¿El hambre es cosa del pasado?

El Día Mundial de la Alimentación se celebra el 16 de octubre y fue instituido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura o FAO  (Food and Agricultural Organization). Su objetivo primario es el de erradicar el hambre en el planeta a través de actividades orientadas sobre todo a países en vías de desarrollo, ayudándoles a mejorar y modernizar sus actividades agrícolas, forestales y pesqueras. También sirve como un foro neutral en donde las naciones pueden juntarse a negociar acuerdos orientados a los fines descritos.

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El día de la alimentación nace sobre bases que nos dicen que el alimento es un requisito para la sobrevivencia y el bienestar del ser humano, a la vez que es un derecho fundamental del mismo.

Los miembros de FAO han aceptado, al constituir la organización, algunos postulados como son el promover de manera separada o colectiva acciones para elevar la producción agrícola, incrementar los niveles de nutrición y estándares de vida, mejorar las condiciones de vida de las poblaciones rurales y asegurar que la humanidad esté libre de hambrunas. Se tomaron en cuenta también acuerdos hechos en la Conferencia Mundial de Alimentación de 1974, en la cual se establece que “ningún niño, mujer u hombre debe ir a dormir con hambre y la malnutrición no debería disminuir las capacidades y oportunidades físicas o mentales de ningún ser humano”.

El día de la alimentación sirve pues para honrar estos ideales que también se encuentran plasmados en los documentos redactados a partir de la formulación de los objetivos del milenio, en los cuales, vale indicar, de acuerdo a las últimas mediciones hechas en 2014, el Perú es uno de los países que más ha avanzado en las metas relacionadas con la erradicación de la pobreza extrema y el hambre, el logro de la enseñanza primaria universal, la promoción de la igualdad de género y la autonomía de la mujer, reducción de la mortalidad infantil, entre otros.

Actualmente, la situación de la alimentación en el mundo es un tema controversial desde el punto de vista económico y social, puesto que existen muchos países cuyos habitantes viven en condiciones infrahumanas, en comparación con poblaciones que, incluso siendo minoría, gozan de una opulencia remarcable en relación a naciones pobres. Lamentablemente, la mala distribución de los alimentos es la principal causa para que en países como Etiopía, Malawi o Zambia la pobreza extrema sea considerada endémica a estas alturas.

Si bien es cierto que a nivel macro hay iniciativas muy interesantes y en algunos casos desinteresadas, no se puede negar que el control de la alimentación de una población no escapa aún de decisiones que corresponden a los gobiernos locales. Es aquí que organizaciones como FAO encuentran limitaciones, puesto que el problema del hambre requiere decisiones muchas veces políticas que implican la no injerencia de entidades extranjeras. Esto convierte a organizaciones como FAO en un proveedor de alimento esporádico, no permitiéndole establecer políticas de intervención realmente efectivas en países que lo necesitan.

En el Perú, como no, al persistir todavía un pensamiento centralista, existen también poblaciones olvidadas en las cuales perecen compatriotas a la espera de que se empiece a ejecutar finalmente un plan nacional que no los excluya del supuesto crecimiento económico de tiempos recientes.

*Este post es una colaboración de Orlando Martín Sánchez Castillo, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Privada del Norte.

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