Salud pública: ¿en emergencia o en cuidados intensivos?

salud pública: ¿en emergencia o en cuidados intensivos?

En los últimos días hemos asistido a un gran debate mediático a propósito de la muerte de la madre de una connotada política que tras ser atendida en el centro de emergencias del establecimiento de salud de mayor complejidad en Lima denunciaba públicamente que esta muerte había ocurrido a consecuencia de un retraso en la admisión de la paciente en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) por el requerimiento administrativo de la presentación del Documento Nacional de Identidad (DNI) para la verificación de su condición de asegurado antes de la admisión hospitalaria.

Por un lado, los familiares y otros usuarios de los servicios de ESSALUD denunciaban la indolencia de los profesionales de la salud ante una situación que pone en riesgo la vida de los pacientes y por el otro, los profesionales junto con los representantes de sus gremios y colegios hacían una férrea defensa de sus competencias técnicas y denunciaban las carencias (de infraestructura, equipamiento, medicinas y dispositivos médicos) con las que deben realizar su trabajo en un servicio que recibe diariamente casi el doble de pacientes para el cual fue diseñado, lo que determina que un gran número de ellos tengan que esperar en sillas de ruedas y camillas en los pasillos de emergencia antes del alta o su hospitalización. En un importante número de casos, esta espera puede prolongarse por días o incluso semanas, cuando lo recomendable es que los pacientes no permanezcan más de 24 horas en sala de emergencias.

Respecto a la referencia, contra-referencia, traslado de pacientes graves, admisión a la UCI y gestión de camas hospitalarias, es importante recordar que todos ellos son diferentes formas del llamado “acto médico”. El acto médico está sustentado en consideraciones de orden legal, técnico y ético. Los médicos son los únicos legalmente autorizados para hacer algunas cosas que los demás ciudadanos no pueden hacer. El Estado, mediante la normatividad nacional vigente, establece privilegios para los médicos y sanciones para quienes realicen actos médicos sin poseer las acreditaciones profesionales correspondientes (delito de ejercicio ilegal de la medicina).

Estos privilegios que el Estado confiere al médico no conllevan inmunidades ni prebendas sino responsabilidades y obligaciones, las que son exigibles por cualquier ciudadano que sienta vulnerados sus derechos en salud. Los profesionales de la salud son responsables por los daños y perjuicios que ocasionen al paciente por el ejercicio negligente, imprudente o imperito del acto médico (en un artículo posterior analizaremos las diferencias).

salud publica: ¿en emergencia o en cuidados intensivos?

En el aspecto técnico, los procedimientos correspondientes a la atención de los pacientes graves deben ser ejecutados por los médicos especialistas en Medicina de Emergencias y/o Medicina Intensiva (emergenciólogos e intensivistas), quienes luego de un periodo de formación de por lo menos tres años están capacitados para proponer las mejores alternativas de diagnóstico y tratamiento en resguardo de la sobrevivencia de los pacientes más críticos del hospital. Para esto aplicarán con criterio guías clínicas internacionalmente aceptadas y protocolos institucionales de cumplimiento obligatorio. En el ámbito de la ética profesional, el acto médico ha sido comparado con un “acto religioso o litúrgico” y está sustentado en los principios de beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia que analizaremos en otro momento.

Sin embargo, no podemos perder la ocasión de convertir esta crisis en una oportunidad para el mejoramiento de nuestros procesos de atención en los establecimientos de salud. Debemos recordar una vez más que los ciudadanos son el centro y razón de ser de cualquier sistema de salud. Y que todos los componentes del sistema (médicos y no médicos, profesionales y no profesionales, el director del hospital y el responsable de la seguridad en la puerta de ingreso) tenemos la obligación de brindar un servicio accesible, oportuno, eficaz, con calidad y calidez.  Los profesionales de la salud en especial tenemos el privilegio de escuchar de primera mano, “auscultar” y “decodificar” en su esencia más íntima lo que nos quieren decir nuestros pacientes con sus quejas y reclamos. Ellos son conscientes de las enormes carencias de nuestros establecimientos de salud.

Estoy seguro de que podrían pasar por alto las carencias materiales, pero lo que no perdonarán jamás es el “trato indolente” de aquellos a quienes confían su salud y la de sus seres queridos. ¿Es necesario aumentar el gasto público en el sector para que los profesionales de la salud tratemos con respeto y compasión al ser humano doliente? ¿Son suficientes los conocimientos técnicos especializados y las destrezas psico-motoras en la valoración de un buen especialista? Desde mi humilde opinión, creo que debemos retomar urgentemente los valores primigenios que dieron a la profesión médica la gran reputación que siempre tuvo en la sociedad a lo largo de la historia.

Recordemos que las capacidades profesionales no sólo son conocimientos y destrezas, también son actitud y valores. ¿Cuáles son esas habilidades “blandas” que todo profesional de la salud debe tener? Posiblemente son muchas y mientras más mejor, pero hay algunas que son condición sine qua non para relacionarnos con otras personas: la capacidad de ponerse en el lugar del otro (empatía), el espíritu de servicio, la escucha activa, la comunicación en situaciones de crisis y el trabajo en equipo. ¿Es posible desarrollar estas habilidades durante la formación de los futuros profesionales de la salud? Sí es posible, pero es fundamental que las incorporemos de manera transversal en los planes de estudio de nuestras escuelas de formación y en el perfil de egreso de todas las carreras de salud. Hay muchas estrategias y herramientas que nos ofrece la educación médica moderna para conseguir este propósito: la construcción de escenarios de simulación clínica, el aprendizaje basado en equipos y la educación interprofesional son algunas de ellas y forman parte del modelo educativo que algunas universidades venimos implementando.

Sin menoscabo del necesario mejoramiento de la infraestructura hospitalaria para garantizar la seguridad de los pacientes que son transportados desde la emergencia a los servicios médicos de apoyo/hospitalización, ¿no es igualmente importante reconstruir el “puente de confianza” entre los profesionales de la salud y nuestros pacientes? No olvidemos el juramento con el que iniciamos nuestra noble carrera: “…recordaré que la medicina no sólo es ciencia, sino también arte y que la calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento del químico…” , ni tampoco lo que nuestros viejos maestros nos inculcaron desde muy temprano: “curar pocas veces, aliviar a menudo, consolar siempre”.

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