Método Flipped Learning y las experiencias del pasado

Uno

Escuela Naval del Perú, La Punta, Perú, una mañana de un día de 1960. El vicealmirante Oscar Raúl Cuadros Muñoz, profesor del curso de Termodinámica, llega a tomar un examen. Los cadetes lo esperan con nerviosismo, pues tiene la fama de ser muy particular con las evaluaciones: por costumbre pone una sola  pregunta. Aquel día el planteamiento del caso a resolver cubría una hoja A4, pero después del tiempo reglamentario nadie había encontrado la solución. Reprobados, todos se quedaron en el cuartel y familiares y novias esperaron en vano la salida del ser querido. La redacción a manera de cuento relataba con lujo de detalles la historia del motor, sus características y desempeño hasta que… dejó de funcionar. Dado el código de honor de la Marina, los estudiantes se comprometen a no copiar, por lo que nadie pudo intercambiar opiniones. Días después, consultado por un amigo sobre la evaluación, el vicealmirante respondió: «Como nunca me demoré en redactar, a propósito me cuidé de no incluir el dato elemental para la solución».

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Dos

Colegio Nacional San José, Chiclayo, Perú, 1967. El profesor Barrantes  –el «Chivo Barrantes» entre los alumnos–, era responsable del curso de Biología y el primer día de clases presentó el sílabo del curso. Cada tema se convirtió en una balota, los puso en una bolsa y cada alumno elegía uno al azar. «De ahora en adelante ustedes son los protagonistas. La cosa es así: en la siguiente clase el grupo sorteado sale a exponer, yo  elegiré un alumno para que haga la sustentación en representación del grupo, uno solo y sin ayuda. Después designaré quién hace las preguntas, y después quién pone la nota. Si la pregunta es fácil o no pertinente, o si no se hiciera preguntas, quiere decir que no se ha estudiado, por lo tanto la nota la pongo yo. Si un alumno pone una nota demasiado alta, no correspondiente, la nota a ese alumno la pondré yo y será la misma para todos los integrantes del grupo. Yo no voy a hablar, con la mano cederé la palabra, seré un chivo medio mudo».

Lo dicho motivó una risotada general para después caer en miedo. Con ese método todos teníamos que estudiar todo por si el dedo del profesor nos señalara para hacer preguntas. Por aquel entonces en un colegio nacional había dos notas, una de aprovechamiento y otra de conducta. Desaprobar una de ellas significaba perder la gratuidad de la enseñanza y nuestros padres, pobres la mayoría, pasarían por el calvario de formar largas colas para rogar por una vacante el año siguiente o en su defecto tendríamos que dejar de estudiar, pues no había eso de matrícula única. La opción de un colegio privado era un sueño de opio.

Tres

Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, Perú, 2012. Primer semestre en la Facultad de Ingeniería Civil, curso Puentes. El profesor es el ingeniero Luis Zegarra Ciquero. Manuel Céspedes, mi amado hijo, amante de las matemáticas, vuelve muy contento y comparte su alegría conmigo: «Mira este examen, es maldito», y me entrega una hoja de examen en el que dice: «Usted tiene una luz de 300 m. y se empleará un puente colgante para su cobertura. Calcule el esfuerzo del cable». «Cuando le reclamamos al ingeniero que a la vista de todos faltaba información, nos dijo: “A una buen estudiante nunca le falta ni le sobra información, resuelva con sentido común, sentido comercial y criterio”». El aula quedó en silencio.

Cuatro

Lima, Perú, 2015. En el foro de un módulo de Laureate International Universities, una docente me pide que le explique brevemente el tema de la clase invertida. Le escribo: Puedo hacer que un cliente llegue al restaurante donde hay dos opciones: la carta o un buffet. Si el cliente opta por el buffet se puede pasar medio día sentado, pero si no quiere no se acerca a la mesa. No va a comer por más que vea mil platos. Puedo hacer que el alumno ingrese a clase, sea presencial o virtual, pero si el alumno no quiere no va a abrir ningún archivo, menos leer y entender. Solo aprende quien quiere hacerlo. Puedo ser muy didáctico en una clase presencial pero si el alumno no me atiende no me va a entender. Para que esta metodología funcione se requiere de un facilitador profesional «que llene la larga mesa», pero también de un alumno que tenga curiosidad académica, que ponga pasión en el estudio, que no ponga excusas ni  pretextos. De nada sirve el facilitador profesional si el alumno no quiere. Podemos emplear el siguiente símil: el facilitador es el chef, el buffet es el aula virtual, el cliente comensal es el estudiante.

Cinco

Abancay, Perú, 2015. «En Abancay aprenden las matemáticas jugando» (Karla, 2015). El profesor rural Pablo Atacusi es reconocido por crear un software educativo. He aquí el ejemplo de un profesor profesional. Es posible que Pablo ignore el método Flipped Classroom, pero lo hecho por él lo convierte en un docente que ha volteado la clase.

Si revisamos el pasado vamos a encontrar experiencias que tienen que ver con Aula Invertida. Podremos decir, « ya he aplicado eso, no hay nada nuevo bajo el sol». Sí pues, pero aún tenemos la propensión a dictar conferencias y a sentirnos orgullosos de nuestros ppt[1]. Mientras tanto los estudiantes se entretienen con un smartphone o se duermen.

Las anécdotas anteriores tienen que ver con Flipped Classroom, metodología en que el alumno es responsable de buscar y encontrar las respuestas, las soluciones. Si somos responsables de un curso de Marketing o Proyectos de Inversión y no utilizamos una o todas de estas opciones -Aprendizaje Basado en Problemas, Aprendizaje Basado en Casos, Aprendizaje Basado en Proyectos-, mi sugerencia es matricularse en un curso de Flipped  Learning.

En un antiguo y popular comercial de televisión, se decía: «¡Cuánta pasa, cuánta fruta!». Siguiendo esta lógica podríamos preguntarnos: ¿cuánta música, cuántas películas, cuántas piezas publicitarias o cuánto software aplicamos en nuestros cursos?

No olvidemos que estamos cambiando la costumbre pero no los principios. El facilitador sigue siendo la autoridad dentro y fuera de la clase. Cambiaremos las dinámicas pero el principio básico de tener una filosofía de enseñanza permanece inalterable.

*Este post es una colaboración de Fernando Céspedes Pais, docente de la Universidad Privada del Norte.

Referencias

Karla, B. F. (22 de agosto de 2015). El maestro que convirtió a las matemáticas en simple juego. El Comercio , pág. A13.


[1] Para estar al tanto de alguna de las críticas que se hacen en relación con el uso de Power Point como medio para el desarrollo de las clases, puede verse el siguiente artículo:  http://mba.americaeconomia.com/articulos/notas/por-que-las-universidades-deben-prohibir-el-uso-de-powerpoint?utm_source=socialnetwork&utm_medium=facebook&utm_campaign=shareaholic

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