraestructuras y servicios. Sería mejor empezar a pensar en recomponer el parque urbano disponible, densificar y hacer una Lima más compacta y con mejores infraestructuras. Sería un buen punto para el debate necesario.
En una población de 10 millones de habitantes debería estar prohibido improvisar. Cuesta mucho dinero público y no se solucionan los problemas. Los urbanistas y los arquitectos tenemos mucho trabajo.
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