Inolvidable encuentro de estudiantes de psicología

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Uno de los pilares de la Universidad Privada del Norte es la internacionalidad, y este es uno de los espacios más importantes para la formación en Psicología. La Universidad de la República de Montevideo cada año organiza y otorga becas para participar de la Escuela de Verano, espacio que propicia el encuentro e intercambio entre estudiantes de psicología de todos los países de Latinoámerica, siendo su principal propósito promover la investigación. De esta forma, el año pasado coordinamos con la comisión organizadora la participación de los estudiantes de Psicología de la Universidad Privada del Norte.

Este programa becario incluye el costo total de los cursos (dirigidos por docentes de distintos países), hospedaje en la casa de estudiantes de la misma universidad, almuerzos y la fabulosa compañía de los estudiantes uruguayos. El becario solo requiere cubrir su traslado y llegar a Montevideo con la mente abierta para compartir y adquirir aprendizajes.

Tras la publicación, muchos estudiantes preguntaron sobre los criterios para ganar la beca, pero solo una de nuestras estudiantes decidió postular y con su esfuerzo logró su participación como becaria del programa. Este año tenemos como meta promover la participación de un mayor número de estudiantes, como parte de ello queremos compartir con ustedes la experiencia de Ljuviza Banich Riva, becaria del programa Escuela de Verano 2016 –Facultad de Psicología– Universidad de la República de Montevideo, estudiante del octavo ciclo de la carrera de Psicología de la Universidad Privada del Norte.

A mis 20 años puedo decir que tuve la oportunidad de vivir una experiencia única y mágica que me ayudó no solo a desarrollar habilidades nuevas en mi formación académica, sino también a conocer una gama de pensamientos sobre un mismo tema, influenciados por la cultura y el contexto social del cual se proviene.

Desde mis primeros años de secundaria tenía el deseo de viajar y estudiar Psicología. Estas eran dos metas importantes para mí, siendo una adolescente de 13 años. Pero fue más tarde, ya a inicios de la etapa universitaria, cuando descubrí que quería invertir mi vida en la investigación.

A finales del 2015, nuestra coordinadora de la carrera de Psicología, profesora Jacquelinee Rojas, publicó una convocatoria para postular a una beca parcial para una escuela de verano en la ciudad de Montevideo, Uruguay, organizada por la Universidad de la República de Montevideo. Faltando pocos días para el cierre de inscripciones, decidí postular. El 22 de diciembre recibí la inolvidable noticia de haber sido aceptada y, orgullosamente, de ser la única representante del Perú en esta edición. Una semana después tenía el pasaje aéreo en mano y mucha expectativa sobre la oportunidad.

El mes de enero pasó más rápido de lo esperado y el 14 de febrero a las 4 de la madrugada me veía sentada en un avión rumbo a un país nuevo, acompañada de seis compañeros colombianos con el mismo destino. Todos embargados por los nervios y, a la vez, una increíble necesidad por llegar y descubrir la experiencia que prometía dejarnos grandes enseñanzas.

Ese mismo día fueron llegando los compañeros de otros países (Argentina, Paraguay, Colombia, Puerto Rico, Chile y México) y, al caer la noche, hicimos lo que mejor sabemos hacer los psicólogos para romper el hielo y entablar relaciones: dinámicas de grupo. Esto ayudó a que el primer día de clases ya no fuéramos unos desconocidos, sino unos compañeros de cuarto, de casa, de carrera y de pensamiento.

Los días de clase transcurrieron entre conocimientos de investigación cualitativa, cuantitativa y mixta, acompañados de fundamentos éticos. Cada día terminaba con un conocimiento nuevo, una familia más unida y un país acogedor acurrucándonos en sus calles.

El comité organizador se preocupó siempre de nuestra estancia. Los encargados del hostel nos hicieron vivir una estadía fabulosa, no tengo palabras para describir a los increíbles docentes que nos guiaron por caminos nuevos y conocidos dentro de la línea de investigación. Tampoco podría dejar de mencionar a las personas maravillosas que compartieron conmigo 10 días dentro y fuera del hostel (28 hermanos extranjeros, 31 hermanos uruguayos).

Poder sentarnos en un aula de 15 personas con 2 talleristas-guías a compartir los temas abordados en las clases, dando una retroalimentación, no solo conceptual, sino intercultural sobre la implementación de cada uno de los temas en nuestros países de origen, ayudó a expandir el conocimiento, a romper paradigmas, a comprender las realidades vecinas e, incluso, identificarnos con aquellos a quienes sentíamos lejanos de pensamiento.

Definitivamente es una experiencia que dudo poder olvidar porque el conocimiento se quedará conmigo por siempre y aquellas relaciones interpersonales que se estrecharon en clases, calles y dormitorios, perdurarán para dar paso a nuevas reflexiones psicológicas y formulaciones importantes que vayan más allá de las fronteras de pensamiento y aquellas delimitadas por mapas relativos que indican nuestra hermandad latinoamericana.

Solo me queda agradecer a todos los involucrados en la realización de esta Escuela de Verano en Uruguay, de mi formación académica en Perú y todos aquellos quienes me impulsaron a postular y perseguir mi sueño como estudiante de psicología y futura investigadora.

*Este post es un testimonio de Ljuviza Banich Riva, estudiante de la carrera de Psicología de la Universidad Privada del Norte.

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