¿A dónde se fue el arte?
Hemos escuchado mucho decir aquello de que “el arte como posibilidad está en todas partes y en todas las personas”. El diccionario de la RAE, por su parte, en su segunda acepción define arte como “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Ahora, aquí hay un problema: no se dice nada sobre si esa interpretación o eso imaginado es de calidad o si carece de ella. Porque es de eso que hablaremos en este artículo, del bajo nivel de muchas expresiones humanas mal llamadas artísticas.
Si todas las personas fueran arte, “buen arte”, este mundo sería posiblemente mucho mejor, o al menos más divertido y más estético. Sin embargo, sabemos que este mundo duele y algunas veces apesta; entonces es válido plantearnos la siguiente pregunta: ¿a dónde se fue el arte? (el bueno, por supuesto).
Hoy por hoy, cualquier ser voluminoso(a) y protético que sale en televisión (¿TV basura?) se hace llamar “artista”, pero ¿lo es? El arte, tal como lo entendemos, es el esfuerzo de la sublimación, es pura creación genuina, es fecundidad, es lo que nos eleva como personas, es también ofrecerle algo valioso al mundo, es producir algo que mueva, que conmueva, que genere emociones positivas (y quizá negativas pero existencialmente válidas). El arte es lo que resiste: lo que resiste a la muerte, a la servidumbre, a la infamia y a la vergüenza, nos decía el filósofo parisino Gilles Deleuze.
Ese “arte” solo existe en ciertos individuos. No es cierto que todo el mundo sea potencialmente un artista creador. Es una mentira. La Psicología ha intentado aproximarnos al hombre creador, al hablarnos de personas con ciertas características, a saber: personas con gran cantidad de energía, apertura y sensibilidad frente a los problemas, lúdicos, con mucha curiosidad y originalidad, así como tendencia al aislamiento, pasión por su trabajo, tenacidad y confianza en sí mismos. No olvidemos eso: en estos tiempos es fácil que cualquiera, por algún escándalo mediático (y cierta simpatía o belleza física natural o artificial), o por mover las caderas o fingir que actúan se asuma –con la complicidad de pseudo periodistas- como artista. Nunca como hoy cualquier improvisado(a) y lerdo individuo tiene opción de ser visto y tomado en cuenta por los más débiles espectadores de esta envilecida televisión nuestra.
A manera de cierre recordemos al notable escritor irlandés George Bernard Shaw cuando sentenciaba: los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma.
*Este post es una colaboración de Manuel Arboccó de los Heros, docente de la Universidad Privada del Norte.